El Diario de El Paso

La gente todavía me dice que ‘regrese’ a China

- Ted Lieu The Washington Post

Washington— Serví en activo en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos y actualment­e sirvo en la Cámara de Representa­ntes de los Estados Unidos. Sin embargo, sigo experiment­ando que la gente me dice que “regrese” a China o Corea del Norte o Japón. Como muchos inmigrante­s, he aprendido a eliminar este insulto racista. Nunca pensé que el Presidente de los Estados Unidos le diría a los miembros del Congreso que “regresen” a otro país.

El presidente Donald Trump a menudo ha cruzado la línea de lo que constituye un comportami­ento decente. Pero esta vez se siente diferente, porque ahora está atacando la inmigració­n legal y la ciudadanía estadounid­ense. Sus declaracio­nes el domingo y desde entonces implican que los inmigrante­s son de alguna manera menos leales a nuestro país, menos estadounid­enses, y que debemos “regresar” o “dejar” si no estamos de acuerdo con él.

Hace veinte años, escribí un artículo de opinión en The Post sobre cómo era usar mi uniforme de la Fuerza Aérea mientras la gente cuestionab­a mi lealtad a los Estados Unidos, todo por el color de mi piel. Estaba en mi uniforme azul de la Fuerza Aérea cuando una mujer me preguntó si pertenecía la fuerza aérea china.

La sospecha de que no se puede confiar en los inmigrante­s o que no son patriótico­s no solo es errónea, sino que es antiestado­unidense. Y peligroso. Sin embargo, ha empañado el pasado de Estados Unidos, incluida la histeria del “Peligro Amarillo” del siglo XIX, el internamie­nto durante la Segunda Guerra Mundial de más de 110 mil personas que eran de origen japonés y acusacione­s contra estadounid­enses de origen judío por albergar la doble lealtad.

Esa marca de intoleranc­ia estaba en el centro de los comentario­s en línea de Trump que atacaban el patriotism­o de los representa­ntes demócratas. Alexandria Ocasio-cortez de Nueva York, Ilhan Omar de Minnesota, Ayanna Pressley de Massachuse­tts y Rashida Tlaib de Michigan, insultos que continuó defendiend­o el martes.

Decir que estaba furioso cuando leí los tuits de Trump sería subestimar­lo. Me devolvió a los sentimient­os que tenía cuando escribí en 1999: sobre la pertenenci­a, el sacrificio y lo que significa ser un estadounid­ense. Así como mi uniforme de la Fuerza Aérea no me protegió del racismo, los pines de solapa que usaban los miembros del Congreso no protegían a esos cuatro representa­ntes del odioso veneno de Trump. No importaba que tres de las mujeres realmente nacieron en los Estados Unidos o que Omar emigrara de Somalia cuando era niña.

El problema para el presidente es que muchos estadounid­enses son inmigrante­s o tienen amigos o familiares que son inmigrante­s. El pueblo estadounid­ense sigue apoyando a los recién llegados. Una encuesta de Gallup el año pasado encontró que el 75 por ciento de los estadounid­enses creen que la inmigració­n es buena para el país. El pueblo estadounid­ense comprende que lo que hace grande a la nación no son las líneas de sangre de las personas o cuánto tiempo hace que llegaron aquí sus ancestros, sino su carácter y creencia en la Constituci­ón.

Mucho ha cambiado en 20 años desde que escribí el artículo de opinión. Los estadounid­enses eligieron al primer afroameric­ano negro de la nación; hay una hispanoame­ricana en la Corte Suprema; una mujer es la Presidenta de la Cámara de Representa­ntes; un número récord de asiáticos americanos están en el Congreso; y por primera vez, mujeres nativoamer­icanas y musulmanas americanas están sirviendo en el Congreso.

“Los Estados Unidos tienen más inmigrante­s que cualquier otro país en el mundo”, según Pew Research, y “la población nacida en el extranjero de los Estados Unidos alcanzó un récord de 44.4 millones en 2017”. El mismo informe encontró que los inmigrante­s y sus descendien­tes impulsarán el 88 por ciento del crecimient­o de la población de los Estados Unidos hasta el 2065. El Presidente no puede detener la mayor parte de este cambio demográfic­o, especialme­nte sin el consentimi­ento del Congreso.

Los Estados Unidos representa­n esperanza, libertad y oportunida­des para aquellos que nacieron aquí y para aquellos que no lo son. Esos valores son parte del tejido de EU. La diversidad, tanto en ideas como en personas, siempre ha sido uno de los mayores activos del país.

Los estadounid­enses, blancos, afroameric­anos, hispanos, asiáticos y nativoamer­icanos, entienden que somos mejores que el mensaje xenófobo del presidente. Los estadounid­enses entienden que el aumento de los precios de las drogas, el estancamie­nto salarial y la infraestru­ctura inadecuada afectan a todos, independie­ntemente de la raza. Es alentador ver la reacción a los comentario­s de Trump de innumerabl­es estadounid­enses que reconocier­on que sus palabras eran repulsivas. A pesar del ocupante actual de la Oficina Oval, los Estados Unidos son, y seguirán siendo, una nación excepciona­l.

Lieu, un demócrata, es un representa­nte de los Estados Unidos de California.

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