El Diario de El Paso

ELECCIÓN 2020

¿Importa que los candidatos presidenci­ales hablen español?

- Jennifer Medina / The New York Times

Miami— En los meses que lleva en campaña, Beto O’rourke se ha empeñado en dejar algo claro: que no es un pendejo. Sin importar si las personas en el público comprenden o no la palabra (que equivale a idiota en inglés), ahora es una parte rutinaria de su discurso de campaña: “No queremos que nuestros hijos miren en retrospect­iva a nuestra generación dentro de 40 años y digan: ‘¿Quiénes eran esos pendejos?’”.

Durante el primer debate presidenci­al demócrata, O’rourke usó su español con entusiasmo en el horario estelar.

“Necesitamo­s incluir cada persona en nuestro democracia”, dijo como respuesta a una pregunta sobre impuestos con tintes de inclusión.

El senador Cory Booker intervino para demostrar que él también podía comunicars­e en español, que aprendió principalm­ente en México y Ecuador. Pete Buttigieg, el alcalde de South Bend, Indiana, ha dado a conocer que no solo habla noruego, sino también español, pues ha realizado entrevista­s bilingües en Telemundo.

Luego tenemos a Julián Castro, quien dio cierre al debate de la semana pasada al declarar en español: “Me llamo Julián Castro, y estoy postulando por presidente de los Estados Unidos”. Con una gramática imperfecta, Castro les recordó a los hispanohab­lantes

exactament­e quién es: el nieto de un inmigrante mexicano que fue criado en idioma inglés en una ciudad de mayoría latina.

En los eventos de campaña, Castro suele omitir el español. Su relación con el idioma, ha afirmado, es algo tensa. Ha tomado cursos, pero aún se siente incómodo hablando español frente a grandes multitudes o sin un guion.

En ese aspecto, representa a muchos electores latinos. Solo el 13 por ciento de los latinos que están registrado­s actualment­e para votar en Estados Unidos habla español como primera lengua, según el Centro de Investigac­iones Pew.

Entonces, ¿a quién va dirigido todo este español en el periodo de campaña?

Más de 40 millones de personas en Estados Unidos hablan español, lo cual la convierte en la segunda lengua más hablada en el país, luego del inglés. Sin embargo, la historia del español en esta nación, y quién se siente cómodo hablándolo, es complicada.

La biografía de Castro aclara un poco esta complejida­d. De niño, solía acompañar a su madre, una prominente activista chicana, a reuniones y mítines políticos. Ella le contaba historias de cómo la habían humillado por hablar español hasta que la obligaron a dejar de hablarlo. A pesar de que escuchaba el idioma en televisión y entre sus abuelos, rara vez lo hablaba. Cuando Castro fue elegido para el Concejo municipal de San Antonio, buscó a un tutor privado.

“Esto tiene su ironía”, dijo en una entrevista. “Hay mayores expectativ­as de que hable en español porque soy latino. Mucha gente que no pertenece a las comunidade­s de segunda o tercera generación de latinos no conoce la historia de los esfuerzos para erradicar la lengua española en las familias”.

Incluso conforme la población latina en Estados Unidos sigue creciendo, y una mayoría de los que son padres ahora habla en español con sus hijos, en las encuestas los latinos dicen que no les parece que el español sea una parte esencial de la cultura.

Cerca del 28 por ciento dice que la capacidad de hablar español es un requisito para alguien que se identifica como latino, de acuerdo con Pew. Una encuesta reciente realizada por Unidosus, un grupo activista

latino, reveló que la habilidad de un candidato para hablar español era el último punto en la lista de prioridade­s de los votantes latinos, muy por debajo de “valorar la diversidad” y “estar dispuesto a trabajar con ambos partidos”.

Nada de eso ha frenado a O’rourke. Incluso cuando no se sabe si hay hispanohab­lantes en la audiencia, él alterna el inglés y el español.

Durante un recorrido reciente por Carolina del Sur, O’rourke mostró su conocimien­to del español en prácticame­nte todas las paradas de su campaña, lo cual sí tuvo un impacto en algunos electores. Tras un foro en Sumter, donde los hispanos conforman un 3 por ciento de los 40 mil residentes, una mujer se acercó apresurada para agradecerl­e. Dijo que él era el primer político que había escuchado hablar en español desde que llegó de México hace casi 20 años.

A pesar de que nació bajo el nombre de Robert, durante la mayor parte de su vida O’rourke ha adoptado el apodo de Beto, que se usa comúnmente en español para abreviar el nombre de Roberto. Relató que cuando era niño en El Paso, en la escuela pública a la que asistía tomaba clases de español dos veces a la semana, y que tomó cursos de literatura española en la Universida­d de Columbia. Tomó unas cuantas clases privadas cuando regresó a El Paso y reforzó sus habilidade­s lingüístic­as antes de postularse para el concejo municipal.

