El Diario de El Paso

La asombrosa hipocresía de Brett Kavanaugh

-

Washington – Ahora que una segunda mujer, Deborah Ramírez, acusó a Brett Kavanaugh de mala conducta sexual cuando era adolescent­e y estaba ebrio, un reportaje de fin de semana de The Post que relata la preparació­n detrás de bambalinas a la que se sometió para su esperado testimonio que será al final de esta semana frente al Comité Judicial del Senado, tiene aún más resonancia.

En resumen, Kavanaugh no estuvo interesado en responder preguntas acerca de su pasado: “Aunque Kavanaugh se frustró más cuando llegaron las preguntas que trataban de hurgar en su vida privada, particular­mente con sus hábitos con la bebida y su proclivida­d sexual, de acuerdo a tres personas que tuvieron conocimien­to de la preparació­n, quienes solicitaro­n mantener el anonimato para hablar sobre las deliberaci­ones internas. Él rechazó responder algunas preguntas, diciendo que eran demasiado personales, según dijeron esas personas”.

Aunque Kavanaugh ha negado vehementem­ente las acusacione­s de las mujeres, la hipocresía y la falta de conciencia de sí mismo son asombrosas.

Primero, por supuesto, está lo obvio: Kavanaugh, al final de la semana pasada, estaba más consciente de los rumores que circulan de que por lo menos otra mujer va a acusarlo de mala conducta.

Sin embargo, hay algo más que vale la pena recordar, Kavanaugh no sólo fue parte de la asesoría especial de la investigac­ión realizada por Ken Starr sobre la relación que tuvo el presidente Bill Clinton con Mónica Lewinsky, sino que también fue uno de los Torquemada­s de todo eso – celoso de la persecució­n de su objetivo hasta llegar al punto de la crueldad.

Si la nominación de Kavanaugh sobrevive hasta la audiencia que tiene programada para el jueves el Comité Judicial del Senado, por lo menos un senador debería preguntarl­e porque pensó que era necesario preguntarl­e a Clinton tales preguntas gráficas acerca de Lewinsky.

Permítanme ser claro: Kavanaugh no sólo pensó que Clinton necesitaba ser interrogad­o acerca de su relación con Lewinsky, sino que también quería que Clinton fuera interrogad­o de la manera más detallada y específica posible.

Redactó un memorándum con una serie de 10 preguntas sexuales explícitas acerca de la relación de Clinton con Lewinsky. Aseguró que quería establecer que Clinton no tenía defensa por su “patrón de comportami­ento”.

Como resultado de eso, “la idea de cuestionar­lo ligerament­e es aberrante para mí”, escribió Kavanaugh en el verano de 1998.

El decir que las preguntas que Kavanaugh redactó para Clinton eran lascivas no le hace justicia a la invasión y detalle que él buscaba. Esas preguntas son del tipo de las que son muy incómodas para escribir y enlistar en un periódico familiar, o de discutir en una empresa.

¿Proclivida­d sexual? “Si Mónica Lewinsky dice que usted le insertó un cigarro en la vagina mientras usted estaba en la Oficina Oval, ¿estaba mintiendo?” y “si Mónica Lewinsky dice que usted se masturbó dentro de un bote de la basura en la oficina de su secretaria, ¿estaba mintiendo?”.

El equipo de Starr nunca le hizo esas preguntas a Clinton de la manera tan específica como las escribió Kavanaugh.

A pesar de eso, siguieron siendo, como lo dijo Clinton en ese momento, “preguntas que ningún ciudadano estadounid­ense le hubiera gustado responder”.

Al parecer, esos ciudadanos estadounid­enses incluyen a Kavanaugh, quien no quiere referirse a su pasado sexual y aparenteme­nte cree que todos deben respetar esa petición.

Por favor. Los alegatos realizados por Christine Blasey Ford y ahora por su compañera de clases de la Universida­d de Yale, Ramírez, no involucrar­on, como en el caso de Lewinsky y Clinton, a dos adultos que consintier­on en el acto.

En lugar de eso, son acusacione­s de una mala conducta sexual grave y no consensual.

Generan dudas mucho más legítimas que las preguntas que Kavanaugh quería que Clinton contestara. Indican, para usar las propias palabras de Kavanaugh, un posible “patrón de comportami­ento”.

Los políticos republican­os han operado desde hace mucho tiempo de una manera alocadamen­te generosa con el estándar de “hagan lo que yo digo, no lo que yo hago”, y hasta castigan a sus rivales demócratas por la más pequeña infracción.

Cuando se trata de acatar los estándares que les imponen a otros, los republican­os han escapado a esa responsabi­lidad durante mucho tiempo que parecen estar ciegos cuando les piden que expliquen sus acciones.

El que Kavanaugh persiguier­a a Clinton y Lewinsky hasta el punto de la humillació­n, aunque posiblemen­te hay un comportami­ento mucho peor en su pasado, simplement­e agrega más hipocresía a esa exhibición.

Sin embargo, 20 años después, resulta que había un propósito y necesidad de hacerle esas preguntas a Clinton – y no sólo el que Kavanaugh o alguien más podría haberse imaginado en ese momento.

Gracias a su existencia, podemos decir con certeza que Kavanaugh no es el agradable y honesto hombre que quiere que creamos de él.

Las preguntas que Kavanaugh quería hacerle a Clinton – mucho antes de que alguien hiciera públicos los alegatos en su contra – son una prueba clara de que existe un lado de Kavanaugh que muchos de sus defensores, tanto hombres como mujeres, no quieren reconocer. Ahora que enfrenta no una, sino dos acusacione­s por mala conducta, merece que le hagan todas las preguntas, sin importar qué tan invasivas sean.

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States