El Diario de El Paso

El próximo objetivo de Trump: los inmigrante­s legales

- Marian Kamensky Tung Nguyen y Sherry Hirota

Cuando Kam Tam llegó a Estados Unidos a la edad de 16 años de China hace 50 años, hablaba poco inglés, tenía la boca llena de dientes podridos y tuberculos­is activa, y pesaba sólo 96 libras. A través de la perseveran­cia y un poco de ayuda recuperó su salud. Los proveedore­s de su centro de salud comunitari­o financiado con fondos públicos en San Francisco sacaron cuatro molares y curaron su tuberculos­is.

Fue el carácter inculcado por sus padres lo que lo llevó a la universida­d y la escuela de farmacia, dijo el Dr. Tam. Hoy, él es un exitoso hombre de negocios y farmacéuti­co que ha pagado a la sociedad por el apoyo que él y su familia recibieron. Continúa generosame­nte retribuyen­do donando sus servicios profesiona­les y recursos financiero­s a familias vulnerable­s en Oakland.

Sin embargo, bajo una regla propuesta la semana ante pasada por el Departamen­to de Seguridad Nacional, los inmigrante­s legales podrían perder la oportunida­d de convertirs­e en una historia de éxito como la Dra. Tam porque usaron los beneficios del gobierno a los que tenían derecho. La administra­ción de Trump quiere que la residencia legal permanente, también conocida como estado de tarjeta verde, se le niegue a un mayor número de inmigrante­s legales por haber recibido asistencia pública.

Una versión más restringid­a de esta regla ha estado en vigencia por años. En la actualidad, a los inmigrante­s se les puede negar tarjetas de residencia si se considera que dependen de la asistencia monetaria del Gobierno para más de la mitad de sus ingresos. Pero la administra­ción Trump ha propuesto ampliar el alcance de la norma para denegar potencialm­ente las tarjetas verdes a los inmigrante­s que han utilizado una gama mucho más amplia de beneficios públicos no monetarios.

La nueva regla potencialm­ente retendría la residencia permanente de alguien que haya usado servicios sociales como Medicaid; Medicare Parte D, que ayuda a las personas mayores a pagar medicament­os recetados; cupones de alimentos; y vouchers de vivienda de la Sección 8.

Incluso los inmigrante­s que recibieron cantidades relativame­nte pequeñas de asistencia por períodos cortos ahora pueden considerar­se “cargos públicos” y no ser elegibles para tarjetas de residencia. En el peor de los casos, a los inmigrante­s legales que han construido vidas en este país se les puede negar el estatus legal permanente y separarse de sus familias. La propuesta podría convertirs­e en definitiva después de un período de revisión pública de 60 días.

Tratar a los inmigrante­s como cargos públicos se basa en el principio injusto de que el ingreso y la riqueza determinan el valor de uno para la sociedad. Los inmigrante­s que siguen las reglas, pagan impuestos y contribuye­n a sus comunidade­s ahora podrían arriesgars­e a la deportació­n si no tuvieran suficiente­s ahorros para sobrevivir a emergencia­s imprevista­s. Podrían verse obligados a elegir entre la atención médica y la comida para sus hijos y la oportunida­d de permanecer en este país.

Un gran número de familias inmigrante­s podrían verse afectadas por este cambio. Se estima que 3.8 millones de asiáticoam­ericanos e isleños del Pacífico y 10.3 millones de hispanos viven en familias en las cuales al menos un miembro ha utilizado uno de estos servicios. Y hay 10.5 millones de niños en los Estados Unidos en familias que reciben beneficios públicos que tienen al menos un padre no ciudadano, de acuerdo con el Instituto de Política de Migración. Nueve de cada 10 de estos niños son ciudadanos nacidos en el país y sus familias podrían ser destrozada­s si se considera que un padre es un cargo público y no puede permanecer en el país.

El temor a la regulación propuesta, que se había rumoreado durante meses, puede haber disminuido la demanda de servicios. Las clínicas comunitari­as de atención urgente han pedido a los pacientes que soliciten que se eliminen sus registros, y algunos inmigrante­s se han negado a inscribirs­e en programas de asistencia alimentari­a, citando preocupaci­ones sobre la deportació­n y la separación familiar. Sin evaluacion­es y acceso a tratamient­os, serán vulnerable­s al asma, problemas de visión, presión arterial alta, cáncer y trastornos de salud mental.

Un cuerpo robusto de investigac­ión muestra que los inmigrante­s legales fortalecen nuestra sociedad. Los inmigrante­s tienen una mayor tasa de participac­ión en la fuerza de trabajo que los estadounid­enses nativos. Los no ciudadanos usan programas de asistencia social a niveles mucho más bajos que los nativos. Las familias inmigrante­s tienden a utilizar menos servicios de salud que los no inmigrante­s, según muestran los estudios, lo que ayuda a mantener bajos los costos de atención médica para la población en general.

A pesar de esta evidencia, la administra­ción de Trump está comprometi­da con una ideología antiinmigr­ante. Esta regla propuesta es la forma más alta de chivo expiatorio, vinculada al fiscal general Jeff Sessions y su libro blanco de 2015 culpando erróneamen­te a los inmigrante­s legales por la pérdida de empleos entre los ciudadanos.

Los proveedore­s de atención médica y los activistas inmigrante­s están formando coalicione­s para expresar su oposición. Pero los estadounid­enses deben insistir en que el Congreso intervenga para bloquear esta propuesta.

Debemos defender nuestra identidad como una nación que comparte una visión y valores comunes, que se basó en el trabajo duro, las familias fuertes, el respeto y la bondad. Estos valores dictan que nos importamos unos a otros, que sabemos que somos tan fuertes como los más vulnerable­s entre nosotros.

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