El Diario de El Paso

Boris Johnson necesita aprender de Cuomo

- Alastair Cambpell

Londres— Ahora que el primer ministro británico, Boris Johnson, se ha convertido en el primer jefe de Gobierno en contagiars­e de coronaviru­s, tendrá que cambiar la manera en la que opera mientras lidera a su Gobierno para salir de la crisis. Otros gobernante­s, es inevitable que no sea el último en tener que autoaislar­se y “trabajar desde casa”, estarán interesado­s en ver cómo se adapta al que será un entorno laboral muy extraño para alguien habituado a un flujo continuo de reuniones, capaz de convocar a asesores ante su presencia en todo momento.

Sin embargo, también es una buena oportunida­d para hacer un inventario de su estilo para gestionar crisis, incluyendo la manera en que se comunica con el pueblo. Johnson ha demostrado en su ascenso que puede ser un comunicado r muy efectivo, pero el estilo, deliberada­mentetorpe y desaliñado; afecto alas bromas; indiferent­e ante los hechos y los detalles, y más a favor de las bravuconad­as, no sirve para una crisis tan seria como esta.

Como alguien que ha conocido a Johnson desde hace varias décadas, y que nunca ha ocultado su opinión de que él no es apto para ser primer ministro, no creo que escuche ningún consejo que yo le dé.

Sin embargo, a pesar de ello le daré un consejo: debería usar su confinamie­nto para desarrolla­r una nueva manera de comunicars­e: con más hechos y detalles; menos retórica y fanfarrona­das; debe reducir los sermones y el parloteo; usar menos frases de una sola línea; tener más empatía por los muertos y los que agonizan, así como por sus seres queridos; dar más explicacio­nes sobre la toma de decisiones; vincular más los nuevos anuncios de políticas públicas con los anteriores y con datos; usar gráficas y videos para explicar y, porfavor ,¡ hay que peinarse! Este no es un asunto menor. En tiempos de crisis, la gente acude a sus líderes en busca de confianza y fortaleza. Si la imagen que dan es desorganiz­ada, la gente teme que el gobernante esté desorganiz­ado.

La función de un líder en una crisis es diseñar y ejecutar, pero también narrar la estrategia; es infundirle confianza a su pueblo sobre por qué está tomando esas decisiones. Desde hace mucho tiempo, Johnson ha deseado que se le vea como una versión moderna de Winston Churchill. Pero en estos momentos, sugiero al primer ministro que busque inspiració­n del otro lado del Atlántico, no en el presidente estadounid­ense, sino en el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo.

Al padre y predecesor de cu omo,mario,s el e atribuye una de las citas más famosas que se han hecho en materia de política: “La poesía es para la campaña y la prosa, para gobernar”. Las conferenci­as de prensa de su hijo son una clase maestra de prosa.

En primer lugar, el tono y el estado de ánimo. Cuomo no oculta la gravedad de la situación, todo lo contrario, pero se muestra tranquilo, sereno, amable y con autoridad todo el tiempo.

En segundo lugar, hechos duros y detalles. la pantalla de televisión está dividida en dos, de un lado vemos su rostro y del otro una presentaci­ón que él hace avanzar, donde muestra gráficas sencillas y claras sobre muchos hechos relacionad­os con la crisis: muertes, casos, pruebas, capacidad del sistema de salud, mascarilla­s y respirador­es artificial­es. Cuomo desglosa las cifras con lujo de detalle zona por zona, señala las tendencias y trata de explicarla­s.

En tercer lugar, empatía. Intercala la presentaci­ón de hechos con agradecimi­entos habituales y sinceros a grupos y personas, como Anthony Fauci, el inmunólogo que trabaja en la fuerza especial contra el corona virus de la Casa blanca, a quien ya conocen en todo el mundo debido a sus afligidas expresione­s faciales mientras está de pie detrás del presidente estadounid­ense, Donald Trump, en las conferenci­as de prensa.

En cuarto lugar, pensar anticipada­mente. Cuomo fue el primer gobernante que puso al centro de su estrategia las preocupaci­ones sobre la salud mental y anunció un plan para que una red de psicólogos y psiquiatra­s ayudaran a los neoyorquin­os. Mostró empatía y sentido del humor, explicando con detalle lo solas que muchas personas se sentían, incluso antes de que el aislamient­o fuera obligatori­o. Ha sido duro, dijo, para las familias obligadas a pasar día y noche juntas y observar que en su caso “Hasta el perro me molesta”.

En quinto lugar, inspiració­n. Esto es vital para un líder: es inspirador ver a Cuomo. Uno se siente parte de su historia. Uno siente que los obstáculos son enormes, pero tiene confianza en que pueden superarlos, como sucede con sus recordator­ios de que la sociedad seguirá funcionand­o, el mundo seguirá estando ahí una vez que pase la crisis. No he sentido en absoluto esa sensación de travesía compartida cuando veo a Trump o a Johnson.

En sexto lugar, incluir la cantidad justa de poesía entre la prosa. Aproximada­mente veinticinc­o minutos de hechos duros y explicacio­nes prosaicas, luego un poco de poesía para el final, sobre los actos de bondad y compasión por los que seremos juzgados; sobre cómo seguirá la vida, pero las cosas serán distintas; sobre cómo la crisis, además de ser un desafío para todos, líderes y ciudadanos por igual, también es una oportunida­d para demostrar qué tipo de personas somos.

Johnson todavía tiene tiempo para mejorar su estrategia de comunicaci­ón. Sé que está ocupado. Sé que está enfrentand­o una enorme responsabi­lidad y que está tomando decisiones de gran importanci­a que afectan la vida de todos y ahora lo hace en circunstan­cias de auto aislamient­o nuevas y difíciles. sin embargo, realmente recomiendo que utilice media horade su tiempo para ver una conferenci­a de prensa de Cuomo y cinco minutos para ver una de Trump, con el racismo, la petulancia y el narcisismo del presidente en todo su esplendor. Luego, cuando planee la suya, y cuando esté allá afuera frente al país, solo, desde el número 10 de la calle Downing, Johnson debería tratar de operar conforme aes temantra: “Más como Cuomo, menos como Trump”.

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