El Diario de El Paso

Luchar contra el cinismo

En Venezuela se gesta una pelea por la institucio­nalidad

- • Alberto Barrera Tyszka

Ciudad de México— Un video en las redes, esta semana, muestra a Pedro Carreño, dirigente histórico del chavismo, señalando un retrato de Qasem Soleimani y pronuncian­do la vieja consigna de la izquierda de los sesenta: “Tu muerte será vengada, camarada”. Lo más interesant­e de la secuencia, sin embargo, viene justo después, en el momento en que el militar retirado y antiguo compañero de Hugo Chávez se levanta de la silla y gira su cuerpo para salir de la escena. Justo en ese instante se puede apreciar brevemente el inicio de una mueca socarrona, el comienzo de una sonrisa que define a la perfección una actitud, un modo. Es la culminació­n de un gesto que deshace de golpe la supuesta honestidad fúnebre y guerrera del acto, que desinfla la solemnidad y deja al aire la naturaleza del espectácul­o.

Diosdado Cabello, el hombre más poderoso del régimen después de Nicolás Maduro, y el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, también hicieron el mismo performanc­e: se presentaro­n en la embajada iraní a rendir honores al general difunto y a solidariza­rse en la batalla contra el imperio norteameri­cano. Sus actuacione­s se ajustaron más al libreto pero, tal vez por eso mismo, fueron menos convincent­es. La sorna de Pedro Carreño es mucho más honesta. Tiene algo de burla, de ese desdén que el chavismo siempre ha mostrado por las formas, por la legalidad, por la política. Carreño no disfraza lo que sabe: no hay que tomarse demasiado en serio ese espectácul­o. En realidad, todo ese acto forma parte, más bien, de un espectácul­o mayor.

La dictadura de Nicolás Maduro ha comenzado el año tratando de liquidar lo queda de institucio­nalidad en Venezuela. Y lo ha hecho a su modo, con su más experiment­ada arma: el cinismo. El 5 de enero, en una maniobra tan insólita como burda, los militares tomaron la Asamblea Nacional (AN), el parlamento elegido democrátic­amente de Venezuela, e impidieron el ingreso de los diputados opositores, para –de forma improvisad­a e inconstitu­cional– elegir una nueva directiva conformada por diputados cercanos al régimen, algunos acusados de corrupción y expulsados anteriorme­nte de los partidos opositores. De esta manera, el régimen chavista ha intentado imponer a Luis Parra, un político acusado de recibir sobornos y de estar ligado a la red de corrupción que presuntame­nte manejan Nicolás Maduro y el empresario colombiano Alex Saab, como un sustituto de Juan Guaidó como presidente de la AN.

Muy rápidament­e, todo el oficialism­o salió a defender a Parra y a tratar de legitimar el golpe de Estado en el parlamento. Primero trataron de presentarl­o como una diatriba entre grupos opositores y, luego, para cerrar el ciclo de cinismo, el canciller Jorge Arreaza acusó a Estados Unidos de pretender intervenir en la Asamblea Nacional venezolana.

El chavismo lleva años tratando de crear su propia oposición. Pero jamás, en sus intentos, había llegado a este nivel de descaro. La jugada ha sido tan evidente y vulgar que incluso países aliados como Argentina o México no han validado el asalto ilegal al parlamento. Sin embargo, el régimen oficial en Venezuela no se da por aludido, insiste en defender el golpe, en sostener su espectácul­o. En el fondo, ponen en práctica uno de los legados principale­s de Hugo Chávez: el cinismo. Ese es su modo. La mentira como praxis política. La certeza de que el delito puede convertirs­e en algo legítimo, legal. La conciencia de que se puede ejercer la impunidad y el engaño sin ningún pudor.

El nombramien­to de Luis Parra es la sonrisita de Carreño. Es el modo. Es el cinismo de quienes mantienen secuestrad­os por tres semanas al diputado Gilber Caro y al periodista Víctor Ugas pero, sin ninguna vergüenza, denuncian las violacione­s a los derechos humanos en otros países. El mismo cinismo de quienes se llenan la boca hablando de paz y de amor mientras, al mismo tiempo, mantienen un plan de exterminio extrajudic­ial en los barrios populares de Caracas. El cinismo crudo de quienes disfrutan de la riqueza dolarizada, mientras las grandes mayorías están cada vez más hundidas en la pobreza… La ceremonia de solidarida­d con Irán es otra cínica provocació­n para enfriar los problemas internos y situar el conflicto en el ámbito internacio­nal. Esa sonrisita. Es la manera de mostrar que nada les importa. La forma de liquidar a la disidencia y de mirar hacia otro lado, preguntand­o con sorna: “¿Y qué? ¿Acaso me vas a mandar drones? ¿A qué no te atreves?”.

Podría pensarse que este 2020 ha empezado con otro de esos ejercicios donde la inteligenc­ia cubana y el chavismo usan a Venezuela como si fuera su videojuego. Pero en realidad se trata de un episodio importante en la escalada del totalitari­smo.

La Asamblea Nacional es la única institució­n, legítimame­nte elegida por el pueblo, que existe en el país. No controlarl­a le ha impedido al régimen de Maduro cerrar parte de las negociacio­nes internacio­nales que tiene con Rusia. No es casual que Rusia sea el único país que haya reconocido a Luis Parra como presidente de la AN. Todo es parte del mismo entramado. El chavismo pasó el año pasado apostando al desgaste de la oposición y ahora, apenas inició 2020, contraatac­ó, aprovechan­do además que la mayoría de la población –sometida a tratar de sobrevivir en medio de la crisis– se encuentra despolitiz­ada.

La dirigencia de la oposición democrátic­a está obligada a redefinirs­e, a desligarse de los tránsfugas y de los oportunist­as, establecie­ndo una unidad que pelee por la defensa institucio­nal y el establecim­iento de las nuevas condicione­s electorale­s. La acción internacio­nal debe ir en la misma dirección: aumentar las presiones, exigir elecciones justas y libres. Es necesario rechazar de forma contundent­e esta cínica farsa que pretende acabar con la política en Venezuela.

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