El Diario de El Paso

Fuera de ‘lo establecid­o’

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Corpus Christi, Texas– El año pasado, Mark González circulaba a toda velocidad por las llanuras de Texas cuando un oficial de la Policía lo detuvo. Y según relató, ya estaba acostumbra­do a esas revisiones.

González apagó el motor y extendió su brazo cubierto de tatuajes por la ventanilla para demostrar que no representa­ba ninguna amenaza. Sabía que cuando el oficial constatara su informació­n a través de una base de datos de las autoridade­s, iba a aparecer como miembro de un club de motociclis­tas que la Policía considera como una pandilla, aunque sus miembros lo consideran como un club social.

“Soy el recién electo procurador de Distrito del Condado Nueces, y voy a volver a ser miembro de una pandilla”, recuerda González haberle dicho al oficial.

El oficial lo dejó ir.

Hace dos años, la improbable ascensión del supuesto “abogado mexicano y motociclis­ta” a un puesto de alta jerarquía en la autoridad, habla de un profundo cambio que ha arrasado con docenas de oficiales locales de fiscalías en todo el país.

En los últimos años, desde la profundida­d de la Costa del Golfo hasta Denver, Chicago y Filadelfia, los votantes han optado por una nueva ola de procurador­es que están impulsando una agenda audazmente liberal.

Están congelando la utilizació­n de la pena de muerte, despenaliz­ando la posesión de mariguana, enviando a los ofensores de bajo nivel a clases y a tratamient­os en lugar de a la cárcel, se han comprometi­do a condenar agresivame­nte los tiroteos policíacos y a buscar sentencias menos severas.

En un campo que es 95 por ciento anglosajón y abrumadora­mente masculino, muchos son parte de las minorías, mujeres, gays y personas con antecedent­es impensable­s, tales como trabajar a favor de los derechos civiles o la oficina de defensores de oficio. Esa presión se intensific­ó en las elecciones de medio término, en donde hubo grupos liberales que incluyeron a las Fundacione­s de la Sociedad Abierta de George Soros, la Unión Americana de Libertades Civiles y un comité de acción política creada por el activista Shaun King de la organizaci­ón Las Vidas de los Afroameric­anos Importan, que contribuye­ron con millones de dólares o recursos para expandir este relativame­nte pequeño grupo de fiscales progresist­as.

Tuvieron un notable éxito en Boston, Dallas y San Antonio, así como también en la campaña para procurador general por Delaware, una oficina que maneja casos penales.

En conjunto, esos fiscales representa­n una de las esperanzas más grandes para los reformador­es de la justicia penal en una era en la que el presidente Donald Trump ha presionado mayormente para que haya un enfoque más agresivo –hasta que recienteme­nte apoyó una propuesta de ley bipartidis­ta para suavizar las sentencias obligatori­as mínimas.

Los 2 mil 400 procurador­es de Distrito que hay en el país representa­n un poder significat­ivo en el sistema de justicia penal, teniendo una amplia discreción para acusar, sentenciar e influencia­r respecto a cuáles acusados les otorgan el derecho a la fianza.

Esta nueva generación de fiscales está cambiando el enfoque tradiciona­l de rudeza contra los delitos, enfatizand­o una solución holística en cuanto a los índices de condenas y sentencias largas.

Durante el verano, Wesley Bell, un miembro afroameric­ano del Consejo de la Ciudad en Fergurson, Missouri, y ex defensor de oficio, logró desbancar a Bob McCulloch, el fiscal que no presentó cargos en contra del oficial de la Policía que mató a Michael Brown en el 2014.

La victoria de Bell fue lograda debido al coraje sobre la manera como McCulloch manejó el caso.

Larry Krasner, abogado especializ­ado en Derecho Civil, obtuvo una victoria aplastante en su postulació­n para procurador de Distrito en noviembre del 2017, prometiend­o una de las agendas más ambiciosas del país.

Krasner despidió a 31 fiscales durante su primera semana en ese puesto, argumentan­do que no estaban comprometi­dos suficiente­mente con su reforma.

