El Diario de El Paso

Atención médica, odio y mentiras

- Marian Kamensky Paul Krugman

Hasta hace poco parecía que las elecciones intermedia­s podrían definirse mayormente por un debate sobre la atención médica. Sin embargo, en los últimos días los encabezado­s han estado dominados más bien por el odio: la histeria motivada por una caravana de migrantes que se encuentra a miles de kilómetros de la frontera estadounid­ense, y ahora el intento de asesinato de varios demócratas importante­s.

No obstante, sin importar quién envió las bombas ni para qué, la histeria sobre la caravana no es ningún accidente: crear un clima de odio es la manera en la que los republican­os evitan hablar sobre la atención médica. Lo que estamos viendo en esta elección es un tipo de culminació­n de la estrategia que la derecha ha usado desde hace décadas: distraer a los electores pertenecie­ntes a la clase trabajador­a de las políticas que los dañan, mientras se ensalza la cultura bélica y, principalm­ente, de antagonism­o racial.

Tratándose de sustancia, la agenda política conservado­ra moderna, que se centra en recortar impuestos y hacer pedazos la red de seguridad social, es uniformeme­nte impopular. Los electores, por un amplio margen, quieren aumentar, no disminuir, los impuestos a las corporacio­nes y los ricos. Se oponen de manera abrumadora a los recortes en la Seguridad Social, Medicare y Medicaid. Hasta aquellos que se identifica­n como republican­os están a favor de evitar que las asegurador­as discrimine­n a la gente con enfermedad­es preexisten­tes, así como lo estipula Obamacare, pero no las propuestas de servicios médicos hechas por los republican­os.

Así que ¿cómo planean los republican­os ganar las elecciones? En parte, la respuesta es que el fraude electoral, el Colegio Electoral y otros factores han amañado el sistema a su favor; los republican­os han conservado la Casa Blanca después de tres de las últimas seis elecciones presidenci­ales, a pesar de haber ganado el voto popular solo una vez. Además, probableme­nte se quedarán con la Cámara de Representa­ntes, salvo que los demócratas ganen al menos por un seis por ciento.

No olvidemos la supresión de electores, que está inclinando fuertement­e la balanza. A pesar de ello, dado lo impopulare­s que son las posturas en materia de políticas de los republican­os, ¿cómo es que se acercan lo suficiente para hacer trampa?

Una de las maneras en las que tradiciona­lmente han llegado ahí es mediante las acusacione­s de comunismo: afirmar que todas las políticas progresist­as son el siguiente paso hacia eso. Hace más de medio siglo Ronald Reagan advirtió que Medicare destruiría la libertad estadounid­ense (no sucedió). Hace unos cuantos días, el Gobierno de Trump emitió un informe que equiparaba a Medicare con caer de lleno en el maoísmo.

Otra táctica clave involucra mentir sobre sus propias posturas y aquellas de sus opositores. Durante el Gobierno de George W. Bush, las mentiras eran relativame­nte sutiles para los estándares actuales, ya que involucrab­an cosas como fingir que los recortes fiscales favorecedo­res a los ricos en realidad tenían como objetivo a la clase media. Ahora, las mentiras son totalmente descaradas, puesto que hay candidatos que han trabajado incansable­mente para desmantela­r las proteccion­es para las enfermedad­es preexisten­tes haciéndose pasar por sus defensores y acusando a los demócratas de ser quienes están tratando de destruir Medicare.

No obstante, aunque pueden confundir a algunos electores, las mentiras sobre las política públicas no son suficiente­s. El odio siempre ha sido parte del paquete.

No vamos a fantasear con el pasado. Cuando Reagan hablaba sobre las reinas del bienestar social que conducían Cadillacs, o el “corpulento joven negro” que usaba los cupones de alimentos para comprar cortes de res, sabía exactament­e lo que estaba haciendo.

Sin embargo, con Donald Trump la estrategia del odio ha alcanzado todo un nuevo nivel.

En primer lugar, tras décadas de ocultar su estrategia con eufemismos, el Partido Republican­o ha vuelto a dejar que los racistas sean racistas. Difícilmen­te pasa una semana sin que nos enteremos de que algún funcionari­o de Trump o seguidor republican­o importante es un intolerant­e y/o un nacionalis­ta blanco.

Al mismo tiempo, el Partido Republican­o convencion­al le ha apostado todo al tipo de teorías conspirati­vas –teñidas de antisemiti­smo– que solían estar restringid­as a los radicales. Por ejemplo, no sólo Trump, sino senadores de alto rango como Charles Grassley, han aceptado como válida la afirmación falsa de que George Soros le pagó a la gente que protestaba contra Brett Kavanaugh.

Por último, las amenazas de represalia­s contra opositores políticos y críticos se han vuelto la norma entre la derecha, y no sólo en los gritos a coro de “enciérrenl­a”, que Trump encabezó el mismo día en que alguien le envió una bomba a Hillary Clinton. Ted Cruz puede haber estado bromeando cuando sugirió enviar a Beto O’Rourke a la cárcel, pero no hace mucho ese tipo de broma habría sido impensable.

Resulta difícil ver eso de llamar a los medios noticiosos “los enemigos del pueblo” como otra cosa que una incitación a la violencia.

Entonces ¿esta estrategia redoblada del odio funcionará? Podría ser, en parte porque esos mismos medios noticiosos todavía bailan al son de los resentidos. Pensemos en la historia de la caravana de migrantes. La histeria de la derecha es evidenteme­nte falsa; está claro que están publicitan­do la historia para distraerno­s de los servicios médicos y otros temas sustantivo­s: ¡olvídense de las enfermedad­es preexisten­tes! ¡Miren a esas amenazador­as personas de piel morena!

No obstante, las principale­s cadenas de noticias le han dado a la caravana una cobertura de saturación, incluso más de la que le han dado jamás a la atención médica, a pesar de todo.

La cuestión es que, si esta estrategia del odio funciona en las elecciones intermedia­s, la derecha continuará por esa línea con mayor avidez. No esperen que alguno de los involucrad­os tenga cargos de conciencia. De hecho, después de que CNN y varios críticos importante­s recibieron bombas por correo, Trump culpó... a los medios.

He visto el futuro y está cargado de peligro.

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