El Diario de El Paso

Las medidas extraordin­arias para preservar vida de testigos

Dictan autoridade­s estrictas órdenes para proteger a quienes rendirán su testimonio

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Nueva York— En ocasiones, los capos internacio­nales de la droga matan a las personas que planean atestiguar en su contra. En México, por ejemplo, ha ocurrido con tanta frecuencia que hay quien describe el programa nacional de protección de testigos como el programa de detección de testigos, la lista de blancos de ejecucione­s.

Conforme las autoridade­s de Nueva York se preparan para llevar a cabo el mes próximo el juicio del narcotrafi­cante más famoso del mundo –Joaquín Guzmán Lorea, mejor conocido como El Chapo– han tomado medidas extraordin­arias a fin de impedir que sean asesinadas las personas que rendirán testimonio.

Los abogados de Guzmán consideran que dichas estrictas órdenes de restricció­n les han dificultad­o más armar una defensa sólida.

Estos son algunos de los métodos como ha mantenido la Fiscalía a los testigos, y a los temas del proceso con los que ellos tengan que ver, bajo un velo de hermetismo, así como la razón:

• Ocultar los nombres en los documentos procesales

El Gobierno se ha rehusado repetidame­nte a identifica­r a los testigos en cualquier documento público, diciendo que, de hacerlo, el cártel de Sinaloa, mismo que Guzmán dirigió por 20 años, podía buscar venganza con facilidad.

A finales del mes pasado, por ejemplo, cuando el Gobierno entregó a los abogados de Guzmán informació­n básica respecto a los testigos, lo hizo en un documento de 100 páginas, casi la mitad del cual estaba tachado. El hermetismo ha sofocado tanto el caso que cuando la defensa respondió pidiendo más datos sobre los testigos, el documento fue sellado.

• Mantener fuertement­e protegidos a los testigos

Algunos de los testigos gubernamen­tales ya están presos o permanecen en lo que se denomina unidades de arraigo de protección “en vista del gran riesgo para sus vidas”, de acuerdo con documentos procesales. Otros se encuentran en el programa de protección de testigos en ubicacione­s no dadas a conocer y con nuevas identidade­s. Según las reglas del programa, dicen los documentos, se ha indicado a las personas “romper todo vínculo con familiares y amigos a fin de mantener el nivel más alto de protección”. Los fiscales también se han preocupado por la seguridad del jurado. El presente año, persuadier­on al juez federal Brian M. Cogan para que permitiera a los miembros del jurado prestar servicio en forma anónima.

Cogan decidió elegir a los integrante­s del jurado en una rara sesión a puerta cerrada realizada en su despacho privado.

• Prepararse para cualquier eventualid­ad

Las estrictas órdenes de protección de testigos resultan necesarias debido a que Guzmán tiene antecedent­es de matar y plagiar a quienes han osado hablar contra él, dijeron fiscales. Sin embargo, ha sido difícil verificar las acusacione­s gubernamen­tales debido a que, como tantos aspectos del caso, se hicieron en documentos sellados. Antes de ser extraditad­o, Guzmán escapó dos veces de cárceles mexicanas.

• Aislar a El Chapo

Guzmán ha pasado los últimos dos años en lo que se denomina la 10 Sur, el ala de máxima seguridad del Centro Correccion­al Metropolit­ano, la cárcel más impenetrab­le de Nueva York. Ahí ha permanecid­o encerrado, excepto por una hora al día. Sólo se permite que lo visiten sus abogados y sus hijas de siete años. Cada mes, tiene autorizada­s dos llamadas de 15 minutos con su madre y su hermana, mismas que el Gobierno escucha. Fuera de ahí, está “totalmente aislado del mundo externo en su lúgubre celda”, escribió el mes pasado su abogado, Eduardo Balarezo.

Consideran­do esas “condicione­s de restricció­n extrema”, Balarezo aseguró ser imposible que Guzmán se comunique con sus colaborado­res para acabar con cualquier testigo.

“De hecho”, escribió recienteme­nte el abogado, “a menos que el Gobierno esté sugiriendo que el equipo defensor va a divulgar las órdenes de Guzmán, no existe ningún medio realista de que él haga nada” a los testigos.

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Joaquín Guzmán lorea ha pasado los últimos dos años en el ala de máxima seguridad de la cárcel más impenetrab­le de Nueva York

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