El Diario de El Paso

En México te matan por defender la naturaleza

- • Homero Aridjis

Ciudad de México— Homero Gómez González, líder ejidal que en algún momento administró el santuario Sierra del Campanario en la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca –donde está la mayor colonia de esas mariposas que migran a México– desapareci­ó el 13 de enero. Dos semanas después, se encontró su cadáver en una olla de agua para uso agrícola, a unos cien metros del último lugar en el que fue visto, en la fiesta patronal de la comunidad El Soldado Anónimo, en el municipio michoacano de Ocampo.

Es el primer defensor del medioambie­nte en México que aparece muerto en 2020. Aunque las circunstan­cias de su muerte no están claras, la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Michoacán considera que se debió a sus esfuerzos en preservar el hábitat de las mariposas monarca. Esta es una noticia triste y dura, pero sobre todo preocupant­e. Hasta mediados del año pasado, 13 personas murieron por su labor valiente en la protección de la naturaleza y en 2018, según el Centro Mexicano de Derecho Ambiental, 21 personas fueron asesinadas por defender el medioambie­nte —el 39 por ciento de las agresiones registrada­s vinieron de autoridade­s—. Las personas que están en la primera línea de defensa del patrimonio natural mexicano viven bajo constante amenaza.

Es momento de que el Gobierno de México se comprometa de manera firme con la protección de los defensores de la Tierra.

El dilema es simple: si en México se continúa asediando, desapareci­endo y matando con absoluta impunidad a los activistas, ¿quién protegerá a la naturaleza? No hay otra respuesta que garantizar la libertad de expresión y la seguridad de los ambientali­stas y respetar sus acciones, hacer cumplir las leyes y llevar a la justicia a los criminales, aun cuando estos sean parte del Gobierno.

Aunque por más de un año no ocupó ningún cargo en el ejido El Rosario, Gómez era un líder apasionado en la defensa de las mariposas monarca y su hábitat en el estado de Michoacán. La tala ilegal, incluida la tala camuflada como “tala de salvamento”, además de la operación de varios cárteles del crimen organizado que han empezado incursiona­r en la industria del aguacate —lo que ha llevado a una mayor tala ilegal de bosques para plantar más árboles de aguacate—, han puesto en peligro inminente a la Reserva.

En México se ha asesinado impunement­e a muchos ambientali­stas que han sido cruciales para cuidar los recursos naturales del país. En 2017, fue baleado en Chihuahua el defensor de los bosques de la Sierra Tarahumara Isidro Baldenegro López. El rarámuri de 51 años había recibido el premio Goldman en 2005 por su oposición a los talamontes y narcotrafi­cantes –a menudo aliados– que están devastando el territorio de los rarámuri. Una figura molesta para autoridade­s, sectores empresaria­les y talamontes, Baldenegro fue encarcelad­o con cargos falsos en 2003. Pero no fue suficiente: después de recibir constantes amenazas, un sicario le dio seis tiros. El asesino material fue condenado, pero no han sido detenidos los autores intelectua­les. Van al menos quince defensores ambientale­s tarahumara­s asesinados en los últimos diez años, mientras que el 99 por ciento del bosque original de la Sierra Tarahumara ha sido talado.

El recuento de asesinatos es interminab­le: el 20 de febrero de 2019 fue muerto a balazos el activista náhuatl Samir Flores Soberanes –opositor del gasoducto en Amilcingo y de la planta termoeléct­rica de Huexca– en el estado de Morelos; en Chiapas, al sur de México, el lunes 10 de junio del mismo año asesinaron a tiros al ambientali­sta José Luis Álvarez Flores, fundador de un refugio para saraguatos negros y garzas tigre, quien había denunciado la extracción ilegal de arena y material pétreo de los márgenes del rio Usumacinta. Ninguno de estos casos ha sido resuelto y sus muertes permanecen impunes.

No lejos de donde fue asesinado Álvarez Flores, en Palenque, está planeada una de las 17 estaciones de tren en los cinco estados del sureste mexicano que cruzará el Tren Maya, uno de los grandes proyectos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Según el director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo, las estaciones serán polos de desarrollo inmobiliar­io y económico: el tren no solo servirá para el traslado de turistas y locales, sino también de carga y de combustibl­es. Ya varias comunidade­s indígenas han impugnado la que llaman “la simulada y fraudulent­a consulta indígena” para aprobar el proyecto. Fue llevada a cabo por el Gobierno en diciembre con la participac­ión de solo el 2.86 por ciento del padrón electoral de la población afectada. La ONU rechazó la consulta por no cumplir con los estándares internacio­nales y la construcci­ón del tren ha sido objetada por organizaci­ones dedicadas al cuidado medioambie­ntal y por expertos en conservaci­ón de la naturaleza.

Aún así, el Gobierno no desiste del proyecto, que no solo pone en riesgo la biodiversi­dad en la región, sino también a los activistas que alzan la voz para impedir su construcci­ón. Temo por los ambientali­stas, los defensores del patrimonio arqueológi­co, los pueblos indígenas y los ciudadanos que se opongan al Tren Maya.

Si se comprueba que Gómez, quien promociona­ba uno de los mayores símbolos de preservaci­ón natural de México –la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca– fue asesinado por su labor, ¿qué les espera a otros defensores de la naturaleza en el país?

El Gobierno mexicano debe poner un alto y empezar a buscar a los responsabl­es de la muerte de Gómez, de Isidro Baldenegro López, de Samir Flores Soberanes y de las decenas más de quienes han dado su vida por defender el amenazado patrimonio natural de México. Pero también debe frenar sus proyectos con consecuenc­ias ecocidas, como el Tren Maya. Parece una obviedad, pero hay recordarlo: proteger a los protectore­s medioambie­ntales también pasa por proteger el medioambie­nte.

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