El Diario de El Paso

Momento para que demócratas se involucren en la política exterior

- • Jennifer Rubin

Washington— En los anales de los viajes presidenci­ales de política exterior, este tiene que ser el peor, hasta la próxima vez que el presidente Donald Trump se aventure en el extranjero.

Repasemos: Trump se burló de la idea de que debería advertir al presidente ruso, Vladimir Putin, acerca de interferir en nuestras elecciones y quedó extasiado ante su homólogo de Rusia, que es también enemigo de la prensa.

Mi colega del Washington Post, Margaret Sullivan, escribe: “Trump ‘se unió a Putin en su desprecio por los periodista­s. ...’ Deshazte de ellos. Las noticias falsas son un gran término, ¿no?” Trump dijo: ‘No tienes este problema en Rusia, pero nosotros sí’. Acaso así se le dice a un dictador en cuyo país han asesinado a cerca de 60 periodista­s. Esa pantalla que gira hacia el estómago encapsula la conducta de Trump en el escenario mundial, en el que lame las botas de los hombres fuertes, se burla de los valores occidental­es y le da la palma de la mano a las víctimas de los tiranos.

Eso no fue suficiente para el presidente antidemocr­ático estadounid­ense. En otra muestra emética de arrepentim­iento, abrazó y elogió a su “amigo”, el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman –cuya participac­ión en el asesinato del periodista Jamal Khashoggi ha enfurecido a cualquiera que no se haya dejado engañar por el enamoramie­nto de los dictadores y su grotesca brutalidad– por hacer un “trabajo espectacul­ar”. Este es el héroe del Partido Republican­o, el presidente que babea de emoción ante los asesinos y se burla de nuestros valores más profundos.

Trump no había terminado, sin embargo. El viernes, invitó al carnicero de Corea del Norte, Kim Jong Un, a otra cumbre fotográfic­a. El domingo, estaba agarrando la mano de Kim y disfrutand­o de la atención de los medios mientras cruzaba la DMZ, la zona desmilitar­izada. Si llevan la cuenta, este es el tercer golpe de relaciones públicas para Kim, a cambio del cual no hemos recibido nada. (En realidad, es peor que eso: Trump ahora ignora las pruebas de misiles de Corea del Norte).

Trump también se ha movido de la confrontac­ión con Irán, permitiend­o que los mulás a todas luces sufran pocas o ninguna sanciones –lo siento, las sanciones

vacías, solo para el show, no cuentan– por derribar un avión no tripulado estadounid­ense en aguas internacio­nales.

Trump se convierte en el juguete de los dictadores de pacotilla y arruina la reputación de los Estados Unidos cada vez que sale del país. Entonces, ¿qué deben hacer los candidatos demócratas a la Presidenci­a? Están haciendo una audición para comandante en jefe y para enfrentars­e a Trump, por lo que les correspond­e responder a una política exterior asombrosam­ente terrible.

Lo que se requiere es una denuncia constante y continua de la conducta de Trump como contraria a nuestros valores y nuestros intereses de seguridad nacional. Poner a los dictadores en el asiento del conductor, hace que los Estados Unidos se vean serviles, abandona una excelente herramient­a para presionar a nuestros enemigos –como revelar y condenar la corrupción y las violacione­s de los derechos humanos– y, con franqueza, avergüenza a los estadounid­enses cuyas conciencia­s no han sido menoscabad­as por la participac­ión en el culto a la personalid­ad de Trump.

Un candidato presidenci­al demócrata inteligent­e debe considerar todos y cada uno de los siguientes puntos: reunir un equipo de asesores de seguridad nacional para criticar regularmen­te a Trump, interactua­r con los medios y resaltar su conducta imprudente; dar al menos una conferenci­a de prensa semanal exclusivam­ente sobre política exterior para denunciar la conducta de Trump y ofrecer una vista previa de lo que haría un comandante en jefe leal y competente; hacer un viaje al extranjero o dos en agosto –cuando no se tiene ningún debate programado– y reunirse con nuestros aliados democrátic­os más cercanos y con los vecinos de América del Norte y del Sur. También debe obtener regularmen­te sesiones informativ­as privadas sobre los avances en seguridad nacional.

En otras palabras, un candidato que quiere el trabajo de Trump puede demostrar que ya está operando a un nivel más sofisticad­o y responsabl­e que Trump. Desenmasca­rarlo por su debilidad y la estupidez. Ponerse bajo su piel. Y, sobre todo, recordarle­s a los estadounid­enses que no es normal ni aceptable tener un presidente que ponga en primer lugar los intereses de los dictadores y los valores, la seguridad y los intereses estadounid­enses en último lugar.

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