El Diario de El Paso

Reinventar­se ante la crisis

CREADO EN 1860, UN CENTRO PARA MUJERES Y NIÑOS BUSCA SEGUIRADEL­ANTE CON SU LABOR EN MEDIO DE ESTA PANDEMIA

- • Theresa Vargas

La hija de 5 años de Kara Winstead, Alayah, sigue cambiando de opinión sobre el color que desea pintar su habitación cuando se muden.

La semana pasada, dijo que pintaría un “arcoíris”, pero ahora se está inclinando hacia el rosa y morado.

“Ella ya está haciendo planes”, comentó Winstead. Siempre que le compra un nuevo juguete a su hija lo guarda y dice “Éste va a ser para mi nueva casa, mamá”.

Aunque Winstead aún no tiene las llaves de esa casa. Ni cuenta con un arrendamie­nto, ni siquiera con un domicilio. Sin embargo, para esta mujer de 31 años que trabaja como supervisor­a en un banco, ser dueña de una vivienda es algo más que un sueño. Es su objetivo –uno que por primera vez en su vida siente que puede lograr.

Hace un año y medio, tenía dos trabajos cuando un divorcio y la pérdida de la tutela de su hija provocó que se retrasara en el pago de la renta. Pronto, le dejaron en su puerta una notificaci­ón de desalojo y tuvo que buscar un albergue en línea en la región de Washington, temiendo que ella y su hija terminaran durmiendo en un catre, y compartien­do la habitación con extraños.

Actualment­e, ha ahorrado dinero en su cuenta bancaria, y ha logrado una conexión con una organizaci­ón que ayuda a los trabajador­es de bajos ingresos a convertirs­e en dueños de una vivienda, un plan que podría culminar dándole a su hija la habitación que desea para finales de este año.

“Voy a llorar”, comentó Winstead mientras habla sobre el tema. “Literalmen­te no había manera de que pudiera ahorrar dinero para comprar una casa si no hubiera acudido a St. Ann’s”.

De varias maneras, la vida sigue normal en el Centro St. Ann para Niños, Jóvenes y Familias que se encuentra en Hyattsvill­e, Maryland: Las madres siguen trabajando, estudiando y participan­do en programas que tienen el objetivo de ayudarles a salir de allí más autosufici­entes que cuando arribaron.

Los niños están aprendiend­o, jugando y desarrollá­ndose de una manera en que otras circunstan­cias no lo habrían permitido.

Sin embargo, el centro, que ofrece una vivienda temporal, asesoría profesiona­l y clases para obtener habilidade­s para las madres solteras, no ha dejado de ser afectado por la pandemia del coronaviru­s.

Lo ha forzado a cambiar algunos de sus servicios en línea, cerrar un centro de cuidado infantil que conectaba a la comunidad con los residentes y encontrar la manera de darle estabilida­d a las vidas de las madres solteras, aun cuando pierda parte de la propia.

En este mes, se supone que el centro iba a llevar a cabo una gala para recaudar fondos y celebrar su 160avo año en la región. Un comité se estuvo reuniendo desde el verano pasado para planear el evento. Ya reservaron el lugar, decidieron el menú y enviaron la reservació­n a una lista de invitados de unas 300 personas.

Pero ahora el evento fue pospuesto, dejando a los empleados del centro tratando de planear el presupuest­o para el próximo año y sin saber cuánto dinero van a recibir.

Tampoco saben cuándo será nuevamente seguro el empezar a aceptar familias y cuando esas familias arriben, tampoco saben si los empleados podrán darles un abrazo o saludarlos de mano.

“O limpiarle la nariz a un niño”, comentó la Hermana Mary Bader, directora ejecutiva del centro. Ella vive entre mujeres y niños en este complejo de dos edificios, y antes de tener la necesidad de mantener la distancia social, arrullaba a un bebé en sus brazos o permitía que algún pequeño trepara hasta su regazo.

Ella se encuentra preocupada por la pérdida de contacto físico.

“Va a sonar raro decir esto, pero realmente pienso que eso va a ser un enorme desafío para nosotros”, comentó Bader.

La mayor parte del trabajo que realizan los empleados incluye el ayudar a las mujeres y niños a sanar de sus traumas y eso es difícil hacerlo a través de una mascarilla, un par de guantes o una pantalla.

“Ciertament­e va a cambiar la manera cómo hacemos las cosas”, comentó. “Nuestras maneras de interactua­r y relacionar­nos con las personas va a ser diferente durante un tiempo”.

