El Diario de El Paso

Hay señales de una estrategia en acuerdos comerciale­s

- • Neil Irwin

Nueva York— Cualquiera que haya estado observando con atención la estrategia del gobierno de Trump para replantear el comercio global, quizás a veces haya creído, de manera razonable, que no existía estrategia alguna para lograr ese objetivo.

No obstante, eso ha cambiado en las últimas semanas y ha comenzado a surgir un enfoque más coherente, pese a que no parece tener garantía de éxito.

La estrategia que se ha consolidad­o es más o menos esta: el presidente ha estado arremetien­do contra sus aliados tradiciona­les, incluyendo Canadá, México, la Unión Europea, Japón y Corea del Sur. Los ha embestido públicamen­te poniendo aranceles sobre el acero y el aluminio y amenazando con gravar sus automóvile­s. Pero esencialme­nte, eso ha sido solo para ablandarlo­s con el fin de obtener concesione­s moderadas y favorables para los intereses de Estados Unidos.

Esto se ha logrado mediante un acuerdo comercial con Corea del Sur a finales de septiembre y un nuevo NAFTA, ahora llamado USMCA, que se concretó el fin de semana pasado.

Ahora que el gobierno ha demostrado con esos acuerdos que puede conseguir el sí, se espera que sigan acuerdos en términos similares con Europa y Japón. Después de que se pongan en marcha los acuerdos modificado­s con esos aliados, lo más probable es que el gobierno quiera hacer un trabajo concertado entre ellos con el fin de aislar a China e imponer cambios importante­s a las empresas y las prácticas comerciale­s chinas.

En otras palabras, la meta final es reajustar las relaciones económicas entre China y el resto del mundo. Tal vez el proceso sea largo y doloroso, pero la idea es que es un proceso de varias etapas para ganar más fuerza con el fin de obligar a China a que permita que las empresas estadounid­enses vendan su mercancía y trabajen con libertad, sin que les roben la tecnología. Además, eso afianza a Estados Unidos en una rivalidad geopolític­a que se está volviendo más tensa, como lo expresó el vicepresid­ente Mike Pence en un discurso la semana pasada.

Una prueba reveladora de esta estrategia es una cláusula del nuevo tratado de América del Norte que dificultar­á a México o a Canadá negociar un acuerdo comercial con una economía “no sujeta a las leyes del mercado”, como China, sin poner en riesgo su acceso privilegia­do al gran mercado estadounid­ense.

Larry Kudlow, asesor económico de la Casa Blanca, describió esta estrategia el jueves en el Club Económico de Washington. “Sobre todo y ante todo, China”, dijo en algún momento.

“Existen muchas prácticas comerciale­s desleales y la mayor responsabl­e es China”, afirmó. El gobierno pudo cerrar el nuevo acuerdo de América del Norte, señaló, con “una combinació­n de presión y negociació­n”.

“Ahora estamos tratando otra vez con la Unión Europea, estamos en pláticas de nuevo con Japón, y estamos avanzando hacia lo que he descrito como una coalición comercial de voluntades para confrontar a China”, comentó Kudlow. (No señaló que había tomado prestado un término empleado para referirse también a los aliados que se unieron en la invasión a Irak en 2003, a la cual el presidente Donald Trump ha calificado de desastrosa).

La percepción actual entre los analistas de que el gobierno ha estado procurando una sola estrategia coherente contrasta con la que se tenía en la primera parte de este año. En ese entonces, al menos desde fuera, parecía que el gobierno estaba cambiando sus planteamie­ntos cada semana, y en ocasiones cada día. Con frecuencia ha parecido que ha habido una serie de acciones improvisad­as, con diferentes altos funcionari­os a favor de distintos planteamie­ntos.

Los aranceles al acero y al aluminio se iban a aplicar a todas las importacio­nes, luego se otorgaron exenciones a los aliados cercanos, pero dos meses después dejaron de estar exentos.

Parecía haber un acuerdo para aumentar las importacio­nes chinas de productos agrícolas y energético­s estadounid­enses, lo cual logró una paz comercial que se desmoronó algunos días después, cuando Trump cambió de rumbo y exigió cambios más profundos en la economía y las prácticas comerciale­s chinas.

Ahora, con el nuevo acuerdo de América del Norte, es más fácil ver la forma en que encajan las diferentes piezas de Trump. Parece que la cláusula de “no sujeción a las leyes del mercado” fue diseñada para otorgarle a Estados Unidos poder de veto sobre cualquier acuerdo que Canadá o México pudieran buscar con China.

No obstante, el hecho de que exista una estrategia más coherente que en el pasado reciente en la postura gubernamen­tal hacia el comercio global no quiere decir que funcionará, y hay muchas razones para ser escépticos.

“Sí creo que haya una estrategia, pero eso no significa que sea una buena estrategia”, señaló Mary E. Lovely, catedrátic­a de la Universida­d de Siracusa y miembro del Instituto Peterson para la Economía Internacio­nal. “Emplearán estos acuerdos bilaterale­s para obligar a los países a alinearse detrás de Estados Unidos con respecto a China. Pero ¿cuál será el siguiente paso cuando lo logremos? No sé cuál sea la meta final”.

Sin embargo, ahora se pueden ver claras algunas cosas que al principio del verano no eran nada evidentes.

El gobierno de Trump no está buscando nada más hacer estallar las cosas; mientras los negociador­es puedan alcanzar la victoria para los intereses de Estados Unidos, hay acuerdos a los que se puede llegar con los aliados. Y por muy desagradab­les que sean los enfrentami­entos comerciale­s con Europa, Canadá o Japón, en realidad solo son una preparació­n para una guerra comercial con China.

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