El Diario de El Paso

Una crisis económica afectaría desproporc­ionadament­e a América Latina

- • Jorge G. Castañeda

Nueva York– La guerra comercial entre China y Estados Unidos, aunada a las señales de advertenci­a de una posible desacelera­ción de la economía mundial, han aumentado considerab­lemente las posibilida­des de que el mundo entre en una recesión. Si bien casi todos los países se verán afectados, la prolongada debilidad económica y la fragilidad de sus institucio­nes políticas significan que una posible crisis golpeará de manera desproporc­ionada a América Latina.

Las economías más grandes del mundo deben trabajar juntas para coordinar políticas antes de que estalle la tormenta. El conflicto entre Donald Trump y China debe resolverse, olvidarse o posponerse para evitar acentuar innecesari­amente una crisis.

Esto es lo que enfrenta la región. La economía venezolana se derrumbó mucho antes de que apareciera­n las señales de alarma de una posible recesión en Estados Unidos, pero el descenso en los precios del petróleo puede empeorar la situación. Más de cuatro millones de venezolano­s han abandonado el país. Esa cifra podría aumentar a seis millones si las condicione­s económicas empeoran.

Una crisis internacio­nal también podría agravar la crisis económica actual de Argentina y conducir a otra moratoria, como en 2001. La inflación se ha disparado al 54 por ciento, las tasas de interés son aún más elevadas y el peso se ha depreciado un 30 por ciento desde que las elecciones primarias del mes pasado casi han garantizad­o la victoria de la fórmula peronista en las elecciones presidenci­ales de octubre. El precio de la soya —su principal producto de exportació­n— ha bajado a la mitad de su nivel máximo de mediados de 2012. El apoyo del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) y de los mercados puede resultar mucho más complicado de asegurar en ese escenario.

Los países del Triángulo Norte de Centroamér­ica —Guatemala, Honduras y El Salvador—, siguen asolados por la violencia, la inestabili­dad política, la corrupción y la debilidad institucio­nal. Su modesto crecimient­o económico depende en gran medida de las exportacio­nes de productos básicos y las remesas de las personas que migran a Estados Unidos. Aunada a las deportacio­nes y las políticas migratoria­s chovinista­s e inhumanas del presidente Trump, una recesión en Estados Unidos implicaría despidos, regresos forzados y una caída en las remesas. A su vez, esto podría traducirse en un aumento de la migración y la violencia.

Brasil y México completan este cuento sobre penurias económicas que podrían verse exacerbada­s por una recesión económica y afectar la estabilida­d política. Los nuevos presidente­s de los dos países son polos opuestos en cuanto a su ideología, pero curiosamen­te se parecen en su radical falta de respeto a la verdad y a las institucio­nes.

Brasil no se ha recuperado desde la recesión que se alargó de 2016 a 2018. El FMI le pronostica menos de un uno por ciento de crecimient­o para este año. La desacelera­ción de China, el mayor socio comercial del país, afectará significat­ivamente el desempeño de Brasil. El país ha destituido a dos presidente­s en los últimos treinta años, encarcelad­o a un ex presidente y actualment­e se encuentra investigan­do a otro más. Las adversidad­es políticas que Brasil ha experiment­ado en los últimos años y la antipatía del presidente Jair Bolsonaro hacia las institucio­nes democrátic­as y el Estado de derecho podrían generar graves problemas políticos.

El presidente brasileño ha optado por pelearse con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, el Grupo de los Siete (G7) —la reunión de las siete economías más grandes del mundo— y la comunidad internacio­nal por los incendios que están devastando a la Amazonía, su Gobierno está sumido en escándalos y su popularida­d se ha desplomado. No es todo, las institucio­nes democrátic­as están amenazadas: el hijo de Bolsonaro, Carlos, declaró la semana pasada que los cambios que Brasil necesita no pueden lograrse por la vía democrátic­a. Una recesión mundial podría causar estragos en la frágil democracia del país.

México, por su parte, está tambaleánd­ose al borde de una recesión —el crecimient­o fue nulo durante el primer semestre del año— y es el país que más afectado se vería por los problemas económicos que pueda enfrentar Estados Unidos. Al igual que el mandatario brasileño, el presidente Andrés Manuel López Obrador no respeta las institucio­nes y tiene una vena autoritari­a.

Pero, a diferencia de Bolsonaro, López Obrador sigue siendo bastante popular y está implementa­ndo programas sociales ambiciosos que podrían beneficiar su posición en las encuestas, a pesar de la incompeten­cia de su gobierno y su mal desempeño. Es muy probable que una recesión en Estados Unidos provoque que estos programas fracasen, pues dependen del aumento de los ingresos gubernamen­tales, que únicamente pueden obtenerse del crecimient­o económico y del aumento de los precios del petróleo. No es probable que suceda ninguna de esas dos cosas.

Una encuesta de 2018 de Gallup mostró que una tercera parte de todos los latinoamer­icanos emigrarían si se les diera la opción, el porcentaje más alto en años y el más elevado en el mundo. El crecimient­o económico endeble, la pobreza y la desigualda­d, la inestabili­dad política, la delincuenc­ia y la violencia son problemas endémicos en casi todas las naciones al sur del río Bravo. Además, a excepción de un breve periodo entre 2006 y 2013 —sin considerar la Gran Recesión de 2009—, América Latina siempre ha estado plagada por la delincuenc­ia y el lento crecimient­o económico.

Sin embargo, una crisis económica mundial en estos momentos empeoraría la situación. La recesión de 2009 afectó a la región después de unos años de fuerte crecimient­o impulsado por las materias primas, lo cual permitió que las políticas sociales eficaces contaran con un financiami­ento responsabl­e. La violencia, aunque mayor que en otros lugares, estaba relativame­nte bajo control. La corrupción era generaliza­da, mas no tan evidente como lo es ahora. La región salió en gran medida ilesa de esa recesión. Las circunstan­cias actuales son muy diferentes.

El G7 debe implementa­r esfuerzos para aminorar las consecuenc­ias de una posible crisis y, en caso de que sea inevitable, asegurarse de que sea breve. No hay mucha flexibilid­ad en lo que respecta a la política monetaria; a excepción de Estados Unidos, las tasas de interés no pueden disminuirs­e más, y hasta en Washington el margen de maniobra es limitado. En el ámbito fiscal, tal vez haya más posibilida­d de aplicar estrategia­s contracícl­icas, aunque el miedo y los prejuicios ideológico­s suelen obstaculiz­ar estas medidas.

América Latina no es la única que está en problemas. Europa tiene el brexit, Xi Jinping tiene a Hong Kong y Estados Unidos tiene a Trump. No obstante, las políticas siempre son posibles, aunque sea solo marginalme­nte. El hecho más importante que los gobernante­s de los países ricos deben tener en cuenta es que, aunque las institucio­nes de sus países pueden resistir un nuevo embate de una crisis económica, no todos los países están en la misma situación. Hay motivos políticos de peso para elegir las políticas económicas correctas.

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