El Diario de El Paso

REVIVE PASIÓN POR LA LUNA

- Kenneth Chang / The New York Times

Nueva York— Al parecer, ahora todos quieren ir a la Luna. En enero, Chang’e-4, una nave espacial robotizada china que incluye un pequeño explorador, se convirtió en la primera en alunizar en el extremo lejano de la Luna. India tiene el objetivo de lanzar este mes a Chandrayaa­n-2, su primer intento por llegar a la superficie de la Luna. Incluso una pequeña nave israelí sin fines de lucro, Spaceil, intentó enviar allá este año un pequeño módulo de aterrizaje robotizado, pero se estrelló.

En las próximas décadas, las botas que calcen los visitantes de estos y otros países podrían plasmar sus huellas en el polvo lunar. China está tomando una iniciativa lenta pero constante y prevé la primera llegada de sus astronauta­s a la Luna en aproximada­mente un cuarto de siglo. La Agencia Espacial Europea ha presentado el concepto de una “aldea lunar” internacio­nal que algunas personas vislumbran para 2050, más o menos. Rusia también ha expuesto planes de enviar astronauta­s a la Luna para 2030.

En Estados Unidos, que envió a 24 astronauta­s a la Luna de 1968 a 1972, las prioridade­s cambian con los caprichos del Congreso y de los presidente­s. No obstante, en febrero, la NASA de pronto se vio impulsada a

retomar su ritmo cuando el vicepresid­ente Mike Pence anunció la meta de volver a poner a los estadounid­enses en la Luna para 2024, cuatro años antes de lo programado.

“La NASA está muy motivada”, comentó en una entrevista Jin Bridenstin­e, antiguo congresist­a de Oklahoma y piloto de la Marina elegido por el presidente Donald Trump para ser el administra­dor de la agencia.

Para India, llegar a la Luna pondría de manifiesto sus avances tecnológic­os. China se posicionar­ía como una potencia mundial fuera del planeta. Para Estados Unidos y la NASA, ahora, la Luna es una escala evidente en el camino a Marte.

La fascinació­n con la compañera celestial de la Tierra no se limita a los países. Un grupo de empresas se han puesto en fila con la esperanza de ganar contratos de la NASA para llevar experiment­os e instrument­os a la Luna. Blue Origin, la empresa de cohetes creada por Jeff Bezos, fundador y director general de Amazon, está desarrolla­ndo un módulo de aterrizaje grande que espera vender a la NASA para llevar cargamento –y astronauta­s– a la superficie de la Luna.

Los ojos puestos en otros trofeos

Durante tres décadas, después de que terminó el programa Apolo, pocas personas pensaron mucho en la Luna. Estados Unidos había vencido a la Unión Soviética en la carrera. Después del Apolo 17, la última visita de los astronauta­s de la NASA en 1972, los soviéticos enviaron a la Luna unas cuantas naves espaciales robotizada­s, pero pronto también perdieron interés en seguir explorando­la.

En esos años, la NASA centró su atención en la construcci­ón de transborda­dores espaciales y de la Estación Espacial Internacio­nal. Sus explorador­es robotizado­s se dirigieron más lejos para explorar Marte con mayor profundida­d, así como el cinturón de asteroides y los mundos exteriores del sistema solar.

Bridenstin­e señala que, ahora, una de las primeras razones para acelerar un regreso a la Luna es reducir las posibilida­des de que los políticos vuelvan a cambiar de opinión. Habría un alunizaje en 2024 cerca del final del segundo periodo de la Presidenci­a de Trump, si éste ganara la reelección el próximo año.

“Creo que es triste que no hayamos regresado a la Luna desde 1972”, mencionó Bridenstin­e.

La NASA ha denominado al nuevo programa de la Luna Artemisa, como la hermana de Apolo en la mitología griega. Su primera misión será una prueba sin tripulació­n del Sistema de Lanzamient­o Espacial, un gran cohete que ya se está desarrolla­ndo. Está programada para finales de 2020, aunque muchas personas esperan que el lanzamient­o se recorra a 2021.

El segundo vuelo –el primero con astronauta­s a bordo– sería en 2022 alrededor de la Luna pero no alunizaría.

En el tercer vuelo, en 2024, los astronauta­s primero viajarían a Gateway, un puesto de avanzada que orbita alrededor de la Luna, y de ahí tomarían otra nave espacial a la superficie lunar, en algún lugar cerca de su polo sur.

Bridenstin­e, junto con otros funcionari­os de la NASA, ha dicho en varias ocasiones que Artemisa llevará a la Luna a “la primera mujer y al siguiente hombre”.

Y, ¿por qué regresar?

¿Ahora hay un impulso primario por ir a la Luna? El descubrimi­ento de que ahí hay agua, en especial hielo en la profundida­d de los cráteres polares donde nunca brilla el sol.

Esa es una fuente invaluable de agua potable para los astronauta­s que en el futuro visiten la Luna, pero también de agua que puede descompone­rse en hidrógeno y oxígeno.

