Sobreviven a ADICCIONES
Nueva York–Manos sucias que se aferran a las agujas ensangrentadas, mujeres embarazadas que se inyectan, niños angelicales con sus padres desplomados frente a ellos después de sufrir una sobredosis… las imágenes mediáticas de la crisis de opioides son despiadadamente atroces.
Por suerte, esa no es toda la historia. Cerca de dos millones de estadounidenses son adictos a los opioides. Sin embargo, muchos más han superado su adicción. Un gran estudio demográfico nacional reveló que casi todas las personas que alguna vez cumplieron con los criterios del trastorno de consumo de opioides alcanzaron la remisión en algún momento de su vida, y la mitad de ellos se recuperan en un periodo de cinco años. Aunque la heroína y el fentanilo callejero son más peligrosos, la mayoría de quienes evitan sobredosis fatales se recupera de la adicción.
La empatía
Sam Greenwood, de 33 años, tiene un pequeño negocio y vive en Cranston, Rhode Island. El origen de su adicción fue un periodo de depresión en la pubertad. En octavo grado llegó a pensar en el suicidio.
Después de dos sobredosis que requirieron de hospitalización, su esposa insistió en que buscara ayuda. Por primera vez le diagnosticaron depresión que, junto con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, aumenta drásticamente el riesgo de sufrir adicciones. Después de varias recaídas, se estabilizó con buprenorfina (Suboxone) y un antidepresivo. También asistió a reuniones de SMART Recovery, un grupo secular de apoyo enfocado en la abstinencia.
“Con lo que más sentí una conexión fue la idea de que todo depende de las decisiones y que no estás indefenso”, dijo. Asistió a las reuniones incluso en sus periodos de recaída. “Regresaba cabizbajo después de uno de esos episodios, pero todos me apoyaron mucho y fueron empáticos al asegurarse de que yo no pensara que estaba comenzando desde cero”.
La escuela
“Mucho más allá de superar mi consumo problemático de sustancias, mi recuperación ha significado recobrar mi identidad esencial. La escuela ha sido uno de los vehículos más poderosos para mi rehabilitación”.
Brooke Feldman, de 37 años, fungió como oradora estudiantil cuando se graduó en mayo de la Universidad de Pensilvania con una licenciatura en trabajo social. No obstante, ese no era el tipo de futuro que imaginó de niña. Su padre, su madrastra y algunas instituciones fueron quienes la criaron; vio a su madre, que era adicta a la heroína, por última vez cuando tenía 4 años. Una sensación de abandono la acechaba.
“Crecí creyendo que la adicción era una elección y sintiéndome muy confundida sobre por qué mi madre prefería consumir drogas que estar conmigo y mi hermano y ser parte de nuestras vidas”, narró.
Dice que en 2005 encontró consuelo en el compañerismo de las reuniones de doce pasos. También empezó a trabajar en un centro comunitario de rehabilitación, que apoyaba a gente a través de varias alternativas de recuperación. “Aunque para mí y muchos otros la rehabilitación incluye la abstinencia del alcohol y otras drogas, no siempre tiene que ser así”.
La familia
Zach Siegel, un escritor de 29 años, dijo que siempre se sintió diferente durante su infancia en los suburbios de Chicago.
Comenzó a beber alcohol a los 13 años cuando tomaba cocteles a escondidas en los bares y pronto comenzó a fumar marihuana y a experimentar con píldoras.
En la preparatoria, descubrió los opioides. Las drogas lo hacían sentir “bien consigo mismo”, comentó. “Ese era un sentimiento muy poderoso para alguien como yo, que sufría de mucha ansiedad y había sido muy acomplejado”.
Su adicción despegó a los 17 años, luego de que un amigo le vendió OxyContin. Poco después, lo cambió por una heroína más barata. Sus padres lo enviaron a varios centros de rehabilitación intra y extrahospitalaria.
Sus relaciones con su novia, su familia y sus amigos también han sido esenciales.
No ha usado opioides desde 2012, pero dice que bebe alcohol y consume marihuana con moderación, donde se ha legalizado.
Sólo porque consumas drogas no significa que debas morir”
Rehabilitado
Otras sustancias
“Aunque ya no me drogo, conozco todas las etapas por las que pasan las personas que lo hacen”. Las tiras reactivas, dijo, le dan a la gente “el poder de tomar decisiones”.
Tino Fuentes, de 55 años, creció en la ciudad de Nueva York; tiene ascendencia puertorriqueña y cubana. A los 6 años, encontró en el baño a su tío, quien había sufrido una sobredosis. Tenía una aguja enterrada en el brazo. En primer grado, un profesor le dijo que no se molestara en hacer la tarea porque de grande solo sería un “lavaplatos o conserje”.
A edad temprana comenzó a vender y consumir marihuana y cocaína. Ascendió en la jerarquía del narcotráfico hasta dirigir esquinas en el Lower East Side, el Bronx y Brooklyn; mientras tanto se volvió adicto a la heroína. Sin embargo, en la década de 1980, la policía impuso mano dura contra la venta de drogas en las calles, y Fuentes se mudó a Florida para evitar que lo atraparan. Poco a poco, dejó de vender y consumir.
Dejó de usar heroína en algún momento de los noventa gracias a la metadona y la buprenorfina que le compró a un amigo, y después también dejó esas sustancias gradualmente.
“Solo porque consumas drogas no significa que debas morir”, comentó.