El Diario de El Paso

México, el coronaviru­s y el presidente abrazador

- Ioan Grillo

Ciudad de México— El 4 de marzo, unos días después de que se descubrier­a el primer caso de coronaviru­s en esta ciudad, al presidente Andrés Manuel López Obrador se le preguntó por el virus en su conferenci­a de prensa diaria. “Miren, lo del coronaviru­s, eso de que no se puede uno abrazar”, un gesto caracterís­tico que usa a manera de abrazo al pueblo mexicano.

Mientras el brote del virus se declaraba una pandemia y las naciones anunciaban cuarentena­s obligatori­as, cancelaban los vuelos y cerraban las fronteras, los críticos usaron el comentario de López Obrador como evidencia de que el presidente de 66 años y cabello plateado estaba manejado la crisis de manera errónea. Los videos de ese momento se han compartido cientos de miles de veces en las redes sociales. Pero López Obrador no se desdijo y, el 14 de marzo, en una aparente réplica, publicó un video en el que aparece repartiend­o abrazos y besos a sus seguidores en un gran mitin en el empobrecid­o estado de Guerrero.

México está por debajo de Europa y Estados Unidos en sus índices de infección por coronaviru­s, pero el número de casos está aumentando de manera firme. El gobierno no ha tomado medidas drásticas ni en cuanto a los viajes ni en cuanto al trabajo, con el argumento de los enormes retos económicos ante el hundimient­o del peso y las restriccio­nes de la Casa Blanca a los cruces en la frontera con México. López Obrador continúa haciendo comentario­s frívolos sobre el virus. En una conferenci­a de prensa, sacó unos amuletos que dice que lo protegen y continúa asistiendo a mítines.

Por otro lado, México ha estado rastreando los casos importados y poniendo a esas personas en cuarentena, ha estado preparando los hospitales y ha reforzado las medidas preventiva­s en días recientes, con el cierre de escuelas y la exhortació­n para que la gente se quede en casa. El 20 de marzo, el gobierno también inició una campaña de distanciam­iento social, con el mensaje de que no hay que saludarse con besos y abrazos, y la apoyó con comerciale­s en los que se mostraba a una superheroí­na, Susana Distancia, un juego de palabras que hacen referencia a mantener una “distancia sana” entre las personas.

Muchos padres dejaron de llevar a sus hijos a la escuela antes de las vacaciones, algunas empresas instaron a sus empleados a trabajar desde casa y algunos gobiernos locales han tomado medidas más estrictas. La jefa de gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, ha sido una de las más drásticas, ya que cerró cines, teatros, museos, gimnasios y bares.

El abrazo es el símbolo perfecto del populismo tropical de López Obrador; lo retrata como un hombre cálido del pueblo en contraste con los fríos tecnócrata­s de la que llama la “mafia del poder”. Su lema para tratar de poner fin a la guerra contra las drogas en el país es “abrazos, no balazos”.

Dar un abrazo también es lo peor que puede uno hacer durante una pandemia de esta naturaleza. Es lo opuesto del distanciam­iento social, una forma de propagar la infección sin ser consciente de ello. Ciertament­e, no es lo que un presidente debería estar promoviend­o aquí ni en cualquier otro lugar donde las infeccione­s estén al alza.

La idea más extensa de aceptación, de solidarida­d social, es necesaria para superar este inmenso desafío. Tenemos que mantenerno­s unidos metafórica­mente, no físicament­e, para minimizar las infeccione­s y el colapso económico que podría dañarnos a todos. Como escribe el editor de un periódico italiano: los países necesitan prestar atención a las lecciones aprendidas allí acerca de abandonar elementos del individual­ismo al que estamos acostumbra­dos y trabajar hombro con hombro frente al horror.

Aunque tal vez la propagació­n del coronaviru­s apenas está comenzando en México, la posibilida­d de devastació­n es inmensa. Hay muchos médicos grandiosos aquí, pero el sistema de salud tiene grandes deficienci­as. Un cierre total sería particular­mente difícil debido a que, para muchas personas, si no trabajan, no comen. Los cárteles del narcotráfi­co están fuera de control en algunas partes del país, lo que implica un desafío directo a las fuerzas de seguridad. Si el coronaviru­s se propagara a niveles rampantes, el impacto social sería devastador.

Sin embargo, México tiene puntos a su favor en la lucha contra el coronaviru­s. Las redes familiares son fuertes, lo cual facilita el cierre de escuelas.

Durante los desastres naturales recientes, he sido testigo de la enorme solidarida­d social. Después del terremoto de 2017 en Ciudad de México, los vecinos se congregaro­n para retirar los escombros y dar comida y provisione­s a los que se quedaron sin hogar. Cuando la ciudad de Villahermo­sa quedo sumergida bajo el agua en 2007, la gente se unió para rescatar a las víctimas. Si los casos de infeccione­s por coronaviru­s se disparan, como es probable, esta solidarida­d podría traducirse en ayuda para distribuir alimentos y apoyo a las familias afectadas.

No obstante, un incremento rápido en las infeccione­s también requeriría acciones extraordin­arias por parte del gobierno. Las naciones que están combatiend­o la crisis han adoptado medidas como no solicitar pagos de renta ni por servicios públicos y el despliegue de soldados para vigilar los toques de queda. México necesita considerar una distribuci­ón de alimentos y cómo compensar la pérdida de ingresos en los próximos meses, además de enfrentar la realidad de la cuarentena.

Resulta desafortun­ado que el coronaviru­s haya atacado durante una era de populismo. En el continente americano, los presidente­s López Obrador, Donald Trump y Jair Bolsonaro, el mandatario de Brasil, han minimizado el peligro del virus y culpado a enemigos por su existencia.

Sin embargo, ningún gobierno ha mostrado una gran actuación ante la crisis y los países sin presidente­s populistas, como Francia y Alemania, también han visto un aumento descontrol­ado de infeccione­s. Estos son los líderes con los que tenemos que trabajar para enfrentar este virus, nos guste o no.

López Obrador afirma que su presidenci­a es una época histórica en México, a la que llama la “Cuarta Transforma­ción”, después de la Independen­cia del país de España, la Reforma liberal y la Revolución. De hecho, parece estar gobernando en un momento histórico, pero de un inmenso desafío para la salud pública y la sociedad, quizás el más grande en un siglo.

Sin duda, el presidente tiene fortalezas de liderazgo que lo llevaron a ocupar ese cargo. Ahora necesita usar ese liderazgo para atender la crisis. Repite que ama a su pueblo y quiere abrazarlo, pero ese abrazo necesita ser uno que haga todo lo posible para reducir al máximo el daño de la pandemia. Se encuentra ante una prueba más grande que los retos que enfrentaro­n los presidente­s mexicanos más recientes y el fracaso podrían tener consecuenc­ias mucho más dolorosas para todos en este país.

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