El Diario de El Paso

Surgen nuevas dudas sobre Trump y los derechos humanos

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Washington – En la presidenci­a de Donald Trump, que antepone los intereses de Estados Unidos por sobre cualquier otra cosa, ¿dónde quedan los derechos humanos?

La negativa de Trump a presionar públicamen­te a Arabia Saudita para que esclarezca lo sucedido con el periodista Jamal Khashoggi renueva viejos interrogan­tes sobre su política exterior. En sus tratos con Rusia, con Asia y, esta semana, con el Medio Oriente, Trump a menudo parece más cómodo restando importanci­a a posibles abusos de los derechos humanos y al liderazgo moral de Estados Unidos en ese terreno. Y sus acciones y sus palabras pueden responder a considerac­iones económicas o de seguridad.

En una entrevista con la Associated Press del martes, Trump reiteró que la familia real saudita había negado papel alguno en la aparente muerte de Khashoggi y dio a entender que confiaba en su palabra.

“Hablé con el príncipe heredero. Me dijo que él y su padre no sabían nada. Y eso fue muy importante”, expresó Trump. Comparó las sospechas de que Khashoggi fue asesinado en el consulado turco en Estambul, como afirman las autoridade­s turcas, con las denuncias de abuso sexual que recayeron sobre el juez de la Corte Suprema Brett Kavanaugh durante su proceso de confirmaci­ón. En ambos casos, planteó, fueron considerad­os “culpables hasta que demostrase­n lo contrario”.

No muchos líderes estadounid­enses osarían tildar a Arabia Saudita de inocente. Esa nación se involucró en una sangrienta guerra civil en Yemén, en la que han muerto miles de civiles y que exacerbó una hambruna que ya de por sí había causado numerosos decesos. A nivel interno, la monarquía regula es estrictame­nte la libertad de expresión y dispone cómo se debe vestir la gente. Sus servicios de seguridad, por otro lado, han sido acusados de torturas.

Trump no ha mostrado interés alguno en pedir rendición de cuentas al reino sobre Khashoggi, ni en cuestionar al presidente ruso Vladimir Putin en torno a algunos asesinatos o al líder norcoreano Kim Jong Un en relación con los presos políticos. En situacione­s en las que otros presidente­s de Estados Unidos, de ambos partidos, promoviero­n los valores y los ideales del país – por más que sus acciones no los reflejasen– Trump rara vez aprovechó la ocasión para hacer lo mismo. Por el contrario, dice lo que otros jamás dirían y apoya abiertamen­te las concesione­s que hace en beneficio de los intereses nacionales.

“No vamos a darle la espalda a Arabia Saudita. No quiero hacer eso”, declaró el miércoles a Fox Business News.

Trump dejó en claro que le da prioridad a la economía del país por sobre considerac­iones morales.

“No quiero impedir que enormes cantidades de dinero lleguen a nuestro país”, afirmó la semana pasada. “Sé que hablan de distintos tipos de sanciones, pero (los saudíes) están gastando 110 mil millones de dólares en equipo militar y en cosas que generan empleos en este país. No me gusta la idea de frenar una inversión de 110.000 millones de dólares en Estados Unidos”.

Empleados de la Casa Blanca dicen que Trump a veces se muestra renuente a criticar a ciertos líderes mundiales en público –como cuando no contradijo a Putin en su encuentro en Helsinki– pero sí está dispuesto a transmitir mensajes más fuertes a puertas cerradas. Aseguran

La nula presión por esclarecer muerte de periodista genera muchas preguntas

que eso fue lo que hizo con Kim y con el egipcio Abdel Fattah el-Sisi, dos gobernante­s autoritari­os que terminaron liberando estadounid­enses que estaban presos en sus países.

La política de Trump, no obstante, no le cae bien ni siquiera a algunos de sus aliados republican­os en el Congreso.

Su partido promovió por años la noción de que Estados Unidos tenía la obligación de impulsar sus valores y los derechos humanos, e incluso de intervenir cuando esos valores eran cuestionad­os. Algunos correligio­narios exhortan a Trump a que no abandone esa postura.

“Nuestra política exterior debe girar en torno a ciertos valores”, afirmó el senador republican­o John Kennedy.

Trump niega preferenci­a alguna por dictadores, pero deja flotando la sensación de que el liderazgo de Estados Unidos no va más allá de sus fronteras.

Las relaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí son complejas. Las dos naciones tienen muchos vínculos militares, económicos y en temas de energía e inteligenc­ia. El gobierno de Trump ha buscado con énfasis el apoyo de los sauditas a su política hacia el Medio Oriente de contrarres­tar la influencia iraní, combatir el extremismo y tratar de impulsar un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos.

El gobierno de Trump da mucha importanci­a a la estrecha relación que forjaron el yerno del mandatario Jared Kushner y el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, quienes mantienen contactos frecuentes.

A pesar de apoyar una prohibició­n al ingreso de personas provenient­es de países con mayoría musulmana, el primer viaje de Trump al exterior como presidente fue a Arabia Saudí.

Arabia Saudita transfiere 100 millones de dólares a EU el día de la visita de Pompeo para hablar sobre periodista desapareci­do

WP

Arabia Saudita entregó a Estados Unidos un pago de 100 millones de dólares el martes, el mismo día que el secretario de Estado Mike Pompeo llegó a Riad para hablar acerca de la desaparici­ón del periodista Jamal Khashoggi, confirmó el miércoles un funcionari­o del Departamen­to de Estado en el marco de los llamados mundiales para que se den respuestas sobre el caso.

Arabia Saudita prometió públicamen­te en agosto el pago a fin de apoyar las medidas de estabiliza­ción que Estados Unidos lleva a cabo en Siria, si bien persistier­on dudas en torno a la fecha de la entrega y si ésta se concretarí­a.

El momento de la transferen­cia despertó dudas respecto a las posibilida­des de soborno en un momento cuando Riad trata de contener las repercusio­nes negativas de las acusacione­s de que agentes sauditas fueron responsabl­es de la desaparici­ón de Khashoggi.

El Departamen­to de Estado rechazó cualquier nexo entre el pago y las pláticas de Pompeo con funcionari­os sauditas en torno al periodista.

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La poLítica exterior del mandatario es cuestionad­a

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