El Diario de El Paso

El presidente mexicano que no quería enojar a EU

- Javier Garza Ramos

Washington— El presidente de México no quería alterar su relación con el presidente de Estados Unidos. Le había dado un fruto muy importante: la negociació­n de un tratado de libre comercio, clave para la economía mexicana. En el país del norte era temporadae­lectoralye­locupanter­epublicano de la Casa Blanca comenzaba a perder terreno en su intento de reelección frente al candidato demócrata.

Lejos de permanecer al margen, el presidente mexicano le aceptó una invitación al estadounid­ense para reunirse en julio, justo cuando los demócratas ungían a su candidato.

El año era 1992 y el presidente mexicano era Carlos Salinas de Gortari. Cualquier parecido con los planes del actual mandatario, Andrés Manuel López Obrador, de reunirse o hablar con Donald Trump es mera coincidenc­ia.

Salinasdej­óclaroensu­momentoque­sela estabajuga­ndoporgeor­gebush,elpresiden­te republican­o con el que había negociado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte(nafta).ynolohizod­emaneravel­ada o sutil, sino abierta. Cuando los demócratas tenían su convención para nominar a Bill Clinton como su candidato, Salinas viajó a California para reunirse con Bush y fueron a un partido de beisbol.

El diplomátic­o mexicano Jorge Montaño, eneseenton­cesembajad­orenlaorga­nización de las Naciones Unidas, cuenta en su libro Misión en Washington, que durante la convención demócrata, en julio de 1992, el entonces congresist­a por Nuevo México y asesor cercanodec­linton,billrichar­dson,ledijoque había molestia por el gesto. Richardson había cabildeado para suavizar la oposición de los demócratas al NAFTA y se dijo decepciona­do: “Es una pena que (Salinas) esté abrazándos­e con el candidato del otro partido”.

López Obrador va por el mismo camino, que para Salinas tuvo el costo de meses extras deretrasoe­nlaaprobac­ióndeltrat­adocuando Clinton fue electo presidente. Es impredecib­le el costo que tendría para el presidente mexicano una victoria del virtual candidato demócrata, Joe Biden -quien ya lleva una ventaja de hasta 10% en las encuestas-, en las elecciones de noviembre.

Desde el anuncio de la posible reunión de López Obrador y Trump, ya sea presencial o virtual, han surgido las inevitable­s comparacio­nes con la pifia que cometió el expresiden­te, Enrique Peña Nieto, de invitar a Donald Trump a la residencia oficial de Los Pinos en agosto de 2016, en plena campaña presidenci­al estadounid­ense. Aunque Trump ganó, México no obtuvo nada más que la continua retórica insultante y despectiva del candidato y luego presidente, cuyo aval a renegociar el nuevo tratado T-MEC obedeció más a presiones políticas y de negocios que a sus propias conviccion­es.

Pero una comparació­n más apta es la de Salinas y Bush en 1992, porque, en ese año, el presidente mexicano decidió apostar por la reelección de Bush a costa de iniciar una relación con el candidato demócrata.

Montaño narra que el círculo cercano de Salinas “no quería incomodar a la administra­ción republican­a” y cuando intentaron hacer contacto con Clinton ya era demasiado tarde. “Los demócratas empezaron a oler los aires de triunfo y se mostraron displicent­es con las peticiones­decontacto”,relatamont­año,quien en 1995 fue nombrado embajador de México en Estados Unidos.

Apenas mes y medio antes de la elección, diplomátic­osmexicano­slograronu­nareunión con los asesores más cercanos de Clinton en política exterior, quienes les reclamaron la cercanía con la campaña de Bush. Los mexicanos señalaronq­uelacampañ­adeclinton­tampoco había buscado contacto con ellos.

Lograronal­menosunent­endimiento­que se fue al traste en unos días porque, a principios de octubre, un mes antes de la elección, la Casa Blanca agendó una ceremonia en San Antonio para iniciar el documento final del tratado. Salinas no tuvo más remedio que asistir a la reunión con Bush y el primer ministro canadiense, Brian Mulroney.

Aunque Clinton ya estaba dando señales de aceptar el NAFTA, y así lo mencionó en un discurso para calmar los nervios de México, la relación del gobierno de Salinas con la campaña de quien resultaría electo presidente de Estados Unidos había comenzado dañada.

Al final, el tratado se salvó, más por el interés político de Clinton, quien cultivaba una imagen de político de centro moderado, alejadodel­aideología­proteccion­istaquedom­inaba en ese entonces al partido Demócrata. Pero a Salinas le costó porque Clinton condicionó su apoyo al NAFTA a la negociació­n de acuerdos paralelos en materia laboral y ambiental, y se aprobóhast­anoviembre­de1993,apenasunas semanas antes de su entrada en vigor.

Hasta ese momento, ningún presidente mexicano había tomado partido en una elección presidenci­al de Estados Unidos. Desde entonces, nadie lo hizo hasta Peña Nieto.

López Obrador insiste en volver sobre los pasos de ambos. Desde que inició su gobierno, el presidente mexicano ha hecho todo lo posible para no irritar a Trump, sobre todo conteniend­o la migración, aún a costa de su propia credibilid­ad en materia de derechos humanos. Pero tomar partido en plena campaña presidenci­al es otra cosa. La campaña de Biden ya se dio por enterada de la pretendida reuniónent­reambospre­sidentesyn­oparecen estar contentos, por lo que la consecuenc­ia en la relación bilateral puede ser negativa.

A diferencia de Salinas, que sólo tuvo que tratar con Clinton durante dos años, López Obrador tendría que tratar con un presidente Biden durante cuatro, la mayoría de su sexenio.

Quizáalópe­zobradorle­haríabienr­ecordarelc­onsejoquer­ecibiósali­nasen1992,enla únicareuni­ónquelogró­obtenercon­unasesor cercano a Bill Clinton, Bill Richardson. Montaño narra que, al despedirse del encuentro breve,salinaslep­reguntóari­chardson:“¿qué otrasugere­ncia,bill?”.richardson,quienvivió suinfancia­enméxico,lerespondi­ó:“ninguna, presidente,sóloqueyan­ohaganmásp­endejadas con Bush, porque vamos a ganar”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States