Cancelen los Juegos Olímpicos
En medio de una pandemia, sería terriblemente irresponsable que se realizaran
Nueva York— pesar de la pandemia de coronavirus, el Comité Olímpico Internacional (COI) y los organizadores de Tokio 2020 insisten en que los Juegos Olímpicos de Verano Tokio 2020 se llevarán a cabo. Incluso con las extensas cancelaciones en el futbol europeo, las carreras de Fórmula Uno, así como en el baloncesto profesional y colegial en Estados Unidos, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, prometió: “Superaremos la propagación de la infección y seremos anfitriones de los Juegos Olímpicos sin ningún problema, como está planeado”.
Aunque los deportes pueden crear una válvula de escape de la rutina de la vida cotidiana, no se puede eludir el hecho de que la pandemia de coronavirus representa un desafío extraordinario que no puede ser superado con simples banalidades y oraciones. Seguir adelante con las olimpiadas de Tokio representa crear un caldo de cultivo enorme y potencialmente peligroso. Por el bien de la salud pública mundial, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 deberían ser cancelados.
Las olimpiadas están programadas para comenzar hasta el 24 de julio. Sin embargo, la respuesta del COI al coronavirus no se ha basado en un pensamiento a futuro. Después de una reunión reciente del consejo ejecutivo, el presidente del COI, Thomas Bach, declaró que el consejo ni siquiera había mencionado las palabras “posponer” o “cancelar”. Sin embargo, los organizadores han dado mensajes mixtos. Un miembro del consejo ejecutivo de Tokio 2020 sugirió retrasar los juegos, para luego retractarse y disculparse, mientras que el presidente del comité organizador, Yoshiro Mori, dijo: “Nuestra postura básica es proceder con nuestros preparativos y celebrar unos Juegos Olímpicos seguros”. La ministra de Japón encargada de los juegos, Seiko Hashimoto, se apegó a un libreto similar: “El COI y los organizadores de 2020 no están considerando cancelar ni posponer los juegos en absoluto”.
En un comunicado emitido el martes, el COI mencionó que el equipo especial que supervisa la situación estaba considerando posibles “adaptaciones”, pero que el COI “sigue completamente comprometido con los Juegos Olímpicos de Tokio 2020”, y agregó: “Faltando cuatro meses para los juegos, no hay necesidad de tomar ninguna decisión drástica en esta etapa; y cualquier especulación en este momento sería contraproducente”.
Rehusarse a siquiera considerar alternativas es imprudente. La especulación mesurada y basada en la evidencia es el camino responsable. Los epidemiólogos han dejado claro que el coronavirus es una pandemia potencialmente histórica. Cada día, la Organización Mundial de la Salud (OMS) revela más países y territorios con casos reportados del virus. La OMS recientemente declaró que Europa, donde muchos atletas olímpicos viven y entrenan, es el epicentro de la pandemia. De acuerdo con expertos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos, la pandemia podría infectar de entre 160 millones y 214 millones de personas en Estados Unidos.
Con atletas y espectadores provenientes de todas partes del mundo, los Juegos Olímpicos se podrían convertir en una distópica zona de contagio del coronavirus. La especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad de Stanford, Yvonne Maldonado, afirma que, en los Juegos Olímpicos, “reúnes a muchas personas, y después los envías de regreso a todas partes del mundo: esa es la manera perfecta de transmitir el virus”.
No obstante, el espectáculo olímpico es una droga poderosa. La semana pasada, a pesar del caos por el coronavirus, el relevo de la antorcha olímpica comenzó en Grecia, donde una actriz vestida de sacerdotisa pagana encendió la llama olímpica en la antigua Olimpia. Sin embargo, horas después, el relevo de la antorcha fue cancelado debido a preocupaciones de salud pública.
Aun así, los organizadores de Tokio 2020 afirman que el relevo de la antorcha continuará conforme a lo programado, a partir del 26 de marzo en Fukushima, la prefectura japonesa que fue diezmada por varios desastres (sismo, tsunami y fusión nuclear) en 2011. La decisión no solo ha generado críticas debido a la pandemia, sino también porque Greenpeace descubrió que existen puntos de gran concentración de radiación a lo largo de la ruta del relevo de la antorcha.
Aunque es posible que los participantes del relevo de la antorcha olímpica se pongan en riesgo, el personal en la sede del COI en Lausana, Suiza, estará a salvo. Esta semana, la mayoría de los integrantes comenzaron a trabajar desde casa. Según el COI, esta medida busca “proteger la salud de su personal y sus familiares” del contagio de coronavirus. Los trabajadores involucrados en el relevo de la antorcha de Tokio no están tomando las mismas precauciones.
El COI tiene un historial de no dejarse detener por catástrofes para realizar los Juegos Olímpicos, al adoptar el mantra de “los juegos deben continuar”. En un mundo fracturado, las olimpiadas simbolizan la cooperación y la buena voluntad internacionales. Pero, ¿deben hacerlo en la era del coronavirus? Muchas preguntas sobre la Covid-19 continúan sin respuesta, y un estudio, que se publicará próximamente en Swiss Medical Weekly, proyecta que la enfermedad no llegará a su punto más álgido sino hasta el invierno de 20202021. Insistir en que las olimpiadas se lleven a cabo mientras el mundo tiembla al ritmo de una pandemia implica una enorme arrogancia.
Existen intereses poderosos que están empeñados en que se realicen los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 según lo programado. Las cadenas de televisión, aunque están aseguradas, verán sus ganancias desvanecerse. Los políticos japoneses, como el primer ministro Abe, han aportado enormes sumas de su capital político en los juegos. La marca olímpica del COI podría sufrir daños. Además, existe la presión adicional de recuperar los fondos después de que los costos para los Juegos Olímpicos de Tokio se dispararon de 7 mil 300 millones de dólares en el momento de la candidatura a más de 26.000 millones, según una auditoría realizada por el Gobierno japonés. Sin embargo, la irresponsabilidad fiscal no justifica exacerbar una emergencia global de salud pública.
El presidente estadounidense, Donald Trump, recientemente sugirió que los juegos no deberían realizarse este verano, aunque la ministra japonesa a cargo de Tokio 2020 rechazó de inmediato la sugerencia.
Retrasar la olimpiada involucra complicaciones y costos significativos. Para las televisoras como NBC significa tener que competir por televidentes en un calendario deportivo saturado, incluida su propia programación que genera mucho dinero como el futbol americano. Posponerlos también agrega costos a un presupuesto ya de por sí inflado para el mantenimiento de los recintos de las competencias y la nómina de Tokio 2020. También existe el problema de la villa olímpica, cuyos espacios serán convertidos en apartamentos, muchos de los cuales ya han sido vendidos.
Los Juegos Olímpicos han estado sumidos desde hace tiempo en una crisis de lento avance con el dopaje, los casos de abuso contra atletas y el descenso del número de ciudades que desean convertirse en sedes. La forma en que los poderosos del olimpismo han respondido ha sido preocupante. No merecen el beneficio de la duda.
La cancelación podría parecer desastrosa. Sin embargo, en realidad, sería un acto maravilloso de solidaridad global. Pierre de Coubertin, el aristócrata francés que revivió los Juegos Olímpicos modernos en la década de 1890, se refería “al noble espíritu de la caballerosidad” como los cimientos del deporte y la sociedad. Para enfrentar la crisis del coronavirus, se requiere una gran dosis de caballerosidad desinteresada.
Durante una pandemia global, realizar los Juegos Olímpicos es irracional. Es momento de presionar el botón de pausa con los cinco anillos y cancelar los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.