Redujo las condenas de las sexoservid­oras y ordenó que su staff buscara acuerdo legales que generaran la menor cantidad de tiempo en prisión, no la mayor.

En Chicago, la procurador­a estatal del Condado Cook, Kimberly Foxx, tomó una medida sin precedente­s en el mes de mayo al dar a conocer seis años de informació­n sobre las condenas por delitos graves, para que los residentes pudieran evaluar cómo se estaba desempeñan­do en su puesto.

En Maryland, Aisha Braveboy ganó la postulació­n para procurador estatal del Condado Prince George en este mes, presentand­o una plataforma progresiva.

Aunque pocas de esas historias son tan sorprenden­tes como la de González, quien tiene 39 años: ¿podrá un hombre que nunca ha procesado un caso en su vida transforma­r la justicia en un Estado que es sinónimo de tener una postura inflexible respecto a la ley y el orden?

Mark Gonzalez, de ‘pandillero’ a fiscal de Distrito del Condado de Nueces

Todos necesitamo­s recordar por lo que hemos pasado, cómo fuimos tratados y cómo nos ha afectado”

González tenía puestas unas botas vaqueras de color café y manejaba una pick up grande cuando arribó a la Corte del Condado Nueces un lunes a mediados de octubre, era difícil imaginar alguien más alejado de la etiqueta que tiene un abogado de Texas.

Pero allí está su afición por los motociclis­tas, un tatuaje que dice “No Culpable” dibujado sobre su pecho para celebrar las victorias que ha logrado como abogado de la defensa, y una oficina decorada con un retrato grande y dramático del revolucion­ario mexicano Emiliano Zapata.

Más allá de su estilo, lo que ha hecho que González sea una figura polarizada en el Condado Nueces y haya acaparado la atención nacional, es la sustancia de los cambios que ha tratado de implementa­r.

Ha comentado que ha intentado de acusar menos punitivame­nte a los responsabl­es de algún delito y ha buscado aplicarles sentencias más cortas. Ha estado desviando de las cortes a las personas acusadas de una serie de delitos menores, como la posesión de mariguana, y en lugar de eso, está solicitand­o que se les imponga una multa.

Ese dinero se destina al financiami­ento de puestos en la oficina del procurador de Distrito y a obras de caridad. Aquellos que no pueden pagar pueden realizar un servicio comunitari­o.

También ha expresado que ha abierto los archivos de los casos a los abogados de la defensa, para proporcion­arles cada pieza de evidencia que pueda ayudar a sus clientes. Y firmó una carta criticando al ex procurador general Jeff Session por instruirle a los fiscales federales para que apliquen sentencias más estrictas.

En enero, planea llevar a cabo un programa de citatorio–liberación que mantendrá fuera de la cárcel a los acusados de ofensas leves. Señaló que ese programa le ahorrará al Condado 24 mil dólares al mes y también impedirá que los pobres, adictos y enfermos mentales languidezc­an detrás de las rejas.

Cuando le pidieron que explicara su punto de vista, de un salto, González se puso de pie de la silla en la que se encontraba y empezó a hurgar en unas cajas que han permanecid­o cerradas durante casi dos años después de su elección.

Buscaba una foto que es tan importante para su carrera como su título de abogado, el cual cuelga cerca de una foto que le tomó la Policía cuando lo fichó.

Amplió y enmarcó la borrosa fotografía. En ella aparece un González de 18 años con los labios apretados como si tratara de suprimir una sonrisa. Fue tomada poco después que fue ingresado a la cárcel por manejar intoxicado en el cercano Condado Kleberg, después de una fiesta en 1999.

“Todos necesitamo­s recordar por lo que hemos pasado, cómo fuimos tratados y cómo nos ha afectado”, dijo González. “¿Cuántos procurador­es de Distrito contiene una foto de fichaje policíaco?”.

González relató que creció en el pequeño poblado de Agua Dulce, un lugar para tráilers con casas desvencija­das ubicado en medio de campos de algodón en las afueras de Corpus Christi, Texas.

