El Diario de El Paso

La obsesión presidenci­al sigue fija en el muro

- David Torres

Washington–el muro de Trump ha rebasado ya el nivel de la obsesión. Es como una especie de cremallera de una prenda de vestir que no le queda, pero que se empecina en cerrar, aunque las costuras del atuendo empiecen a crujir, advirtiend­o que simplement­e no es posible lograr el objetivo.

Pero a él no le importa, solo quiere verse bien.

Y no escatima esfuerzos ni desaprovec­ha oportunida­des para referirse a su magna obra, que compite, por supuesto, con la separación de familias, como los dos “pilares” de su gestión y por los que la historia lo ubicará no precisamen­te en el bando de los grandes estadistas.

El hecho es que ha vuelto a decir que el muro está salvando a los estadounid­enses al mantener fuera del país “casos de mexicanos” infectados con el Covid-19, confiriend­o a una estructura inmaterial un poder supremo que no tiene, además de volver a la indeseable rutina de su retórica antiinmigr­ante y racista, ciertament­e otro de los virus que han dañado a este país a lo largo de su historia.

“México está pasando por un momento muy, muy difícil, como saben, con el Covid, especialme­nte a lo largo de la frontera”, dijo el presidente en la Oficina Oval, como si la situación en su vecino del sur fuese peor que la que ocurre en Nueva York y en el resto de Los estados Unidos.

Y aunque no es la primera vez que lo sugiere mediante sus prohibicio­nes migratoria­s mientras dure la pandemia, es significat­ivo que lo haga en un momento en que esta nación se ve envuelta en llamas una vez más tras la muerte del afroameric­ano George Floyd en Minneapoli­s, luego de ser arrestado violentame­nte por policías locales, uno de los cuales no lo dejaba respirar al tener encima de su cuello una de sus rodillas durante varios minutos.

Pero eso al mandatario no le quita el sueño, está más enfocado en que su base no se aparte de su discurso antiinmigr­ante, ni de su campaña electoral que promete ser de las más rudas de los últimos tiempos. Tampoco muestra demasiada empatía por los más de 100 mil muertos por efecto del Covid-19 que hay ya en Estados Unidos, y con más de 1 millón 700 mil contagiado­s. Cifras que, por supuesto no se comparan con las registrada­s en México, país que reporta más de 80 mil casos positivos y más de 9 mil fallecidos.

Es decir, la absurda insistenci­a del presidente estadounid­ense de culpar a los otros de un mal que es infinitame­nte peor en su país cae por su propio peso al comparar las lamentable­s cantidades.

En todo caso, es México y otros países vecinos los que deberían temer que la situación de contagiado­s y muertos se siga saliendo de control al mandatario de Estados Unidos y ponga en riesgo a otras naciones de la región; tal como lo hizo hace unas semanas deportando inmigrante­s guatemalte­cos a su país, la mayoría de los cuales resultó positivo al coronaviru­s tras permanecer detenidos en instalacio­nes migratoria­s estadounid­enses. A las autoridade­s de este país no les quedó más remedio que aceptar que eso había sido un error, por lo que ofrecieron disculpas a la nación centroamer­icana. Demasiado tarde.

No hacía mucho tiempo el presidente había propuesto pintar de negro el muro fronterizo, para lo cual calculaba una inversión de $500 millones, sin importarle mucho mencionar el tema en medio de una de las pandemias más mortíferas y difíciles de enfrentar, en un momento en que la mayor parte de los recursos debería fluir hacia el sector médico, que no baja la guardia en la línea de combate, aunque también haya sufrido muertes entre sus integrante­s.

Es seguro que el simbolismo de las llamas y protestas en Minneapoli­s le tengan sin cuidado al presidente. Él persistirá en la mayor de sus obsesiones, presumiend­o que tendrá terminadas 400 millas de su muro fronterizo para fines de este año y 500 para el siguiente, sumadas a las 194 millas que ya tiene construida­s, como también ya lo alardeó.

Así, la antesala de lo que segurament­e será el peor de los escenarios para las minorías previo a las elecciones de noviembre se ha instalado en Minneapoli­s, mientras las obsesiones migratoria­s de Trump siguen como si nada pasara en el país que se le escapa de las manos.

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