“Creo que los latinos en este país, incluso los que hablan español, han sido marginados y olvidados, si es que alguna vez fueron recordados o conocidos”, declaró en una entrevista. “Así que pienso que es muy importante que todos sepan que no solo son bienvenido­s, sino que estamos contando con ellos”.

Tanto O’rourke como Castro son originario­s de Texas y han hecho de la inmigració­n y sus experienci­as en la frontera mexicana un elemento central de sus campañas electorale­s. La relación que tienen con el español ha moldeado sus identidade­s políticas y las maneras en que se conectan con los votantes.

O’rourke es capaz de hablar español de manera casual con una soltura que le parece encantador­a a la gente en sus eventos. Castro por lo general se encuentra bajo un mayor escrutinio, pues a menudo le preguntan por qué no habla tan fluido. También ha tenido cuidado de no retratarse como un candidato que atiende únicamente a los votantes hispanos.

Buttigieg y Booker pulieron sus habilidade­s para hablar español con los medios locales cuando fungieron como alcaldes; a menudo les pedían a los miembros de su personal que apuntaran traduccion­es al español de ciertas palabras como “anticoncep­tivo” o “cambio generacion­al” a fin de prepararse para sus entrevista­s.

“Me parece que hay mucho agradecimi­ento, si demuestras que haces el esfuerzo”, dijo Booker en una entrevista. “Te responden con mucha gratitud y una inmensa generosida­d”.

Por supuesto que los hablantes nativos del español evalúan los esfuerzos de los candidatos. Después de los debates, The Miami Herald calificó el desempeño de todos los que intentaron hablar el idioma. O’rourke obtuvo la nota más alta: B.

“Si vas masacrar el idioma, mejor apégate al inglés”, opinó Arturo Vargas, oficial ejecutivo en jefe de la Asociación Nacional de Funcionari­os Latinos Electos y Nombrados. El grupo organizó un foro presidenci­al en Miami en junio, en el que ocho candidatos hablaron con varios cientos de personas.

En privado, Castro se ha mostrado furioso por el escrutinio de su español. En 2016, negó con vehemencia un reportaje en las páginas de chismes de The New York Post que aseguraba que estaba “atiborránd­ose de cursos de Rosetta Stone”, cuando Hillary Clinton estaba meditando sobre a quién escoger como su posible compañero de campaña. Al final, eligió al senador Tim Kaine, que es bilingüe.

Durante la campaña de las elecciones primarias republican­as de 2016, Ted Cruz y Marco Rubio, que son cubano-estadounid­enses, se enfrentaro­n para ver quién conocía el idioma realmente. Donald Trump atacó a Jeb Bush por hablar en español, haciendo eco de un argumento que planteó Tom Tancredo, un republican­o que se postuló a la presidenci­a en 2007. En ese entonces, Tancredo boicoteó un debate en español de los candidatos presidenci­ales republican­os cuando dijo que no había lugar para esa lengua en la contienda electoral porque los ciudadanos naturaliza­dos deben saber hablar inglés.

De entre los estados que votan primero, el español tiene más importanci­a en Nevada, donde casi el 20 por ciento de los presentes en el caucus demócrata de 2016 eran hispanos.

“Es muy diferente poder contar tu historia sin un traductor”, explicó Astrid Silva, activista de inmigració­n en el área de Las Vegas. “Así puedes conectar”.

Buttigieg contó que su educación formal del español terminó después de dos años en la preparator­ia y que es “muy poco fluido”. Aun así, no ha dudado en aceptar invitacion­es para entrevista­s en español. “El punto no es impresiona­r a la gente, sino hacerla sentir incluida”, aclaró.

Me parece que hay mucho agradecimi­ento, si demuestras que haces el esfuerzo” Cory Booker, Senador y aspirante a la candidatur­a demócrata para el 2020 El punto no es impresiona­r a la gente, sino hacerla sentir incluida”

Pete Buttigieg, el alcalde de South Bend, Indiana y candidato demócrata

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Julián Castro, a la izquierda, y el senador Cory booker hablaron español durante el primer debate presidenci­al demócrata en Miami el mes pasado
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Una Encuesta reciente reveló que la habilidad de un candidato para hablar español era el último punto en la lista de prioridade­s de los votantes latinos
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durante Un recorrido por Carolina del sur, beto o’rourke mostró su conocimien­to del español en prácticame­nte todas las paradas de su campaña
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PETE BUTTIGIEG, también español el alcalde de south bend, indiana, ha dado a conocer que no solo habla noruego sino

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