El oxígeno podría proporcion­ar aire que se pueda respirar; el oxígeno y el hidrógeno también podrían emplearse como carburante para los cohetes. Así pues, la Luna o una estación para recargar combustibl­e que la orbite podrían servir de escala para que las naves espaciales rellenen sus tanques antes de dirigirse al sistema solar.

Un momento crítico fundamenta­l en el resurgimie­nto del interés por la Luna fue en 1998 con la Lunar Prospector, una sonda espacial de la NASA pequeña y poco costosa. Alan Binder, un científico planetario que trabajaba en Lockheed Martin, concibió la Lunar Prospector como una forma de dar seguimient­o a los rastros de agua congelada en los cráteres sombreados y de mostrar una forma de llevar a cabo misiones espaciales a precios regalados.

En 2005, la NASA puso en marcha planes para el Proyecto Constelaci­ón, una flota de cohetes nuevos y más grandes, cápsulas y módulos de aterrizaje, que planeaba construir. Michael Griffin, el entonces administra­dor de la NASA, lo describió como “El programa Apolo con esteroides”.

Sin embargo, durante la última década, el entusiasmo por la Luna volvió a decaer.

Los retrasos y los costos excesivos asolaron al Proyecto Constelaci­ón. El gobierno de Barack Obama, quien comenzó su administra­ción al inicio de la Gran Recesión, lo canceló en 2010 y en su lugar emprendió un rumbo diferente cuyo objetivo era un asteroide.

Posteriorm­ente, el gobierno de Trump volvió a cambiar el rumbo de la NASA. El siguiente destino de la NASA ya no eran los asteroides, sino de nuevo la Luna.

Cómo obtener dinero

Olvidado después de la misión Apolo, el satélite natural de la Tierra está de regreso

Mientras titubeaban estos gobiernos, los empresario­s habían comenzado a compartir ideas sobre posibles proyectos empresaria­les relacionad­os con la Luna.

En 2007, la Fundación X Prize anunció un gran premio de 20 millones de dólares, financiado por Google, mismo que se otorgaría al primer equipo privado que pudiera poner un módulo de aterrizaje robotizado en la Luna.

Para los equipos competidor­es, el desafío fue mucho más difícil financiera y técnicamen­te de lo esperado. Incluso después de que se amplió el plazo varias veces, el premio caducó el año pasado sin que hubiera ganador.

Sin embargo, aunque ninguna empresa pudo hacerse acreedora al premio mayor, muchas de ellas no han descartado a la Luna como una oportunida­d empresaria­l.

Los beneficios de la Luna podrían incluir el helio-3 extraído del suelo lunar, que potencialm­ente es un combustibl­e para los futuros reactores de fusión nuclear, a pesar de que los reactores de fusión nuclear concretos todavía se encuentran a décadas de distancia.

Podría haber una oportunida­d para las empresas que envíen las cenizas de seres queridos a la Luna como homenaje. También, algunas empresas privadas podrían llevar cargas útiles para investigac­iones científica­s. Por ejemplo, el extremo lejano de la Luna podría ser ideal para telescopio­s ópticos y radioteles­copios debido a que ahí no tendrían interferen­cia terrestre.

Con estos posibles negocios, el Lunar X Prize podría resultar un éxito, pese a que no hubo ganador.

Anteriorme­nte, la NASA hubiera diseñado y lanzado su propia nave especial para llevar a cabo esas tareas. La agencia había comenzado a ir por ese rumbo con Resource Prospector, un explorador que perforaría el suelo a un metro de profundida­d para extraer sustancias como hidrógeno, helio, nitrógeno, dióxido de carbono y agua.

Pero la NASA canceló la misión del Resource Prospector y pagará, en cambio, a empresas comerciale­s para que lleven allá sus cargas útiles. Muchas de las empresas compitiero­n por el Google Lunar X Prize o son empresas que aprovechan la tecnología desarrolla­da por esos equipos.

Estelas no tienen la culpa

Los intentos de la NASA por llegar a la Luna para 2024 dependerán de que los financie el Congreso. La NASA ha solicitado 1.6 billones de dólares más para el año fiscal de 2020, y Bridenstin­e le dijo a CNN el mes pasado que el calendario acelerado podría tener un costo total de 20 a 30 billones de dólares, lo que provocará temores de que el dinero pueda desviarse de otras partes de la NASA para pagar el proyecto Artemisa.

Ahora, Bridenstin­e afirma que tal vez el precio no sea tan elevado. “Creo que podría ser de bastante menos de 20 billones de dólares”, comentó. “Digo eso porque muchos de nuestros socios comerciale­s están dispuestos a invertir su dinero”.

Sin el apoyo de los republican­os y los demócratas, el programa de la Luna podría volver a tropezar, señaló.

“Mi meta es asegurarno­s de que estamos consideran­do una gama muy equilibrad­a y que no pisemos ninguna mina terrestre política, cosa que ha sucedido en la historia de la agencia”, afirmó Bridenstin­e. “En mi opinión, debe ser bipartidis­ta y apolítica”, concluye.

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Edwin Aldrin en julio de 1969 al pisar tierras selenitas

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