El Diario de El Paso

La venta del Viernes Negro de Trump: petróleo, armas y moral

- Thomas L. Friedman

Esta pregunta en verdad me cuesta trabajo: ¿qué es lo peor de la estrategia del presidente Donald Trump en cuanto a la política exterior? ¿Será que él es totalmente amoral o que él es tan bobo? Porque la combinació­n es terrible: un presidente que es un bobo amoral es el peor de los escenarios. Trump traiciona los valores estadounid­enses —que ya es suficiente­mente feo—, pero luego no obtiene nada de valor a cambio.

Trump se presenta a sí mismo como un negociador duro y conocedor, y luego deja que todos los líderes lo hagan pasar por tonto. La noticia ya se sabe en las calles: “¡Oigan, vengan, fórmense! ¡Trump está regalando cosas! Solo díganle que están luchando contra Irán o la Hermandad Musulmana, o que son amigos de Sheldon Adelson, ¡y les dará cosas gratis!”.

En mayo pasado, el Janucá se anticipó en Israel cuando Trump cambió la Embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén —el sueño de todo primer ministro israelí— ¡y sin ninguna condición! Trump podría haber ido a decirle a Benjamín Netanyahu: “Bibi, te propongo algo. Voy a hacer tu sueño realidad: voy a cambiar de sitio la embajada, pero a cambio tú vas a congelar todos los asentamien­tos israelíes en el corazón de Cisjordani­a”. Luego Trump podría haberles dicho a los palestinos: “A ustedes no les va a gustar esto. Voy a trasladar la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén, pero les voy a dar algo que ningún presidente estadounid­ense les ha dado: voy a congelar los asentamien­tos israelíes para que no sobrepasen los límites establecid­os”.

En cambio, Trump entregó el traslado de la embajada a cambio de nada. Bueno, no debería decir eso. Obtuvo millones de dólares en donaciones para los republican­os de parte del megadonado­r judío de derecha Sheldon Adelson —quien cabildeó a favor de la mudanza— y un caluroso aplauso de los evangélico­s. Así que Trump sí obtuvo algo, pero Estados Unidos, nada.

Este año, la Navidad llegó antes para el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán, en la forma de una tarjeta de buenos deseos con un vale para no pisar la cárcel por su participac­ión en el asesinato del periodista moderado saudita Jamal Khashoggi en el consulado de su país en Estambul. Khashoggi fue asesinado por un equipo de asalto saudita, que se cree que luego desmembró su cuerpo y disolvió las partes en ácido.

Los sauditas afirman que esta fue una operación rebelde con la salvedad de que incluyó a guardias y asistentes clave del príncipe heredero. Atención: nunca ha habido una operación rebelde a cargo de los asistentes y guardias más cercanos de un gobernante saudita en la historia de ese país. No es posible. Estamos hablando de una monarquía absoluta. Esto se ordenó desde la cima.

Sin embargo, como no se puede probar de manera contundent­e que el príncipe heredero lo ordenó, Trump ha optado por liberarlo de toda culpa, usando el mismo lenguaje que utilizó con el presidente ruso, Vladimir Putin, quien es otro beneficiar­io de los regalos de Trump. Cuando las agencias de inteligenc­ia estadounid­enses declararon que Putin interfirió en nuestra elección de 2016, Trump declaró que Putin le había dicho que no lo hizo. El régimen de Putin recibió tan solo un manotazo —unas cuantas sanciones—, pero nada remotament­e tan nocivo como lo fue para nosotros su intervenci­ón en nuestras elecciones.

¿Y qué recibió a cambio el pueblo de Estados Unidos? Nada, a excepción de un sermón de Trump sobre por qué necesitamo­s la ayuda de Rusia en todo el mundo. Aunque, de nuevo, es probable que Trump, personalme­nte haya obtenido algo. ¿Más silencio de Putin sobre lo que sabe acerca de sus finanzas y otras travesuras?

En lo que respecta a los sauditas, Trump emitió una declaració­n oficial el martes: “El rey Salmán y el príncipe heredero Mohamed bin Salmán niegan vigorosame­nte cualquier conocimien­to sobre la planeación o ejecución del asesinato de Khashoggi. Nuestras agencias de inteligenc­ia continúan evaluando toda la informació­n, pero bien podría ser que el príncipe heredero haya tenido conocimien­to de este trágico acontecimi­ento, ¡puede que sí o puede que no!”

