De altos vuelos
El modelo 2018 de la Lincoln Navigator claramente está basado en el Navigator Concept del 2016, pero sin las enormes e imprácticas alas de gaviota que tenía aquel conceptual
La primera generación de la Lincoln Navigator dejó huella. Inició como modelo 1998 y fue la primera SUV de una marca premium de su clase en el mercado. Su éxito fue tal que General Motors apresuró la salida de la Cadillac Escalade y su improvisación entonces era palpable.
Las siguientes generaciones, aunque agradables, de alguna forma se perdieron en el mar de SUV y dejaron de lucir como aquella primera generación. Pero ahora, las cosas prometen ser diferentes, con una cuarta generación lanzada este 2018.
Lo primero que destaca es el diseño. El modelo claramente está basado en el Navigator Concept del 2016, pero sin las enormes e imprácticas alas de gaviota que tenía aquel conceptual.
Así, lo que tenemos es una gran parrilla al frente, con la silueta del emblema de la marca en cromo en el centro y formando la misma parrilla. Aunque las esquinas son suavizadas, sigue siendo un modelo muy cuadrado y con líneas muy horizontales. No muy lejos del diseño de la Ford Flex en cuanto a línea de cintura y de techo.
El exterior se diferencia bien de las opciones de Ford; pero es el interior el que realmente llama la atención. En todos los sentidos la Navigator luce como un modelo Premium y, aunque hay algunos detalles como la apertura de las puertas y algunos botones que son compartidos con la marca del óvalo, en ningún momento se siente menos que lujo.
Los asientos son los mismos o muy similares a los que encontramos en el Continental. Con innumerables controles y ajustes además de la opción de masajes para hacer los viajes menos cansados. El uso del cromo es abundante pero, aunque es muy al estilo americano no es excesivo o está bien diseñado en su aplicación.