El Diario de El Paso

Los tiempos tremendame­nte terribles de Trump

- • Gail Collins

Nueva York— Tal vez han escuchado que Donald Trump se ha estado comparando con Abraham Lincoln. “¿Recuerdan cuando Abraham Lincoln pronunció el discurso de Gettysburg, el gran discurso, y cómo lo ridiculiza­ron?”, dijo Trump en un mitin de campaña en Montana el jueves. “Cincuenta años después de su muerte dijeron que tal vez se trataba del discurso más grandioso que se ha pronunciad­o en Estados Unidos. Tengo la sensación de que eso va a pasarnos. De distintas formas, eso va a pasarnos”.

Bueno, estamos de acuerdo con él en eso de las “distintas formas”.

Sin lugar a duda, el presidente ha tenido una semana… difícil. Esta semana ha dado traspiés debido a la combinació­n del nuevo libro de Bob Woodward y la columna de opinión de The New York Times en la cual un alto funcionari­o gubernamen­tal anónimo le aseguró al país que la gente tras bambalinas está trabajando arduamente para asegurarse de que Trump en realidad no gobierne al país, lo cual, claro está, sería desastroso.

El viernes, Trump dijo que creía que el fiscal general debería sacar a la luz al autor, por una cuestión de “seguridad nacional”. Oigan, ¿cómo creen que respondió Jeff Sessions al escuchar aquello? ¿Acaso con una sonrisa amarga, ya que recordó que en el libro de Woodward Trump llama a su fiscal general “retrasado”?

Trump dijo que nunca ha hablado de esa forma. Sin embargo, los diligentes reporteros de inmediato encontraro­n ejemplos de cuando lo hizo. Provenían de grabacione­s del programa de radio de Howard Stern. Trump era un invitado habitual durante su otra vida antes de la política. ¿Cómo olvidar la vez que fanfarrone­ó con que podía haberse acostado con la princesa Diana, pero solo si se hacía primero una prueba de VIH? (“Queremos que te hagas un pequeño ‘chequeo’”).

No, no, no, no. Si comenzamos a repasar todas las cosas que sabíamos antes de que fuera electo presidente, vamos a acabar con una profunda depresión. Arriba ese ánimo. El otoño está a la vuelta de la esquina y, recuerden, la semana de Trump es mucho peor que la de ustedes.

Con respecto a la columna de opinión del funcionari­o anónimo: por supuesto que Trump ha estado tratando de probar que todo es falso y lo que le sigue. Por ejemplo, el autor se lamenta del hecho de que “en público y en privado” el presidente “exhibe una preferenci­a por autócratas y dictadores” como Vladimir Putin y Kim Jong-un.

Trump respondió en un tuit. ¿Adivinen qué dijo?

A) “¡Nadie ama más la democracia que Donald!”

B) “Kim Jong-un de Corea del Norte dice tener una ‘fe inquebrant­able en el presidente Trump’. Gracias, presidente Kim. ¡Lo haremos juntos!”.

Sí, claro. Uno demuestra que no es el mejor amigo de los dictadores agradecien­do a uno de ellos por su apoyo. De ahí, pasamos al escenario dos, cuando fue a Montana a probar que no ha “perdido la razón”. Ahí fue donde pronunció ese discurso digno de Lincoln. “Nuestros ancestros construyer­on los trenes, unieron las autopistas”, dijo Trump con pesimismo a su público. “Y con orgullo plantaron la bandera estadounid­ense en la superficie de la Luna, que es algo que no se ve en esa película”.

Este... Digamos que estamos dispuestos a aceptar la idea de que nuestros ancestros fueron a la Luna, pero ¿de dónde salió la película? Trump se había salido abruptamen­te por la minitangen­te respecto al hecho de que “First Man”, una película que está próxima a estrenarse sobre el astronauta Neil Armstrong, no incluye una escena que muestre el momento en el que la bandera se clava en el suelo lunar.

Recordarán que el funcionari­o sin nombre que se hizo famoso por la columna de opinión se quejó de que las reuniones con el presidente continuame­nte “se descarrila­n y se salen del tema”. Basta escuchar el discurso de Montana, para ver cómo ocurre. El hombre no puede pensar en una sola cosa por más de dos segundos. Traten de imaginar a Lincoln diciéndole a la gente en Gettysburg “que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad y… ¿saben qué? De verdad necesitan instalar un sistema de telégrafos en la Casa Blanca”.

Se suponía que Trump iría a Montana a hacer campaña a favor del republican­o que contiende contra el senador Jon Tester, quien se ganó la animadvers­ión particular del presidente cuando se opuso al nombramien­to de Ronny Jackson como director del Departamen­to de Asuntos de los Veteranos. “Una de las cosas más tristes que he visto en mi vida es cuando Jon Tester y lo que le hizo a un gran, gran hombre...” declaró nuestro presidente ante la multitud. Jackson, agregó con pesimismo, “de hecho, fue el médico que me examinó y dijo que estoy en excelente forma”.

Sin duda, el presidente estaba molesto, se quejaba de las “mentiras” que se dijeron sobre Jackson hasta que, de repente, de la nada, preguntó: “¿A poco no queremos a Sean Hannity, por cierto? ¿Verdad que sí?”.

Luego se quejó de que Hannity haya dejado que “todos esos perdedores” en Fox dijeran que “Donald Trump ya perdió la cabeza”.

Díganme, ¿qué creen que pasaría si una empresa de verdad tuviera a un director ejecutivo tan fuera de control? Podemos decir que hasta cierto punto lo sabemos, debido a que tuvimos la oportunida­d de ver a Elon Musk, cuando hizo el desafortun­ado intento de hacer que su compañía de automóvile­s, Tesla, dejara de cotizar en la bolsa de valores para que su capital volviera a ser privado. Luego, dio una entrevista en la que lloró, dijo a los reporteros que había estado trabajando hasta 120 horas a la semana y que tenía una relación especial con el Ambien. Posteriorm­ente, durante una entrevista en vivo que duró casi tres horas para un podcast, Musk bebió whisky, fumó un poco de marihuana y confesó: “Es difícil dirigir empresas, en especial las de automóvile­s”.

¿Quién les parece peor, Musk o Trump? Bueno, Trump no bebe ni consume drogas. Por otra parte, Musk no tiene acceso a armas nucleares.

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