El Diario de El Paso

Biden, Sanders, la Seguridad Social y las calumnias

- Paul Krugman

Nueva York— Mientras los medios noticiosos han estado concentrad­os en la “pelea” entre Elizabeth Warren y Bernie Sanders, algo mucho más serio ha venido sucediendo entre el equipo de campaña de Sanders y Joe Biden. Hay que decirlo como es: el equipo de campaña de Sanders ha mentido llanamente sobre cosas que Biden dijo en 2018 sobre la Seguridad Social y se ha negado a admitir la falsedad de sus declaracio­nes.

Esto es malo; de hecho, es casi trumpiano. Lo último que necesitamo­s en este momento es a otro presidente que satanice y mienta sobre cualquiera que no esté de acuerdo con él y no pueda admitir nunca que se equivoca. Biden se merece una disculpa ahora y tal vez Sanders necesite encontrar mejores asistentes.

Dicho eso, y esto no es excusa para la gente de Sanders, sería una buena idea que Biden explicara por qué, en el pasado más distante, estuvo de acuerdo con el consenso de la región industrial estadounid­ense de que la Seguridad Social necesitaba reducirse.

En primer lugar, hablando sobre esa calumnia de Biden: en 2018, Biden pronunció un discurso en el que atacó a Paul Ryan, quien entonces era presidente de la Cámara de Representa­ntes, por querer disminuirl­es los impuestos a los ricos y pagar esos recortes fiscales reduciendo la Seguridad Social y Medicare. En estos comentario­s no había nada que debiera molestar a los progresist­as.

Sin embargo, hace poco, un asesor de Sanders circuló un fragmento del video del evento que hizo parecer que Biden en realidad estaba apoyando la postura de Ryan y pidiendo recortes a la Seguridad Social. Unos días después, un boletín del equipo de campaña de Sanders citó a Biden fuera de contexto e hizo la misma afirmación.

Si quieren una comparació­n, es como si yo dijera: “Algunos nacionalis­tas blancos afirman que los judíos son responsabl­es de todos nuestros problemas” y una campaña política sacara un comunicado de prensa que dijera: “Krugman dice que ‘los judíos son responsabl­es de todos nuestros males’”.

Biden sí dio un traspié en su contraataq­ue, ya que erróneamen­te dijo que el video tergiversa­do había sido “adulterado”, pero eso no significa que todavía no se le deba una disculpa. Sin embargo, el equipo de campaña de Sanders, en lugar de hacer eso, ha redoblado esfuerzos. En lugar de admitir que difamó a un rival, el equipo de campaña va por ahí afirmando que Biden tiene una larga historia en la que ha tratado de reducir la Seguridad Social. Por desgracia, hay algo de verdad en esa afirmación, pero no es excusa ni para la mentira original ni para la negativa a admitir el error.

Ahora, sobre la parte de verdad en la crítica de Biden: en una ocasión, hubo un consenso peculiar entre las figuras mediáticas y los aspirantes a centristas de que el costo a largo plazo de los programas de prestacion­es sociales eran el problema más grande de Estados Unidos, que la Seguridad Social en particular estaba en crisis y que algo había de hacerse y la solución incluía recortes a las prestacion­es.

Este consenso no se basó en un análisis serio; tenía que ver con la actitud que se esperaba de los políticos. Allá por 2007, escribí que afirmar que la crisis de Seguridad Social requería recortes era visto como un “símbolo de seriedad”, una manera de mostrar cuán estadista y exigente se era.

Por cierto, el candidato al que me refería, el tipo que dije que había sido “tomado por tonto”, fue un político de nombre Barack Obama. Pero la sabiduría popular también incluyó a Biden, así que no es difícil encontrar viejas citas en las que sugirió posibles recortes a la Seguridad Social en nombre de la responsabi­lidad fiscal.

Eso fue entonces. Actualment­e, Biden, al igual que muchos demócratas, está haciendo un llamado para que se expandan las prestacion­es de la Seguridad Social. Eso no hace que sus declaracio­nes anteriores sean irrelevant­es; debería reconocer que ha cambiado de postura, y sus antecedent­es en este tema son una de las razones por las cuales a los progresist­as les preocupa que, de resultar electo, pueda dilapidar su capital político en intentos vanos de alcanzar una concesión bipartidis­ta (su participac­ión en la aprobación del proyecto de ley de quiebra draconiano de 2005, que hizo que Elizabeth Warren participar­a en la política, es otra).

Sin embargo, nada de esto justifica la mentira del equipo de campaña de Sanders sobre las declaracio­nes recientes de un hombre que, después de todo, bien puede ser el candidato presidenci­al demócrata y que, sin importar su historial centrista, sería infinitame­nte más progresist­a que el actual ocupante de la Casa Blanca. Además, calumniar a Biden refuerza las preocupaci­ones que algunos de nosotros tenemos sobre Sanders.

Siempre ha habido un lado feo en el apoyo de Sanders, una facción de seguidores que tachan a cualquiera que haga preguntas sobre sus posturas (¡incluso Warren!) de ser un cómplice capitalist­a corrupto. No obstante, hasta este momento, uno podía argumentar que el mismo Sanders no era responsabl­e del mal comportami­ento de algunos de sus seguidores.

Ahora ya no podemos decir eso. La calumnia deshonesta y los esfuerzos posteriore­s para reforzar esas imposturas provienen de los altos mandos de la campaña de Sanders; incluso si no salen directamen­te de boca de Sanders, este podría y debería haberlos detenido. El hecho de que Sanders no se esté disculpand­o con Biden ni eliminando de su equipo a los responsabl­es dice cosas incómodas sobre su carácter.

No quiero exagerar en esto. Aunque hay un dejo trumpiano en parte de lo que estamos viendo en el equipo de campaña de Sanders, Bernie Sanders no es Donald Trump. Como acabamos de ver, hay algunos problemas reales con la gente que lo rodea, pero no se parecen en nada a la banda de rufianes de Trump. Y en la práctica una presidenci­a de Sanders, al igual que una presidenci­a de Biden, sería una enorme mejora, moral y sustancial­mente, de lo que tenemos ahora.

Pero en este momento, Sanders y su campaña están actuando mal y necesitan que alguien se los haga saber.

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