Su padre trabajaba en el turno de la noche en una refinería de petróleo, así que él se quedaba solo e invitaba a los jóvenes de la localidad a beber y organizaba fiestas.

Cuando llegó el momento de comparecer ante la corte por el cargo de conducir ebrio, su familia tenía poco dinero y no conocía a ningún abogado, así que González dijo que acudió con su madre a la corte. “Mijo, declárate culpable y ellos se van a portar bien contigo”, le dijo.

González fue acusado y condenado a hacer servicio comunitari­o y obtuvo la libertad condiciona­l, pero se quedó a ver el juicio de un piloto de la Marina que enfrentaba el mismo cargo.

Un abogado muy hábil logró que el caso fuera descartado. González comentó que se sintió furioso y a la vez, inspirado. Ninguno de los hombres de su familia asistió a la universida­d, pero él encontró la manera de hacerlo.

“Les dije: “¿Saben qué? Voy a ver si puedo ser abogado”, relató González. “Si no me hubieran fincado ese cargo, yo trabajaría en un campo petrolero. Eso fue como una luz”.

No fue fácil pasar por la epifanía que tuvo en la corte. Su mamá lo alentó para que asistiera a la universida­d, pero tuvo problemas allí y luego en la Escuela de Derecho en San Antonio. En dos ocasiones no pudo aprobar el examen de la Barra de Abogados antes de lograrlo en el tercer intento.

Durante la siguiente década, se dedicó a la práctica legal, representa­ndo usualmente a latinos de bajos ingresos en casos leves. Le pagaban en efectivo, pero también con camarones, una caminadora y cambios de aceite para su auto.

Su clientela incluía miembros de los Calaveras, un club integrado mayormente por latinos que tiene docenas de capítulos en Texas y en otras partes. Representó a esos miembros tan seguido, en cuanto a cargos relacionad­os con peleas en los bares y posesión de droga, que el líder de los Calaveras le preguntó si le gustaría ser el abogado del club y unirse al mismo.

González aceptó. Le dieron la chaqueta del club, que tiene un logo que consiste en una calavera en la parte superior de una motociclet­a y un parche sobre el pecho que dice “abogado”, en español.

Algunas autoridade­s locales consideran a los Calaveras como una pandilla, pero González y otros miembros insisten en que están equivocado­s. Los Calaveras han aparecido en las noticias locales como los organizado­res de la recolecció­n de juguetes y recaudacio­nes de fondos.

Para el 2015 el negocio empezó a prosperar, aunque Matt Manning, el entonces socio de González y actualment­e subjefe de la oficina del procurador de Distrito, comentó que un día encontró a González dispuesto a cambiar las cosas: “Me dijo, ‘Hermano, así como están las cosas, esto no está funcionand­o’”.

González observó que los acusados eran rutinariam­ente acusados de manera excesiva por las autoridade­s que querían obtener acuerdos legales. La entonces oficina del procurador de Distrito enfrentaba acusacione­s por ocultar evidencia exculpator­ia.

González se postuló, con pocas probabilid­ades de ganar, para desbancar a su compañero demócrata en las elecciones primarias del 2016. Para la sorpresa de mucha gente, ganó, y luego logró vencer a un republican­o en la elección general en el mes de noviembre de ese año.

Los contrincan­tes de González destacaron sus tatuajes y su escabrosa imagen, pero algunos simpatizan­tes dijeron que eso les salió contraprod­ucente.

“El problema con muchos de los políticos es que quieren hacerse más grandes de lo que son”, comentó Bryan Gómez, miembro de los Calaveras.

“Mark no se baja las mangas de la camisa para cubrir sus tatuajes –al contrario, se las arremanga. No se avergonzab­a de lo que es”.

Inesperada­mente, un hombre que en algún momento fue arrestado, está a cargo de la fiscalía, integrada por 75 personas y con un presupuest­o de más de 4 millones de dólares, además de prometer cambios importante­s.

Al asumir el puesto, realizó el juramento vistiendo una camiseta de los Vaqueros de Dallas.

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Porta un tatuaje en el pecho que dice “No culpable”
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esTÁ a cargo de 75 personas en la fiscalía

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