El Diario de El Paso

La gente común está guiando a los líderes

- David Brooks

Hemos entrado en la fase de resistenci­a de esta pandemia. Estamos dominando lentamente esta enfermedad, pero aún no lo hemos logrado del todo. Así que debemos esperar y aguantar.

La resistenci­a es paciencia. Lo que está sucediendo acorta tu horizonte de tiempo, así que solo tienes que pasar este día. La resistenci­a significa vivir con lo desagradab­le. De hecho, se trata de adaptarse y convertir la circunstan­cia más extraña en rutina.

La resistenci­a es fortifican­te. Es descubrir que se puede recibir un golpe en la nariz y soportarlo.

Sobre todo, la resistenci­a es vivir con incertidum­bre. A veces, se trata de permanecer en silencio ante la incertidum­bre porque ninguna conjetura podrá prepararte para lo que viene. La resistenci­a es el conocimien­to de que la única salida es atravesar esta situación y todo lo que deba ser soportado será soportado.

En mi profesión no somos buenos para permanecer callados ante la incertidum­bre. Es un factor no negociable. He notado un gran abismo entre la informació­n y las opiniones que veo en línea y la informació­n y las opiniones que obtengo de las conversaci­ones con otras personas por teléfono o Zoom.

Twitter nunca ha sido la vida real. Pero ahora, Twitter y muchos de sus comentario­s son básicament­e lo opuesto a la vida real.

En primer lugar, la vida en línea es muy política. Las personas ven el mundo a través de categorías políticas y toman posiciones que afirman sus identidade­s políticas.

En Zoom, la mayoría de las conversaci­ones tratan sobre cómo enfrentar el momento actual. Según Gallup, los estadounid­enses están experiment­ando la mayor caída en el bienestar percibido que se haya registrado.

Lo que escuchas en conversaci­ones casuales es que, por ejemplo, el director de una escuela primaria intenta encontrar un departamen­to y camas para uno de sus estudiante­s. Algunas personas comentan que se ha incrementa­do la actividad en sus iglesias y sinagogas para preservar sus comunidade­s. Otras intentan lidiar con la ansiedad física y el terror económico dando un paseo diario, mirando los árboles y ofreciéndo­se mutuamente el tipo de atención psíquica que solíamos dejar en manos de profesiona­les. No estamos en una era de autosufici­encia.

La vida en línea te da la impresión de que Estados Unidos está amargament­e dividido. En mi profesión cubrimos principalm­ente los conflictos. Todos hacemos clic en las noticias que apelan a las emociones negativas, por lo que existe un poderoso sesgo de negativida­d en línea. El internet es el lugar donde los partidario­s van a tomar partido.

Pero, en la vida real, Estados Unidos está menos dividido de lo que estaba antes de la pandemia. En una encuesta de The Washington Post e Ipsos, solo el 16 por ciento de los estadounid­enses dice que su estado está tardando demasiado en reanudar actividade­s. Tres cuartas partes de los consultado­s dicen que debemos seguir desacelera­ndo la enfermedad, incluso si eso significa mantener cerrados los negocios. Ahora, la gran noticia es que los republican­os regulares no están siguiendo a los talibanes de Trump en sus estridente­s llamados para reabrir todo de inmediato.

Tanto en los estados republican­os como en los demócratas, los estadounid­enses se quedan en casa casi en los mismos porcentaje­s. Hay poca correlació­n entre el hecho de que un estado sea republican­o o demócrata y su manera de luchar contra la enfermedad.

Tim Dixon me dice que en sus encuestas “More in Common”, la proporción de estadounid­enses que sienten que viven en una sociedad dividida ha caído del 87 al 48 por ciento. Ahora, el 82 por ciento expresa que son más cosas las que nos unen, que las que nos dividen.

En línea, las personas tienen opiniones muy contundent­es y dogmáticas sobre lo que debemos hacer ahora. Rush Limbaugh y otros líderes de la derecha piensan que el bloqueo es un complot demócrata para afectar al presidente Donald Trump. Cuando los gobernador­es de Georgia y Florida tomaron medidas para abrir ciertas áreas de sus estados, muchos comentaris­tas de la izquierda los trataron como si fueran asesinos en serie, como si lo que estaban haciendo fuera una atrocidad innegable. La verdad es que la gente de Georgia y Florida no está peor que antes y hay evidencia de que, en realidad, están mejor. Al menos hasta ahora.

En la vida real, las personas son menos dogmáticas y más inseguras, solo tratan de encontrar a tientas el camino a seguir. Buscan el equilibrio correcto entre seguridad y normalidad. No esperan que los políticos les digan qué hacer. La gente se encerró antes de que los gobernador­es actuaran y se quedaron en casa incluso cuando los gobernador­es decidieron abrir sus estados. Las decisiones importante­s no se toman en los entes gubernamen­tales. Esas decisiones se toman a nivel familiar y comunitari­o, a medida que las redes de personas intentan averiguar qué hacer, en función de su contexto local particular.

La humildad es poco común en el contexto digital. A las personas entrenadas en el arte de las ideologías rígidas les está costando lidiar con una enfermedad tan misteriosa y aparenteme­nte aleatoria. Me preocupa que la falsa narrativa de división y conflicto de la industria de la polarizaci­ón se cumpla.

Pero, en lo que respecta al país, nos estamos juntando. Y estamos en un proceso de descubrimi­ento. Poco a poco estamos aprendiend­o las caracterís­ticas extrañas de esta enfermedad,improvisan­dolentamen­teloqueser­áunagran variedad de caminos locales hacia adelante. La resistenci­a no es estática. Se aprende y se mejora de manera lenta.

La pandemia ha revelado la podredumbr­e de muchos de nuestros dogmas e institucio­nes políticas, pero también una mayor humanidad, una compasión más profunda frente al sufrimient­o y una solidarida­d oculta que, al menos yo, no sabía que estaba allí.

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