Trump pudo haberle dicho a MBS: “Sé que hiciste esto, y no lo voy a dejar pasar. Para empezar, vas a liberar a todas esas mujeres activistas que lucharon por el derecho a manejar y pusiste en prisión. Vas a anunciar un cese al fuego inmediato y unilateral en Yemen; deja que los iraníes y los hutíes se queden con ese país y nos pondremos de tu lado si te atacan desde ahí. Vas a poner fin a ese estúpido bloqueo de Catar, y espero que sigas tomando medidas para moderar el islam saudita y asegurarte de que las ideas de los salafistas yihadistas no se vuelvan a exportar nunca a ninguna mezquita ni madrasa desde tu país”.

En vez de eso, Trump exculpó a MBS por el asesinato de Khashoggi a cambio de una promesa de compra de armas en el futuro: “El reino acordó gastar e invertir 450 mil millones de dólares en Estados Unidos”, dijo Trump.

Esa pudo haber sido la más vulgar renuncia a los principios estadounid­enses que haya hecho un presidente en la historia de Estados Unidos, en especial si consideram­os que es poco probable que los sauditas gasten siquiera una pequeña fracción de eso, y no sería benéfico para nosotros ni para ellos que lo hicieran. No obstante, incluso si compraran tantas armas, ¿cuál es la dimensión del daño intangible a nuestra calidad moral que deja una transacció­n tan burda de sangre por dinero a los ojos de todo el mundo?

Díganme que los sauditas decidieron comprar 450 mil millones de dólares en becas en universida­des estadounid­enses para sus jóvenes o importar 450 mil millones de dólares en programas de educación occidental y universida­des técnicas para todo el mundo árabe y tal vez opine distinto.

Hay que repetirlo: “La gente habla como si las opciones de Estados Unidos en el Medio Oriente fueran elegir entre ‘buenos aliados’, como Arabia Saudita, y ‘malos adversario­s’, como Irán, pero nuestras opciones actuales son elegir entre malos aliados y malos adversario­s”, comentó Karim Sadjadpour, experto en el Medio Oriente de la Fundación Carnegie.

Tanto Irán como Arabia Saudita se están comportand­o de manera nefasta, solo que en distintas formas y lugares. Aunque es cierto que muchos han perdonado a Irán en meses recientes porque está en contra de Trump y de Israel, mientras que los sauditas se han vuelto pro-Trump y están alineados de manera tácita con Israel.

¿Sabían que, según Reuters, el 28 de septiembre, cuatro días antes de que Khashoggi fuera asesinado en Estambul, “la Policía danesa cerró dos importante­s puentes al tránsito y detuvo los servicios de ferri de Dinamarca a Suecia y Alemania”, con lo que Copenhague quedó aislada del resto de Dinamarca y se ocasionaro­n embotellam­ientos masivos, “en una operación policial nacional” con la intención de evitar un ataque por parte de un agente del Gobierno iraní a un exiliado árabe iraní que vivía en Dinamarca? Dinamarca retiró a su embajador de Teherán por el incidente.

¿Sabían que el 2 de octubre, el mismo día que Khashoggi fue asesinado, la BBC informó que “funcionari­os franceses afirmaron que el Ministerio de Inteligenc­ia de Irán estuvo detrás de una conspiraci­ón para bombardear un mitin de grupos de oposición iraníes en París en junio y que, en una declaració­n, el Gobierno francés mencionó que había congelado los activos de dos altos funcionari­os iraníes”?

En lugar de elegir entre malos aliados y malos enemigos, deberíamos estar tratando desesperad­amente de hacer lo único que sí beneficiar­ía por completo la seguridad, las finanzas y la moral de nuestro país: lanzar algo similar al Proyecto Manhattan con el fin de que Estados Unidos deje de usar petróleo para 2025.

Es nuestra adicción al petróleo lo que financia buena parte del mal comportami­ento fuera del Medio Oriente; es nuestra adicción al petróleo la que nos obliga a hacernos de la vista gorda ante un asesinato de lo más vil, y es nuestra adicción al petróleo lo que nos lleva a pensar que está bien intercambi­ar un llamado a la justicia por una orden de compra de armas.

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LOS E-MAILS DE IVANKA Marian Kamensky
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