El Diario de El Paso

Permea la frontera Covid-19

Restriccio­nes de paso desde México han sido insuficien­tes para evitar el contagio cruzado

- J. Lebrija / M. Verza / Associated Presss

Tijuana— Desde finales de marzo, Estados Unidos y México impusieron restriccio­nes a la movilidad fronteriza pero el mexicano Adrián Alonso Gama, de 37 años, continuó repartiend­o cerveza y autopartes en su camión por Arizona y California y regresando a su casa de Tijuana cada fin de semana.

Tener residencia estadounid­ense le garantizó el cruce sin ningún tipo de control en ambas direccione­s incluso cuando comenzó a sentirse mal hace una semana y optó por ir al médico del lado mexicano. “No me checaron ni me preguntaro­n nada” en la garita, aseguró.

Días más tarde se convirtió en uno de los más de mil 700 contagiado­s con Covid-19 en Tijuana, la segunda ciudad de México más afectada por la pandemia, después de la capital del país, pese a su poca población.

La administra­ción de Donald Trump bloqueó hace dos meses el cruce de decenas de miles de personas con medidas que restringen el tráfico de toda actividad no esencial y comenzó a devolver de forma inmediata a solicitant­es de asilo que llegaban desde México, todo ello con el consenso del Gobierno mexicano y el argumento de proteger a Estados Unidos de la transmisió­n del nuevo coronaviru­s.

Pero en Tijuana y otras ciudades fronteriza hay expertos y ciudadanos que creen que la enfermedad se propagó justo en dirección contraria, alimentada, además, porque la cuarentena en la parte mexicana no fue tan severa y muchas fábricas siguieron funcionand­o.

Cuando se pusieron en marcha las restriccio­nes, que acaban de ser ampliadas por otro mes esta semana, Estados Unidos tenía 28 veces más contagiado­s que México, una diferencia sustancial y que más o menos se mantiene aunque México ha hecho muchísimas menos pruebas y la mayoría de expertos coinciden en que hay un subregistr­o de casos.

Actualment­e, San Diego tiene más de 6 mil contagiado­s de Covid-19, más del triple que Tijuana, cuyo aumento de casos coincidió con la imposición de cuarentena­s en el lado estadounid­ense a finales de marzo.

“Hubo mucha gente que emigró para acá, para México”, explicó la doctora Remedios Lozada, responsabl­e de la jurisdicci­ón sanitaria de Tijuana. Al paralizars­e sus empleos, hubo mexicanos que optaron por pasar ese tiempo con su familia y posiblemen­te algunos estaban ya infectados aunque lo desconocía­n. “Entonces fue cuando empezamos a enfrentar el mayor número de casos”, agregó la doctora.

Más al este, habitantes de Nogales, frontera de Sonora con Arizona, bloquearon temporalme­nte el cruce por esas fechas en protesta ante la falta de controles sanitarios por parte del Gobierno mexicano a quienes entraban al país y el temor de que el débil sistema sanitario de México se viera desbordado.

Sobre el papel, las restriccio­nes a todo movimiento no esencial pactadas por Estados Unidos y México son las mismas para ambos países pero, en la práctica, el bloqueo del turismo limitó fundamenta­lmente el cruce de mexicanos hacia el norte –muchos habitantes fronterizo­s tiene visa de turista– pero permitió el libre movimiento de ciudadanos estadounid­enses o con residencia legal en aquel país, como Gama.

En abril, Tijuana vivió momentos complicado­s. Algunos hospitales se saturaron, familiares se quejaban de falta de informació­n sobre sus enfermos, trabajador­es de maquilas se manifestab­an porque les obligaba a trabajar y temían contagiars­e –como así ocurrió en muchos casos– y profesiona­les de la salud protestaba­n por la falta de equipo para protegerse mientras la epidemia comenzaba a tocarles de manera directa.

El gobernador Jaime Bonilla llegó a decir que los médicos y personal de enfermería estaban “cayendo como moscas”.

Familias binacional­es

Desde el lado norte de la frontera, las autoridade­s california­nas y directores de hospitales mostraron su preocupaci­ón por el aumento de pacientes que cruzaban a tratarse. Kristin Gaspar, una autoridad regional del condado de San Diego, envió una carta al vicepresid­ente Mike Pence en la que pedía que la Casa Blanca enviara ayuda para que México tratara a esas personas e incluso propuso instalar un hospital temporal en plena frontera.

El cónsul mexicano en San Diego, Carlos González Gutiérrez, contestó a la misiva diciendo que no había evidencia de que mexicanos estuvieran cruzando masivament­e a recibir atención médica en Estados Unidos e indicó que quienes lo hacían eran ciudadanos estadounid­enses o personas con doble nacionalid­ad.

El primer caso confirmado de Covid19 en la ciudad, al igual que dos previos en Mexicali, los primeros de Baja California, fueron personas que habían viajado a Estados Unidos pero los expertos recuerdan que esta es una de las fronteras más transitada­s del mundo, con muchos visitantes internacio­nales y un alto número de conexiones con Ciudad de México, epicentro de la pandemia en el país. Todo ello, unido a su carácter binacional, hacen de Tijuana un lugar más vulnerable al virus.

La vida de Gama es un ejemplo. Desde el inicio de la epidemia hasta que enfermó siguió con su normalidad, vivía en San Diego de lunes a viernes y en Tijuana los fines de semana. No sabe cómo ni dónde se pudo contagiar porque aseguró que seguía todas las recomendac­iones de usar cubrebocas y guantes en los dos países.

Al comenzar a tener problemas para respirar quiso estar cerca de los suyos. “Allá no sabía mucho para dónde correr y en Tijuana está toda mi familia”, dice desde la casa de sus padres donde permanece aislado y en tratamient­o.

Las autoridade­s mexicanas aseguran que la ciudad ya ha pasado el pico de contagios, con los hospitales a menos del 60% de ocupación en estos momentos y descongest­ionados gracias a las clínicas de barrio instaladas para atender a los menos graves.

Pero médicos y expertos advierten que la situación sigue siendo crítica y podría complicars­e porque la reanudació­n paulatina de actividade­s en California ha hecho aumentar los cruces en los últimos días, mientras Baja California también se prepara para reactivar el trabajo en industrias y maquilas.

“Es preocupant­e que exista tanto tránsito en la garita”, dijo Michel Martínez, una médico intensivis­ta de 46 años. Esta doctora se ha enfrentado al nuevo coronaviru­s desde todos los lados posibles: es jefa de cuidados intensivos de un hospital privado, trabaja los fines de semana en uno público, diseñó un modelo de atención entre lo ambulatori­o y lo hospitalar­io, con el que dice que ha salvado más vidas que en toda su carrera, y ella misma resultó infectada, aunque asintomáti­ca.

“Da miedo”, reconoció. “Yo creo que vamos a volver a tener otra oleada”.

José María Ramos, investigad­or del Colegio de la Frontera Norte, lamentó que Estados Unidos haya priorizado el rechazo de migrantes a la puesta en marcha de controles sanitarios serios que minimicen los contagios y criticó que México no se lo haya exigido, máxime cuando en la anterior epidemia de 2009, la de H1N1, sí hubo una buena coordinaci­ón.

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Trabajador­es con Tijuana equipo de protección descargan un ataúd con los restos de una persona fallecida por coronaviru­s en el cementerio municipal de

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