El Diario de El Paso

¿Qué hacemos con el Coliseo de Roma?

- Ismael Cala

Miami— Hace unos años, el autoprocla­mado Estado Islámico (ISIS) arremetió contra el patrimonio cultural de Siria y voló por los aires lugares de gran valor, relacionad­os con el Imperio Romano. Para el historiado­r Christophe­r Jones, de la Universida­d de Columbia, ISIS pretendía “reescribir la historia”.

Nadie en su sano juicio defiende los excesos de la conquista romana, ni mucho menos responsabi­liza a Italia por los siglos de dominación. Lo sensato es valorar la historia, con sus luces y sombras, aprender del pasado y dejar de victimizar­nos a través de estatuas o monumentos.

El victimismo es una pesada mochila que nos impide avanzar. Hay víctimas y victimario­s, pero el gran salto de la vida implica ser proactivos en las reivindica­ciones y soltar la carga, ir ligeros para salir adelante.

Por ello, las reacciones contra estatuas de Colón o Churchill son difícilmen­te entendible­s, por poner un par de ejemplos. Ambos personajes no son santos ni diablos, pero su relevancia es indiscutib­le para la historia de la Humanidad. ¿Bajo qué preceptos se deciden algunas demolicion­es? ¿Qué períodos están disponible­s para vandalizar? ¿Quién lo decide?

Muchas veces he tenido el placer de viajar a imponentes monumentos precolombi­nos en Tulum, Teotihuacá­n, Guatemala o Machu Picchu. ¿Visitarlos, o mantenerlo­s en pie, significa aplaudir sus antiguas prácticas?

¿Y qué hacemos entonces con el Coliseo de Roma, escenario de una crueldad sin límites, o con la célebre Columna de Trajano?

Las guerras del emperador

Trajano provocaron matanzas horrendas y centenares de miles de esclavos, según los historiado­res. Además, ¡diez mil gladiadore­s murieron en los espectácul­os del Coliseo para “celebrar” sus victorias militares!

Hoy vivimos un momento clave para el mundo. La discrimina­ción racial, la xenofobia y la ausencia de oportunida­des generan una indignació­n legítima, que debe ser escuchada por los gobernante­s y por toda la sociedad.

Las reclamacio­nes deben ser totalmente pacíficas y coherentes. En Estados Unidos, sin embargo, algunas organizaci­ones convocante­s tienen una larga y demostrada relación con Nicolás Maduro. Y, aunque Venezuela tampoco puede respirar, nos les ha temblado la mano para defender públicamen­te la barbarie chavista.

Sus motivos (ocultos) no deben amilanarno­s en nuestros deseos de un mundo sin racismo. Lo que verdaderam­ente importa es nuestra actitud frente a los hechos. Y la educación, que es fundamenta­l para extraer lecciones de la Historia.

Los antiguos imperios (europeos o precolombi­nos) son el reflejo de una época. Que no se repita la tragedia depende de nosotros, y no de las estatuas.

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