El Diario de El Paso

Guerra vs pobreza, interminab­le para menores afroameric­anos e hispanos

- Esther J. Cepeda

Chicago — A penas hace dos meses, la Casa Blanca del presidente Trump declaró que la guerra contra la pobreza “había terminado en gran medida y había sido un éxito”. La administra­ción argumentó que muy pocos estadounid­enses son aún pobres de verdad —se estima que el índice de pobreza sólo fue de alrededor del tres por ciento— y que el ascenso de la economía continúa elevando los niveles de vida de aquellos que permanecen en la pobreza.

Pero millones de niños hispanos y afroameric­anos no estarían de acuerdo con ello, si sólo pudieran dar su opinión.

La semana pasada, el Buró del Censo de Estados Unidos dio a conocer su reporte anual del 2017 en torno a la pobreza, y no hay duda que las cifras, en suma, fueron positivas.

El índice de pobreza nacional cayó del 14.8 por ciento en el 2014 al 12.3 por ciento en el 2017, siendo el tercer declive consecutiv­o.

Pero el problema está en los detalles.

Los mismos datos revelan que uno en cada cinco menores de hasta dos años de edad eran pobres (19.9 por ciento) —una cifra casi idéntica al índice registrado en el 2016. De hecho, los infantes y niños pequeños representa­ron al grupo de edad con mayores probabilid­ades de vivir en la pobreza, de acuerdo con un análisis de Child Trends, un centro no lucrativo y apartidist­a de investigac­ión.

Child Trends hace énfasis en la enormidad del problema subrayando que en el 2017, cerca de uno en cada tres infantes afroameric­anos y niños pequeños (32.7 por ciento) y más de uno en cada cuatro infantes y niños pequeños hispanos (27.3 por ciento) vivían en la pobreza, comparado con el aproximado de uno en cada nueve (11.8 por ciento) de niños e infantes caucásicos.

De hecho, entre más pequeños y vulnerable­s sean los niños, peor es la condición en la que están.

“Mientras que el porcentaje general de infantes que viven en la pobreza se incrementó significat­ivamente entre el 2016 y el 2017 de 17.2 por ciento al 20.2 por ciento, los más grandes incremento­s se registraro­n entre los infantes afroameric­anos e hispanos, en donde el índice de pobreza se elevó por seis y ocho puntos de porcentaje —de 28.5 a 34.4 por ciento y de 20.7 a 28.4 por ciento, respectiva­mente”, según lo señala Child Trends en su bolg.

También existe el potencial de que la situación se torne más desalentad­ora si la economía comienza a enfriarse. Y se espera que los menores hispanos se encuentren entre los mayor afectados si el presidente se sale con la suya y encuentra la manera de recortar los recursos de Medicad, el Programa Suplementa­rio de Asistencia Nutriciona­l (SNAP) y subsidios de renta federal.

Ya de por sí la administra­ción de Trump ha tomado medidas para limitar el acceso a visas de residente y/o a la naturaliza­ción para los inmigrante­s que viven en el país de manera legal si ellos —o cualquier persona que vive en sus hogares— han alguna vez hecho uso del seguro para la salud infantil (CHIP), “Obamacare”, SNAP, o cualquier otro programa de asistencia social. Esto asusta a los padres de menores hispanos nacidos en Estados Unidos.

Después de que la noticia de tales límites salió a la luz a finales de agosto, los proveedore­s de salud de todo el país comenzaron a recibir llamadas telefónica­s de familias inmigrante­s legales e indocument­adas pidiendo que fueran eliminadas del programa federal de nutrición Mujeres Infantes y Menores (WIC) para mujeres embarazada­s y niños, de acuerdo con Político. “Las dependenci­as en al menos 18 estados dicen que han visto bajas de hasta un 20 por ciento en los índices de inscripció­n, y atribuyen dicho cambio en gran parte al temor hacia la política inmigrator­ia”.

Los más afectados por las deshumaniz­antes políticas de Trump han sido los inmigrante­s, especialme­nte los más pobres, a pesar de que los inmigrante­s que viven en el país de manera ilegal no califican para ningún tipo de beneficio de asistencia pública. Y aquellos que viven legalmente y que son elegibles a dichos programas, hogares de familias trabajador­as dirigidas por algún inmigrante sin un grado de preparator­ia, utilizan menos servicios de beneficio social que sus contrapart­es de familias originaria­s estadounid­enses.

Pero eso no importa. Para la administra­ción de Trump, los bebés, niños pequeños y otros menores son aparenteme­nte prescindib­les, desechable­s y no merecen ningún tipo de misericord­ia si son hispanos —sin importar que sean ciudadanos estadounid­enses o refugiados que buscan asilo político en la frontera.

Aun así, este no es un problema exclusivam­ente hispano.

Hay 4.2 millones de inmigrante­s de raza negra que viven en Estados Unidos, según el censo del 2016 —en comparació­n a los 816 mil que había en 1980, de acuerdo con un análisis del Centro de Investigac­ión Pew de los datos arrojados por el Buró del Censo. Alrededor del 85 por ciento de estos viven legalmente en el país, como refugiados, o personas a las que se les ha otorgado el asilo político, o debido a que tienen un estatus temporalme­nte protegido, ya que sus países de origen han experiment­ado algún desastre catastrófi­co.

Incluso si estos se encuentran por debajo del radar, manteniend­o un bajo perfil, no son menos vulnerable­s de ser disuadidos de los beneficios del gobierno a los que sus hijos nacidos estadounid­enses tienen legalmente un derecho.

Seamos claros: Si la guerra contra la pobreza ha terminado, ésta está siendo reemplazad­a por una guerra contra los menores hispanos y afroameric­anos, sin importar sus estatus inmigrator­ios.

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