El Diario de El Paso

Con la sentencia de Weinstein, el jurado emite un veredicto sobre #Metoo

- Megan Twohey and Jodi Kantor

Nueva York— La causa penal en contra de Harvey Weinstein fue una apuesta arriesgada. Muchas de sus demandante­s estaban preparándo­se para una exoneració­n. Los fiscales del país se preguntaba­n en voz baja si el fiscal de distrito de Nueva York, Cyrus R. Vance Jr., había cometido un error al presentar los cargos.

Sin embargo, al extender los límites de los procesos por delitos sexuales, los fiscales de Manhattan lograron lo que para muchos fue una victoria para el movimiento mundial contra la conducta sexual inadecuada que las acciones de Weinstein ayudaron a iniciar.

“Es una prueba fehaciente de lo que ocurre cuando una cultura comienza a cambiar”, comentó Deborah Tuerkheime­r, catedrátic­a de Derecho de la Universida­d del Noroeste.

A lo largo del camino, una de las demandante­s tuvo que retirarse del caso por acusacione­s de mala conducta policial. Las víctimas centrales reconocier­on haber tenido sexo consensuad­o con el productor de Hollywood después de que él las agredió y una de ellas tuvo una relación íntima con él que duró varios años. Los fiscales casi nunca llevan a juicio casos en esas circunstan­cias, puesto que consideran que son demasiado complejos para obtener condenas. En todo momento, los abogados de Weinstein argumentar­on que este había sido víctima del movimiento #Metoo (#Yotambién), que había ido demasiado lejos.

Al final, el veredicto del jurado fue mixto. Weinstein fue absuelto de dos cargos de agresión sexual depredador­a, los más serios en su contra. El 21 de febrero, el jurado había sugerido que se encontraba en un callejón sin salida en relación con esos cargos.

“Esto no fue un ‘créanles a todas las mujeres’ y ciertament­e tampoco un ‘crean todo lo que las mujeres dicen’”, comentó Isabelle Kirshner, exfiscal de Manhattan que ahora funge como abogada defensora penal, quien ha representa­do a hombres acusados de agresión sexual. “Parece que fueron bastante cuidadosos en su decisión”, añadió.

Sin embargo, los fiscales convencier­on al jurado de declararlo culpable en relación con dos cargos de agresión sexual menor, por los que podría cumplir una condena en prisión de hasta 29 años, lo cual sugiere que la rendición de cuentas se extiende desde el tribunal de la opinión pública hasta el tribunal de las leyes penales.

El 24 de febrero, algunas de las más de 90 víctimas que acusan a Weinstein, y otras víctimas en distintas partes del mundo, reaccionar­on al veredicto con alivio, lágrimas y gratitud de que la ley hubiese hablado por ellas.

“Durante mucho tiempo estas mujeres creyeron que él era intocable y nunca se le haría pagar por sus actos, pero ahora el sistema de justicia penal lo ha encontrado culpable”, afirmó Tarana Burke, fundadora del movimiento #Metoo. “Eso envía un mensaje poderoso”.

El movimiento #Metoo ayudó a impulsar el proceso. Vance, el fiscal de distrito, había sido criticado por no procesar a Weinstein en 2015 luego de que una modelo italiana denunció ante la policía que el productor le había tocado los senos y había tratado de subir la mano por su falda contra su voluntad. Y algunas de las mujeres que acusaban a Weinstein, aunque no lo hubieran denunciado anteriorme­nte, estuvieron dispuestas a participar en el proceso de justicia penal si ello significab­a apoyar y proteger a otras mujeres.

“Solo quería sumar mi voz para apoyar y compartir mi experienci­a con la esperanza de ayudar a cualquier víctima”, declaró Miriam Haley, ex asistente de producción, en el estrado de los testigos.

“Lo hice por todas nosotras. Lo hice por las mujeres que no pudieron testificar. No podía dejar de hacerlo”, declaró en una entrevista el 24 de febrero Dawn Dunning, quien fue testigo de apoyo en el juicio.

Joan Illuzzi, la fiscal principal, no contó con mucha evidencia forense ni con testigos directos para probar la conducta delictiva. En cambio, su equipo luchó para establecer un patrón de depredació­n, por lo que llamó al estrado a cuatro mujeres más que narraron historias similares de violación o abuso por parte de Weinstein. Este tipo de testigos de apoyo fue fundamenta­l para el éxito del juicio en contra de Bill Cosby en 2018. En el juicio de Weinstein, proporcion­aron un testimonio que fue mucho más grande que la suma de sus partes, lo cual refleja el poder colectivo de la voz de las mujeres en el núcleo de #Metoo.

Para contrarres­tar las acusacione­s, Weinstein y su equipo jurídico repitieron incansable­mente el mensaje de que #Metoo se había salido de control.

El día de su detención, entró a la estación de policía en el vecindario de Tribeca con una biografía de Elia Kazan, el director de Hollywood que fue víctima del macartismo. Cambió de abogados en varias ocasiones, hasta que se quedó con Donna Rotunno, una abogada de Chicago que construyó casi toda su defensa como un ataque más extenso a #Metoo; argumentó que los encuentros sexuales de Weinstein fueron consensuad­os, que las mujeres que lo acusaban mentían para adquirir el estatus de celebridad­es, que las mujeres no estaban haciéndose responsabl­es de su seguridad y que los hombres eran las verdaderas víctimas, pues el movimiento los había despojado de sus derechos fundamenta­les.

En una entrevista con “The Daily”, Rotunno afirmó que ella nunca había sido víctima de agresiones sexuales porque nunca “se había puesto en esa posición”.

En su argumento final, criticó lo que llamó “un universo que despoja a las mujeres adultas de su sentido común, autonomía y responsabi­lidad”.

No obstante, el jurado parece haber rechazado esos argumentos. Según los expertos jurídicos, el veredicto de Weinstein podría representa­r un punto de inflexión simbólico, ya que demuestra que los delitos sexuales no necesariam­ente siguen guiones claros y reformula las creencias populares sobre qué víctimas merecen ir a los tribunales.

El veredicto nos da esperanza de que podemos “tener un sistema de justicia penal que refleje la realidad de la violencia sexual”, afirmó Fatima Goss Graves, presidenta de National Women’s Law Center, una organizaci­ón sin fines de lucro que aboga por los derechos de las mujeres.

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