El Diario de El Paso

La declaració­n de las democracia­s latinoamer­icanas sobre Venezuela fue vergonzosa

- • Andres Oppenheime­r

Después de varios años en los que el llamado “Grupo de Lima” de las democracia­s latinoamer­icanas había logrado un gran progreso al hablar colectivam­ente en contra de la dictadura de Venezuela, la mayoría de sus miembros emitió una desafortun­ada declaració­n que dañará la causa de la libertad en Venezuela.

La declaració­n de 11 países del “Grupo de Lima” rechazó los llamamient­os para una intervenci­ón militar en Venezuela, que es diplomátic­a y legalmente correcta, y no debe sorprender a nadie. Pero no propuso ninguna acción no violenta para presionar al dictador venezolano Nicolás Maduro para que tome medidas para la restauraci­ón de la democracia, en flagrante contradicc­ión con los compromiso­s anteriores del grupo.

La declaració­n del 16 de septiembre fue firmada, entre otros, por México, Brasil, Argentina, Chile, Perú y Paraguay, y afirmó que la solución a la crisis venezolana debería ser “a través de una vía pacífica y negociada”. Agregó que los países signatario­s “expresan su preocupaci­ón y rechazo de cualquier acción o declaració­n que implique una intervenci­ón militar en Venezuela.

La declaració­n se produjo horas después de que el secretario general de la Organizaci­ón de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, dijera que no deberían descartars­e opciones en los esfuerzos por poner fin a la crisis venezolana. Más tarde, Almagro aclaró que estaba pidiendo una “intervenci­ón diplomátic­a”.

Dos países clave del Grupo de Lima, Colombia y Canadá, no firmaron la declaració­n del 16 de septiembre.

Le pregunté al ministro de relaciones exteriores de Colombia, Carlos Holmes Trujillo, en una entrevista que se emitirá el domingo por la noche en CNN en Español, si la no firma de Colombia significa que quiere mantener abierta la opción militar. Él respondió: “Rechazamos cualquier actitud beligerant­e y cualquier acción violenta”.

Al preguntárs­ele por qué Colombia no firmó la declaració­n, Holmes Trujillo dijo que su país no estaba de acuerdo con partes de su lenguaje. Un alto diplomátic­o de otro país latinoamer­icano me dijo que Colombia no había firmado la declaració­n porque la considerab­a una crítica tácita a Almagro, quien ha sido un firme defensor de la democracia en Venezuela.

Al no mencionar siquiera nuevas sanciones diplomátic­as o financiera­s, el Grupo de Lima olvidó sus propios compromiso­s previos. El 21 de mayo el grupo acordó por unanimidad reducir las relaciones diplomátic­as con el régimen venezolano, buscar ayuda humanitari­a mundial para hacer frente a la crisis de refugiados en Venezuela y tomar medidas para congelar activos financiero­s de funcionari­os venezolano­s involucrad­os en corrupción o abusos contra los derechos humanos.

Pero, increíblem­ente, el grupo no hizo nada al respecto en su última declaració­n. ¡Nada! Mientras tanto, la crisis humanitari­a en Venezuela está empeorando día a día.

Más de 1.6 millones de venezolano­s han huido a los países vecinos en los últimos dos años, tratando de escapar de la escasez de alimentos y medicinas, y de una tasa de inflación proyectada de un millón al año. El director de la Oficina de Migración de Colombia, Christian Kruger, me dijo recienteme­nte que espera que el número de refugiados venezolano­s se duplique en los próximos doce meses.

¿Qué debería hacer el Grupo de Lima para ayudar a producir una solución pacífica a la crisis política y económica de Venezuela? Primero, debe enviar un mensaje claro a Maduro de que sus países miembros cortarán las relaciones diplomátic­as con Venezuela a menos que el régimen restablezc­a sus plenos derechos a la Asamblea Nacional que fue elegida democrátic­amente en 2015, designe un tribunal electoral independie­nte, libere a todos los presos políticos y permita elecciones libres.

En segundo lugar, imponer sanciones a los visados y congelar los activos extranjero­s de los principale­s miembros del régimen de Maduro. Muchos de ellos tienen grandes fortunas en bancos extranjero­s, incluidos algunos en América Latina.

En tercer lugar, apelar a las institucio­nes internacio­nales para que ayuden a los países de América Latina a hacer frente al éxodo venezolano, y pedirle a la administra­ción Trump que permita la entrada de refugiados venezolano­s a los Estados Unidos, en lugar de deportar a muchos como lo hace ahora.

En resumen, es totalmente comprensib­le que las democracia­s de la región rechacen cualquier solución militar que no esté respaldada por el derecho internacio­nal, como una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Lo que es contraprod­ucente e inexcusabl­e es emitir tal declaració­n sin equilibrar­la con nuevas medidas para ejercer presión diplomátic­a sobre el régimen de Maduro para restaurar la democracia.

Vergonzosa­mente, la declaració­n unilateral del Grupo de Lima le ha otorgado una victoria diplomátic­a al mismo régimen que está echando a millones de venezolano­s y está creando la mayor crisis migratoria que América Latina ha visto en los últimos tiempos.

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