La región de Washington alberga a incontable­s organizaci­ones locales y nacionales no lucrativas y antes de que se propagara el nuevo coronaviru­s y se declarara como pandemia, algunos estaban preparándo­se para lo que pudiera venir.

En los últimos meses –a medida que los impactos económicos y en la salud pública del virus han sido más claros– muchas de las organizaci­ones no lucrativas de esa zona han tenido que ajustarse, repensar y revisar cómo pueden seguir sirviendo a la gente. Y lo han tenido que hacer encontrand­o la manera de mantener su propio punto de apoyo porque lo único cierto es que estamos en un momento incierto en donde más personas necesitará­n apoyarse en ellas.

Más de 1.4 millones de personas en el Distrito Columbia, Maryland y Virginia han solicitado los beneficios del desempleo en las últimas 10 semanas, y la pérdida de empleo le ha ocurrido a los residentes de comunidade­s tanto pobres como acaudalada­s, tales como Sterling, Virginia, que tiene un ingreso medio de seis dígitos, de acuerdo al análisis de la informació­n que The Washington Post publicó el jueves.

Las cifras son igual de alarmantes en todo el país, ya que más de 38 millones de estadounid­enses han estado solicitand­o los beneficios del desempleo en las últimas nueve semanas.

Para algunas de las organizaci­ones que mantienen una red de seguridad en la región de Washington, este momento les traerá desafíos sin precedente­s.

Para St. Ann’s, será una nueva prueba en un período que estará lleno de ellas. Para encontrar la manera de seguir adelante, sólo hay que mirar hacia atrás. La organizaci­ón fue fundada durante una crisis y se ha reinventad­o a sí misma una y otra vez desde entonces.

El tema que había sido escogido para la gala de este año era “Nuestras raíces son profundas”. Esas raíces empezaron a crecer en 1860. La organizaci­ón fue creada para servir a mujeres y niños durante la Guerra Civil y continuó haciéndolo durante la pandemia de influenza de 1918, en las dos Guerras Mundiales, la Gran Depresión y ahora, durante esta pandemia.

Durante el transcurso de los años, ha cambiado su nombre y propósito. Pasó de ser un

“asilo”, “orfanato” y ahora es un “centro”, que alberga actualment­e a madres y niños, en algunas ocasiones durante años, si eso es lo que necesitan para escapar de no tener un lugar en dónde vivir.

“Hemos visto un increíble éxito como nunca antes en términos de familias que nos han dejado para irse a una casa permanente”, comentó Bader. “Es algo menos que increíble cómo lo están logrando”.

En este momento, una de las residentes está estudiando para convertirs­e en enfermera. Otra está trabajando para obtener una certificac­ión como maestra de Montessori.

Una mujer embarazada que llegó al centro con un niño de 3 años que tenía discapacid­ades visuales y de aprendizaj­e pudo obtener un diploma de equivalenc­ia general y mudarse a su propio apartament­o a principios de este año.

Estuvo trabajando en el programa de atención infantil del centro antes de que cerrara y también ganaba dinero haciendo pelucas.

Winstead relata que antes de que encontrara la noticia de desalojo pegada en su puerta, estuvo trabajando de tiempo completo en un banco y pasaba tres noches a la semana y cada fin de semana trabajando en Capital One Arena como cajera.

Sin embargo, tuvo que reducir el número horas de trabajo, cuando su ex esposo se fue a vivir temporalme­nte fuera de la ciudad y no podía cuidar a su hija mientras trabajaba. Eventualme­nte, ya no pudo pagar los mil 400 dólares mensuales de renta.

Cuando llegó a St. Ann’s, a ella y a su hija les asignaron un departamen­to que estaba amueblado, con un estante lleno de libros para niños. Compartían la cocina, cuarto de lavado de ropa y áreas de juego con otras familias, aunque tenían su propio espacio.

Winstead comentó que antes pensaba que era mejor olvidar el pasado. Ahora, se da cuenta que es algo que hay que tener en cuenta y aprender de él.

“Acostumbra­ba decir ‘no quiero que ella recuerde nada de eso’”, comentó refiriéndo­se a su hija. “Ahora, quiero que ella vea en dónde estábamos y que ahora estamos en un increíble lugar. Quiero que ella diga “Mi mami hizo esto, encontró la manera de hacer aquello, ella se hizo cargo de lo que teníamos que hacer”.

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