Momento para que demócratas se involucren en la política exterior
Washington— En los anales de los viajes presidenciales de política exterior, este tiene que ser el peor, hasta la próxima vez que el presidente Donald Trump se aventure en el extranjero.
Repasemos: Trump se burló de la idea de que debería advertir al presidente ruso, Vladimir Putin, acerca de interferir en nuestras elecciones y quedó extasiado ante su homólogo de Rusia, que es también enemigo de la prensa.
Mi colega del Washington Post, Margaret Sullivan, escribe: “Trump ‘se unió a Putin en su desprecio por los periodistas. ...’ Deshazte de ellos. Las noticias falsas son un gran término, ¿no?” Trump dijo: ‘No tienes este problema en Rusia, pero nosotros sí’. Acaso así se le dice a un dictador en cuyo país han asesinado a cerca de 60 periodistas. Esa pantalla que gira hacia el estómago encapsula la conducta de Trump en el escenario mundial, en el que lame las botas de los hombres fuertes, se burla de los valores occidentales y le da la palma de la mano a las víctimas de los tiranos.
Eso no fue suficiente para el presidente antidemocrático estadounidense. En otra muestra emética de arrepentimiento, abrazó y elogió a su “amigo”, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman –cuya participación en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi ha enfurecido a cualquiera que no se haya dejado engañar por el enamoramiento de los dictadores y su grotesca brutalidad– por hacer un “trabajo espectacular”. Este es el héroe del Partido Republicano, el presidente que babea de emoción ante los asesinos y se burla de nuestros valores más profundos.
Trump no había terminado, sin embargo. El viernes, invitó al carnicero de Corea del Norte, Kim Jong Un, a otra cumbre fotográfica. El domingo, estaba agarrando la mano de Kim y disfrutando de la atención de los medios mientras cruzaba la DMZ, la zona desmilitarizada. Si llevan la cuenta, este es el tercer golpe de relaciones públicas para Kim, a cambio del cual no hemos recibido nada. (En realidad, es peor que eso: Trump ahora ignora las pruebas de misiles de Corea del Norte).
Trump también se ha movido de la confrontación con Irán, permitiendo que los mulás a todas luces sufran pocas o ninguna sanciones –lo siento, las sanciones
vacías, solo para el show, no cuentan– por derribar un avión no tripulado estadounidense en aguas internacionales.
Trump se convierte en el juguete de los dictadores de pacotilla y arruina la reputación de los Estados Unidos cada vez que sale del país. Entonces, ¿qué deben hacer los candidatos demócratas a la Presidencia? Están haciendo una audición para comandante en jefe y para enfrentarse a Trump, por lo que les corresponde responder a una política exterior asombrosamente terrible.
Lo que se requiere es una denuncia constante y continua de la conducta de Trump como contraria a nuestros valores y nuestros intereses de seguridad nacional. Poner a los dictadores en el asiento del conductor, hace que los Estados Unidos se vean serviles, abandona una excelente herramienta para presionar a nuestros enemigos –como revelar y condenar la corrupción y las violaciones de los derechos humanos– y, con franqueza, avergüenza a los estadounidenses cuyas conciencias no han sido menoscabadas por la participación en el culto a la personalidad de Trump.
Un candidato presidencial demócrata inteligente debe considerar todos y cada uno de los siguientes puntos: reunir un equipo de asesores de seguridad nacional para criticar regularmente a Trump, interactuar con los medios y resaltar su conducta imprudente; dar al menos una conferencia de prensa semanal exclusivamente sobre política exterior para denunciar la conducta de Trump y ofrecer una vista previa de lo que haría un comandante en jefe leal y competente; hacer un viaje al extranjero o dos en agosto –cuando no se tiene ningún debate programado– y reunirse con nuestros aliados democráticos más cercanos y con los vecinos de América del Norte y del Sur. También debe obtener regularmente sesiones informativas privadas sobre los avances en seguridad nacional.
En otras palabras, un candidato que quiere el trabajo de Trump puede demostrar que ya está operando a un nivel más sofisticado y responsable que Trump. Desenmascararlo por su debilidad y la estupidez. Ponerse bajo su piel. Y, sobre todo, recordarles a los estadounidenses que no es normal ni aceptable tener un presidente que ponga en primer lugar los intereses de los dictadores y los valores, la seguridad y los intereses estadounidenses en último lugar.