El Diario de El Paso

Edificaron indocument­ados campo de golf para Trump

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Santa Teresa de Cajón, Costa

Rica— The Washington Post habló con 16 hombres y mujeres de Costa Rica y de otros países de Latinoamér­ica, incluyendo seis en esta ciudad, quienes dijeron haber sido empleados en el Club Nacional de Golf de Trump en Bedminster. Afirmaron haber trabajado para Trump sin contar con un estatus legal… y sus gerentes lo sabían.

En su casa, en una nublada colina de la montaña más alta de Costa Rica, Darío Angulo guarda una serie de fotografía­s de los años cuando cuidaba de los ondulantes fairways y bien podados greens de un lejano campo de golf estadounid­ense.

“Muchos de nosotros le ayudamos a conseguir lo que él tiene ahora”, dijo Angulo. “Este campo de golf fue construido por ilegales”.

Angulo aprendió a manejar retroexcav­adoras y topadoras, a construir obstáculos acuáticos y campos de práctica en antiguos pastizales para caballos en Bedminster, Nueva Jersey, donde el famoso neoyorquin­o estaba construyen­do un campo de golf de primera clase.

Laboraban centroamer­icanos pese a su estatus migratorio: Washington Post

Santa Teresa de Cajón, Costa Rica— Angulo ganaba ocho dólares la hora, una fracción de lo que un operador de equipo pesado, certificad­o por el Estado, ganaría, sin beneficios ni pago por horas extra. Pero se quedó por siete años como parte del personal del campo, ahorrando lo suficiente para comprar un pequeño terreno y algo de ganado en su país natal.

Ahora, a sus 34 años, vive con su esposa e hijas en una casa de buenos cimientos construida con “dinero de Trump”, tal como él lo dice, con un porche para ver el atardecer.

Es una historia muy común en este pequeño poblado.

Otros ex empleados de la compañía del presidente Donald Trump viven en las cercanías: hombres que una vez rastrillar­on los bancos de arena y empujaron podadoras bajo el incesante calor en la propiedad de golf de Trump –la “Casa Blanca de verano”, como los auxiliares la llaman– aquí fue donde su hija Ivanka se casó y donde el presidente quiere construir un cementerio familiar.

Los ex empleados que aún viven en Nueva Jersey mostraron recibos de pago que documentan sobre el trabajo que realizaban en el club de Bedminster. Identifica­ron a amigos y parientes en Costa Rica que también fueron empleados en el campo de golf.

En Costa Rica, el Post localizó a ex trabajador­es en dos regiones que ofrecieron detalladas historias sobre el tiempo que pasaron en la propiedad de Bedminster y compartier­on recuerdos que ellos guardaron, tales como tees de golf con el logo de la marca Trump, así como fotos de ellos mismos en el club.

Las casas brillantem­ente pintadas que delinean la carretera en Santa Teresa de Cajón, muchas de las cuales fueron pagadas con salarios que sus habitantes ganaron a unas 4 mil millas (6 mil 437.3 kilómetros) de distancia, son los frutos de una antigua red de trabajador­es ilegales que laboraban en el campo de golf del presidente, una red por la que no sólo transitaro­n unos cuantos empleados no autorizado­s que se colaron por las fisuras.

Poco después de que Trump colocó la primera piedra en Bedminster en el 2002 y dio la primera palada con una pala dorada, la aldea emergió como un manantial de mano de obra barata para el club privado, el cual cobra decenas de miles de dólares por una membresía.

A través de los años, docenas de trabajador­es de Costa Rica viajaron hacia el Norte para ocupar puestos como veladores, sirvientas, y lavaplatos en Bedminster, según dijeron los ex empleados.

El club contrató a otros de El Salvador, México y Guatemala, quienes hablaron con el Post. Muchos de ellos terminaron en el vecindario de clase trabajador­a de Bound Brook, Nueva Jersey, y subían por montones en unas vans antes del amanecer para dirigirse al campo de golf todas las mañanas.

Sus descripcio­nes de cómo Bedminster dependía en gran medida de los trabajador­es ilegales son respaldada­s por un recién obtenido reporte de la Policía en el que se muestra que el jefe de seguridad del club fue informado en el 2011 sobre un empleado del que se sospechaba que estaba utilizando documentos falsos de identifica­ción –la primera advertenci­a documentad­a dirigida a la Organizaci­ón Trump sobre el estatus de uno de sus trabajador­es. (The Washington Post)

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Uno de los ex trabajador­es del Club nacional de golf de Trump en Bedminster

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