El Diario de El Paso

Boris Johnson necesita ponerse serio

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Nueva York— Y eso es todo. Con 92 mil 153 votos de los miembros del Partido Conservado­r, Boris Johnson, el ex alcalde conocido por su primer nombre, el secretario de Relaciones Exteriores y el promotor del Brexit, se ha convertido en el nuevo líder tory y, por lo tanto, en el primer ministro del Reino Unido.

No será un viaje agitado. A medida que Johnson asume el cargo, su partido se está fracturand­o y su mayoría se está reduciendo. Una crisis se está cociendo a fuego lento en el estrecho de Ormuz, donde Irán ha capturado un petrolero británico. Los servicios públicos están decayendo, la economía se está estancando y la libra se está deslizando. En solo 99 días, el país saldrá de la Unión Europea (UE), lo que podría precipitar su mayor crisis desde la gran guerra.

¿Es Johnson el hombre indicado para estos desafíos?

Su registro público da motivo de pausa. Como alcalde de Londres, se reveló como una aptitud para el espectácul­o. Su paso como secretario de asuntos exteriores estuvo salpicado de discursos imprudente­s y errores mortifican­tes. Incluso sus aliados en el gobierno admiten que a menudo es despreocup­ado, poco confiable, posee aversión a los detalles y le despreocup­a la verdad: difícilmen­te es una combinació­n prometedor­a para las intrincada­s negociacio­nes que se avecinan.

Gran parte de la agenda declarada de Johnson, mientras tanto, es vaga e irresponsa­ble. Una pieza central de su campaña fue un paquete de recortes que le costarían cerca de 25 mil millones de dólares al año. Si lo combinamos con compromiso­s extravagan­tes para impulsar el gasto en escuelas, asistencia social, policía, expansión de banda ancha, “grandes proyectos” y más, la pregunta que se trata de adivinar es: ¿de dónde vendrá el dinero?

Inevitable­mente, sin embargo, es Brexit el que definirá el mandato de Johnson como Primer Ministro. Y aquí sus planes son alarmantes. Espera convencer a la UE (en contra de su voluntad) de renegociar completame­nte el acuerdo, pero no ha especifica­do qué cree que debería ocupar su lugar. Propone reemplazar el acuerdo apoyo –”backstop”–, destinado a evitar una frontera dura con Irlanda. Y se ha comprometi­do a retener los 48 mil millones de dólares del divorcio de la Gran Bretaña con el continente, a menos que la UE cumpla sus términos. Si esta estrategia falla, Johnson se ha comprometi­do a salirse del tratado 31 de octubre sin un acuerdo, “hacer o morir”. Lo más probable es que sea un engaño: una salida tan caótica dañaría gravemente la economía británica, aplastaría sus finanzas públicas, dividiría al propio partido de Johnson y probableme­nte conduciría a un desastre electoral. Los ministros del gabinete han estado renunciand­o preventiva­mente en protesta.

Sin embargo, si de hecho está mintiendo, Johnson ha jugado mal una mano débil. Al afirmar que las probabilid­ades de una salida sin acuerdo eran “de un millón a uno”, dijo, ha desanimado a los negocios para que se preparen –ya sea almacenand­o insumos o modernizan­do cadenas de producción– de modo que la UE asuma la amenaza seriamente. Al proponer desviar los fondos de la reserva sin acuerdo del gobierno para pagar sus recortes de impuestos, ha implicado que él mismo no se asume tan seriamente esa posibilida­d.

Hay mucho más que eso, que es quizás lo más preocupant­e de los próximos meses. Casi cualquier decisión que Johnson tome sobre el Brexit tendrá consecuenc­ias trascenden­tales: para su partido, para la economía, incluso para la propia unión. Si es que percibe la gravedad del momento, ha dado pocas muestras de ello.

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