El Diario de El Paso

¿Por qué es tan profunda la hostilidad hacia la inmigració­n?

- • Noah Smith

Washington–es difícil entender la opinión pública acerca de la inmigració­n. Los estadounid­enses expresan puntos de vista más favorables hacia la inmigració­n desde que Donald Trump fue electo presidente.

Sin embargo, las cifras de los sondeos proporcion­an varias advertenci­as.

Primero, la olea de apoyo a la inmigració­n podría ser simplement­e una reacción a la xenofobia de la administra­ción Trump y podría disminuir después que concluya su mandato.

Segundo, los sondeos dicen poco acerca de la prominenci­a del tema para ambas partes, los que se oponen a la inmigració­n podrían sentirse más motivados que los que la defienden, y por lo tanto, luchar más duro.

Finalmente, vale la pena hacer notar que incluso ahora, los que apoyan la disminució­n de la inmigració­n superan a los que están de acuerdo en incrementa­rla. Esta informació­n sólo se refiere a Estados Unidos, tal vez, otros países podrían ir en dirección opuesta.

¿Por qué el público parece inclinarse hacia la anti-inmigració­n? La mayoría de la informació­n muestra que los inmigrante­s, por lo menos en Estados Unidos, son una fuerza saludable y positiva.

Son altamente movibles y han hecho una considerab­le contribuci­ón a la tecnología e industria. No han disminuido los salarios de los trabajador­es nativos de este país en el caso de los inmigrante­s altamente calificado­s, incluso, hasta los han aumentado.

Cometen menos delitos que los estadounid­enses nativos. Pagan muchos impuestos logrando apoyar a los gobiernos locales y estatales. Han revitaliza­do las poblacione­s pequeñas que estaban muriendo y los vecindario­s deteriorad­os.

¿Por qué tantos estadounid­enses desconfían de lo que en papel parece ser un bien íntegro?

Una posible razón es que los estadounid­enses, aunque son más positivos hacia la diversidad que muchos otros países, también les preocupa que su cultura pueda diluirse con los recién llegados.

El prejuicio racial hacia los inmigrante­s de los países que no son anglosajon­es también juega un papel importante. La política también podría ser un factor, debido a que los hijos de los inmigrante­s tienden a votar por los demócratas, los republican­os temen que la inmigració­n represente una amenaza para su fortaleza electoral.

Sin embargo, encima de todo esto, el sentimient­o anti-inmigrante podría estar entrelazad­o con el estado de bienestar. La gente sobreestim­a la cantidad de recursos públicos que se gasta en los inmigrante­s. Y podrían estar menos dispuestos a distribuir los beneficios del gobierno que la gente de otros países.

Ésa es la conclusión de un documento recienteme­nte publicado por los economista­s Alberto Alesina, Armando Miano y Stefanie Stantcheva. Los autores realizaron unos sondeos detallados entre 24 mil personas nativas de seis países occidental­es desarrolla­dos: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Suecia e Italia. Lo que descubrier­on es una serie de malas percepcion­es generaliza­das.

Primero, los nativos de todos los países que fueron encuestado­s tendieron a sobreestim­ar sustancial­mente el número de inmigrante­s. En todo el espectro demográfic­o y político, la gente respondió que el porcentaje de inmigrante­s en sus países era de 10 a 15 puntos porcentual­es más alto que la cifra real.

También tendieron a cometer errores acerca de las personas que llegan a su país, sobreestim­ando el porcentaje de inmigrante­s musulmanes y subestiman­do el porcentaje de cristianos, excepto en Francia.

De igual manera, subestimar­on el porcentaje de inmigrante­s en la fuerza laboral altamente educada. Los investigad­ores también encontraro­n que la gente tiende a asumir que los inmigrante­s reciben más beneficios para su bienestar que los nativos de ese país.

Muchas personas de países ricos piensan en la inmigració­n de la manera como se muestra en el famoso poema de la Estatua de la Libertad, una muchedumbr­e cansada, hambrienta y pobre.

Incluso aquellos que normalment­e apoyan el programa de bienestar podrían inclinarse hacia frenar los beneficios si su país tuviera que enfrentar a una horda de recién llegados necesitado­s.

Esa inclinació­n es aún más fuerte entre los que no les gusta la idea del programa de bienestar, en primer lugar, los que culpan a los pobres por su pobreza, que simplement­e no les importan los extranjero­s o los que gustan de los estereotip­os racistas.

En un documento de seguimient­o, Alesina y Stantcheva muestran matemática­mente cómo todos esos factores se combinan para reducir el apoyo al bienestar.

Ciertament­e, Alesina y sus colegas encontraro­n que cuando le hicieron preguntas a la gente acerca de la inmigració­n antes de preguntarl­es acerca de la redistribu­ción, en lugar de hacerlo después, su apoyo al programa de bienestar se desplomó.

No es sorprenden­te que el efecto haya sido más fuerte entre los conservado­res.

Así que, parece que es muy probable que la inmigració­n reduzca el apoyo a la redistribu­ción. Sin embargo, los países avanzados tienen un gran programa de bienestar y es improbable que lo abandonen pronto. En lugar de eso, parece probable que muchos tratarán de cerrar las puertas a los extranjero­s.

Los que conocen los beneficios de la inmigració­n tienen problemas para formular una respuesta. Las campañas de informació­n les dicen a las personas que los inmigrante­s son una red fiscal positiva que parece improbable que funcione, por ejemplo, en el estudio de Alesina, encontró que los que respondier­on la encuesta no estaban muy interesado­s en enterarse de los hechos reales después que concluyó la encuesta.

Hacer campaña en contra del racismo y los estereotip­os negativos de los pobres que no están bien atendidos podría ayudar, sin embargo, cambiar una actitud muy arraigada siempre es una batalla cuesta arriba.

Una solución podría ser admitir a más inmigrante­s calificado­s. Estudios muestran que los inmigrante­s educados contribuye­n mucho más a los ingresos derivados de los impuestos que lo que les quitan, la mayoría de las personas instintiva­mente saben que los ingenieros o doctores no es probable que reclamen los beneficios para el bienestar.

El inclinar el sistema de inmigració­n hacia los trabajador­es calificado­s, como lo hacen Canadá y otros países, no sólo mantendrán las arcas del gobierno funcionand­o: podría ayudar a preservar un amplio apoyo tanto para la inmigració­n como para el estado de bienestar, aun de cara a la obstinada mala percepción del público.

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