El Diario de El Paso

La difamación de los demócratas será más atroz

- • Armando González

Miami – Después de casi tres meses en la primera plana de las noticias, la nominación de Brett Kavanaugh a la Corte Suprema, convertida en un vergonzoso circo por los senadores demócratas y sus partidario­s en la izquierda, ha llegado a su fin.

Kavanaugh es ahora, oficialmen­te, parte de la Corte Suprema. Por primera vez desde la década de 1930, la Corte cuenta con una mayoría que interpreta­rá la Constituci­ón como fue escrita y se abstendrá de legislar desde sus posiciones.

Kavanaugh sobrevivió la maquinaria difamatori­a de la izquierda que no vaciló en achacarle cualquier acusación, por absurda que fuera, para evitar su confirmaci­ón. Y, por último, apelar al recurso clásico, “character assassinat­ion” o destrucció­n de su personalid­ad.

Pero todo eso falló, y ahora la izquierda enfrenta lo que tanto temía: tener que lograr su filosofía desde el poder legislativ­o, porque no podrá contar con una Corte Suprema que les entregue lo que no pueden lograr legislativ­amente.

Pero, a pesar de su falsedad, las calumnias demócratas casi funcionaro­n. Vivimos en una sociedad trastornad­a donde los prejuicios y la histeria guían la opinión pública y la capacidad de decidir. Para los oponentes de Kavanaugh, ningún volumen de buena lógica cambiará su forma de pensar. Ellos saben lo que saben y están dispuestos a actuar de nuevo basados en su odio, en su ira.

Como esta es la realidad, una sociedad polarizada políticame­nte, no esperemos que los demócratas echen a un lado su maquinaria de difamación. Mientras el presidente Donald Trump rehace el Poder Judicial, de nombramien­to en nombramien­to, la difamación demócrata continuará aún más grotesca y atroz.

En el futuro de la Corte, la lógica del calendario indica que la próxima vacante puede ser producida por la ausencia de Ruth Bader Ginsburg. Con 85 años de edad, no nos debe sorprender que Ginsburg produzca la próxima vacante.

Se ha dicho que la favorita para reemplazar­la es la juez Amy Coney Barrett, profesora de Derecho en la Universida­d de Notre Dame y juez en la Corte de Apelacione­s del Séptimo Circuito. Barrett asistió en la Corte Suprema y sirvió en el Comité de Reglas de Apelación. Fue profesora en las Universida­des de George Washington y Virginia, y ha publicado extensamen­te en revistas de Derecho. Su nominación al Séptimo Circuito recibió el apoyo de 70 profesores de Derecho entre otros.

Barrett es una mujer casada, provida, con siete hijos. Ella y su esposo adoptaron a dos de esos hijos, ambos de la raza negra. Barrett es una persona realmente admirable.

Pero en 2017, cuando Trump la nominó para el Séptimo Circuito de Apelacione­s, su nominación fue atacada por los demócratas en el Comité de Asuntos Judiciales del Senado. En lugar de explorar la impresiona­nte carrera de Barrett, los senadores demócratas Diane Feinstein (California) y Dick Durbin (Illinois) se concentrar­on en la fe católica de Barrett. Actuando como árbitros en cuestiones de fe y moralidad, Feinstein y Durbin se dedicaron a determinar si la nominada era “demasiado católica” para entregarle una responsabi­lidad judicial. Durbin le preguntó, “¿usted se considera una católica ortodoxa?”. Feinstein terminó la entrevista diciéndole: “El dogma católico vive dentro de ti, y eso nos preocupa”. Por suerte la intoleranc­ia anticatóli­ca falló y Barrett fue confirmada por el Senado y hoy sirve con distinción en la Séptima Corte.

Así que, ¿qué sucedería si es nominada a la Corte Suprema? ¿Debemos esperar que los Demócratas analicen su memoria anual de high school para determinar si ella tomaba bebidas alcohólica­s? Después de lo que aprendimos en la odisea de Kavanaugh no parece que haya límites en cuanto a cuan bajo pueden caer los demócratas.

En una exitosa comedia cinematogr­áfica hay una escena en que un grupo de idiotas enjuician a una mujer por practicar brujería. Un testigo reclama, falsamente, que la acusada lo convirtió en una salamandra. Como el acusado es un hombre, su acusación es contradict­oria por simple deducción y sentido común, lo cual no es diferente a las absurdas acusacione­s contra el juez Kavanaugh.

¿Estoy sugiriendo que los demócratas, la prensa y el resto de la izquierda acusarán a Amy Coney Barrett de brujería? ¿Quién sabe? Tendría tanto sentido como la locura irracional, inmoral y sin base que produjo los ataques a Kavanaugh.

Tiempos desesperad­os requieren medidas desesperad­as. No esperemos que los demócratas acepten perder su influencia en el poder judicial. Sin esa influencia, los demócratas saben que no podrán imponer sus ideas sociales. Así que esperemos. La demencia solo ha comenzado.

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