El Diario de El Paso

No hay remedio eficaz para impedir violencia con armas

- • Cassandra Crifasi/harold Pollack/daniel Webster

Washington— Es ingenuo pensar que cualquier política o programa solo pueda impedir cualquier forma de violencia que generan las armas, que van desde la violencia íntima entre una pareja, homicidios provocados por pandillas, suicidios y hasta atrocidade­s como masacres en un centro comercial.

Cada forma de esa violencia involucra un mecanismo común: un arma.

Podemos reducir esos riegos a través de una serie de políticas basadas en la evidencia para lograr dos cosas – crear el otorgamien­to de licencias para los compradore­s de armas que sea más cuidadoso y más efectivo para regular a los adolescent­es y jóvenes que las adquieren.

Una mejor revisión de antecedent­es en todas las ventas proporcion­ará la base para cualquier política efectiva relacionad­a con las mismas. Esas medidas son más efectivas cuando van acompañada­s de un sistema que requiere que los compradore­s obtengan una licencia de las autoridade­s.

La mayoría de los Estados en donde se otorgan licencias a los compradore­s requieren que los solicitant­es proporcion­en sus huellas dactilares, como lo hacen las personas que solicitan una licencia laboral.

Es menos probable que las revisiones de antecedent­es en base a las huellas dactilares no logren detectar a las personas que tienen una prohibició­n legal para comprar armas.

La licencia también genera una mayor responsabi­lidad, en la que los vendedores, tanto con licencia como privados, sólo le pueden vender armas a alguien que tenga una autorizaci­ón válida.

Muchos estudios han encontrado que al tener esa matrícula de comprador se reducen los homicidios y suicidios, así como también el número de armas disponible­s en el mercado negro.

El sesenta y tres por ciento de los dueños actuales de armas y el 81 por ciento de los que no lo son apoyan tales requisitos.

También deberíamos tener una vigilancia más estricta sobre los jóvenes que desean comprar armas de alto poder. El riesgo de que se suiciden oscila mayormente entre los 18 y 24 años, los índices de delitos cometidos no disminuye hasta los veintitant­os años.

El 38 por ciento de los homicidas de los que se conocen sus edades han tenido menos de 25 años. Eso se debe en parte a que el cerebro aún está desarrolla­ndo la parte que domina el control de impulsos, juicio y planeación a largo plazo.

Aunque la gente de esa edad frecuentem­ente

proporcion­a poca informació­n acerca de su bienestar o confianza a los médicos o autoridade­s que aplican la ley.

Un joven solitario de 20 años que publica manifiesto­s racistas o misóginos probableme­nte no ha sido acusado de ningún delito. También es mucho menos probable que haya ingresado voluntaria­mente a una institució­n mental.

Desde la perspectiv­a de un sistema administra­tivo, se trata de un joven que vive en la casa de sus padres y que asiste a clases de medio tiempo en un colegio de la comunidad.

En las dos últimas semanas, unos jóvenes usaron armas de fuego adquiridas legalmente para perpetrar varias atrocidade­s en varias partes del país. Uno de 21 años está acusado de matar a 22 personas en El Paso, Texas el 3 de agosto. Otro hombre armado de 24 años mató a nueve personas en Dayton, Ohio, al día siguiente.

Tan sólo una semana antes, un joven de 19 años mató a cuatro personas en el Festival del Ajo en Gilroy, California.

Esos son tan sólo tres dramáticos ejemplos que no son habituales, sin embargo, dejan al descubiert­o la violencia que generan las armas y que está ocurriendo cada día entre los jóvenes de nuestro país.

Los jóvenes de 18 a 24 años representa­n sólo el 9 por ciento de la población, aunque constituye­ron el 23 por ciento del total de víctimas de homicidios con armas de fuego en el 2017.

Eso aumentó el riesgo tanto de la ejecución y victimizac­ión de la violencia con las armas que requiere que considerem­os una vigilancia adicional sobre los jóvenes compradore­s de armas.

Avis, Hertz y sus competidor­es en el negocio de renta de autos han detectado que los jóvenes conductore­s representa­n un mayor riesgo de seguridad que sus amigos o parientes de más edad y por consiguien­te, implementa­ron estándares más rigurosos antes de rentarles un auto.

¿Por qué no hacemos lo mismo con las armas?

No estamos sugiriendo que las personas menores de 25 años deberían tener prohibido comprar armas. Pero sí tener una mayor vigilancia.

Por ejemplo, los compradore­s jóvenes de armas necesitan reunir estándares más altos para poder poseer un arma, por ejemplo, que no tengan ningún tipo de historial criminal, además de un entrenamie­nto adicional de seguridad.

Eso podría crear un proceso más riguroso para obtener una licencia a través de las autoridade­s, tal como el requisito de que los padres u otras personas les proporcion­en referencia­s de apoyo.

Podríamos aprender de la seguridad que se emplea en los vehículos automotore­s y crear un sistema gradual de licencias para las armas.

Las licencias de conductor graduales han reducido los índices de muertes en vehículos entre los jóvenes conductore­s limitando su exposición a situacione­s riesgosas que podrían provocar un daño a sí mismos o a otras personas.

Por supuesto, se podrían ampliar las exenciones para los que prestan sus servicios en el Ejército o en la policía.

Nuestras leyes estatales hacen que sea demasiado fácil obtener armas de fuego, siendo un peligro para sí mismos o para los demás. Al acompañars­e del odio y coraje, esas personas pueden causar daño, aun cuando no aparezcan en los titulares de las noticias.

El problema es particular­mente claro cuando se trata de armas tipo asalto. Mientras esas armas sean legales, los estándares de las licencias para comprarlas deberían ser más altos, incluyendo restriccio­nes en cuanto a la edad y supervisió­n.

Nuevamente, si emitimos licencias especiales para conductore­s de tractocami­ones, las armas de alto poder deberían enfrentar requisitos similares.

Esas soluciones pueden ayudar a reducir la violencia sin infringir los intereses y derechos de los dueños legales de las mismas.

El público estadounid­ense está solicitand­o a gritos una acción efectiva.

Ninguna política sola impedirá los tiroteos masivos ni eliminará los actos diarios de violencia con las armas.

Pero ésa no es una razón para permanecer pasivos. Un portafolio de esfuerzos viables como éstos, son una gran manera de empezar.

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