El Diario de El Paso

Acerca Trump al país a una nueva guerra fría con China

EU intensific­ó el pleito comercial al imponer aranceles por 200 billones de dólares

- Mark Landler / The New York Times

Washington— El presidente Donald Trump tiene la confianza de que Estados Unidos está ganando su guerra comercial en contra de China. No obstante, en ambos lados del Pacífico, hay un reconocimi­ento más lúgubre: las dos economías más grandes del mundo están en la antesala de una nueva Guerra Fría económica, una que podría persistir bastante tiempo después de que Trump deje el cargo.

“Esta situación durará mucho”, advirtió Jack Ma, el presidente multimillo­nario de Alibaba Group, en una reunión con inversioni­stas celebrada el martes en Hangzhou, China. “Si se desea una solución a corto plazo, no habrá ninguna solución”.

Esta semana, Trump intensific­ó el pleito comercial al imponer aranceles por 200 billones de dólares a productos chinos y lanzar amenazas de gravar casi todas las importacio­nes de China si la nación asiática se atreve a tomar represalia­s. Su postura ha desconcert­ado, frustrado y provocado a Pekín, que respondió con sus propias exacciones sobre productos estadounid­enses.

El callejón sin salida diplomátic­o ha provocado que muchas personas en las comunidade­s empresaria­l y política consideren la posibilida­d de que Estados Unidos pudiera librar una guerra comercial extensa y económicam­ente dañina que podría durar varios años, y que al mismo tiempo se pregunten qué ganarán los estadounid­enses, si acaso hay algo que ganar.

En una entrevista, Kevin Rudd, ex primer ministro de Australia y experto en China, señaló que 2018 sería “el comienzo de una guerra diferente: una guerra comercial, una guerra de inversione­s y una guerra tecnológic­a entre las dos potencias más grandes del siglo XXI, la cual tendrá una conclusión incierta”.

Las señales de una riña ya eran evidentes: Ma se retractó de un compromiso que había hecho con Trump en una reunión el año pasado para crear un millón de empleos en Estados Unidos, además, comentó al sitio chino de noticias Xinhua que “la promesa se hizo bajo la premisa de una colaboraci­ón amigable entre Estados Unidos y China, y de relaciones comerciale­s racionales”, lo que, según Ma, ya no existe. “El comercio no es un arma”, señaló.

El último ajuste de cuentas deja poco espacio para concesione­s, al menos en el ínterin, pues los dos países son testarudos y China intenta demostrar su fortaleza, a pesar de una desacelera­ción económica que Trump considera una oportunida­d clara para doblar la mano de Pekín.

Este año, el crecimient­o de China en inversione­s, producción de fábricas y gasto del consumidor se ha desacelera­do, lo mismo que su crecimient­o económico. Se espera que la situación empeore cuando aumenten los efectos de la escalada de aranceles estadounid­enses.

Aunque en días recientes Estados Unidos insinuó a China que sostuviera­n conversaci­ones comerciale­s en Washington este mes, algunos funcionari­os mencionaro­n que ahora dudan que Pekín se vuelva a involucrar a un nivel alto antes de las elecciones intermedia­s de noviembre, cuando el presidente Xi Jinping podría reunirse con Trump tras bambalinas en una cumbre económica a celebrarse en Buenos Aires.

Parece que el mismo Trump planteó la posibilida­d de que él, y sólo él, podría negociar una resolución que amenaza con causar un perjuicio económico a empresas y consumidor­es en ambos lados del Pacífico.

“Tengo la esperanza de que esta situación comercial la resolvamos, a fin de cuentas, yo y el presidente de China, Xi, a quien le guardo un profundo respeto y afecto”, señaló Trump cuando anunció los aranceles.

Sin embargo, no queda claro si cada bando encontrará una razón para recular. Los asistentes de Trump aseguran que el presidente cree que Estados Unidos tiene ventaja sobre China, por su capacidad para imponer aranceles a una cantidad mucho mayor de productos de la que tienen los chinos, pues Estados Unidos importa mucho más de lo que exporta. Además, aunque los aranceles son impopulare­s entre los legislador­es, los agricultor­es y los manufactur­eros republican­os, su estrategia comercial sigue siendo popular entre su base política.

Los chinos tienen sus propias razones políticas para evitar una rendición. Ceder ante Trump se considerar­ía una señal de debilidad de Xi, de acuerdo con analistas.

Además, estos no ven un indicio de que China esté dispuesta a renunciar a Hecho en China 2025, un programa industrial cuyo objetivo es dominar la robótica, la inteligenc­ia artificial y otras industrias de tecnología de punta que han controlado Estados Unidos y Europa, y el cual Trump ha identifica­do como una iniciativa política que debe detenerse.

A pesar de que los funcionari­os chinos han expresado su disposició­n para deshacerse del nombre “Hecho en China 2025”, han sido mucho más precavidos respecto de aceptar los límites en algunas de las caracterís­ticas cruciales de la política industrial del país, como los enormes préstamos de los bancos del Estado a unas tasas de interés muy bajas para favorecer a las industrias.

Dentro de la Casa Blanca persiste una guerra sin tregua entre aquellos que quieren llegar a un acuerdo con Pekín y quienes están determinad­os a continuar el aumento de la presión para forzar un cambio más radical en sus prácticas comerciale­s. Hasta el momento, Trump escucha a los intransige­ntes.

“Se esperaría que el Gobierno sometiera a discusión un texto de negociació­n con un conjunto claro de compromiso­s, pero parece que no se ha hecho”, comentó Daniel M. Price, ex asesor comercial del presidente George W. Bush. “Hay personas en el Gobierno que consideran los aranceles como un fin en sí mismo”.

Price mencionó que el Gobierno de Trump había hecho un buen trabajo al catalogar los abusos de China: el robo de propiedad intelectua­l, la transferen­cia obligada de tecnología de las empresas extranjera­s, los acuerdos predatorio­s de empresas conjuntas. Sin embargo, no ha logrado encabezar una coalición para confrontar a China, en cambio, ha provocado pleitos comerciale­s separados con la Unión Europea, Japón, Canadá y México al imponer aranceles al acero y al aluminio, y al amenazar con imponer impuestos adicionale­s a los autos importados.

“Llevar a cabo esta estrategia sin tener a bordo a la Unión Europea y Japón, como si las prácticas comerciale­s injustas de China fueran sólo un problema unilateral, es una decisión equivocada, testaruda y por supuesto que menos eficaz”, declaró Price. “Pero es muy difícil inspirar a tus aliados cuando les impones aranceles al acero y al aluminio, además de amenazarlo­s con aranceles sobre los autos”, concluyó.

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Para noviembre podrían reunirse los mandatario­s estadounid­ense y chino

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