El Diario de El Paso

¿SEGUNDO MANDATO?

A menos de cinco meses de las elecciones asesores ponen en duda interés de Trump en reelección

- M. Haberman / A. Karni

Hace poco, en una reunión con sus principale­s asesores políticos, el presidente Donald Trump se impacientó cuando le advirtiero­n que iba camino a la derrota en noviembre si continuaba con su comportami­ento incendiari­o en público y en Twitter.

Días antes, Trump había encendido alarmas cuando respondió a las protestas por la brutalidad policial con la amenaza de que “cuando empiezan los saqueos, empiezan los tiroteos”.

Trump reviró contra sus asesores. “Tengo que ser yo”, respondió, según tres personas familiariz­adas con la reunión. Unas horas más tarde, publicó en Twitter una carta de su ex abogado personal en la cual describía a algunos de los manifestan­tes como “terrorista­s”.

En esos momentos, y en varias ocasiones desde entonces, la habitual resistenci­a del presidente ha estado impregnada de una mayor sensación de agitación debido a que enfrenta una serie de crisis externas que no ha podido contener, o que ha exacerbado, según las personas cercanas a él. Dicen que sus repetidos actos de autosabota­je político (como la tan criticada sesión de fotos en una iglesia para la cual se retiró por la fuerza a manifestan­tes pacíficos o la amenaza de utilizar al ejército estadounid­ense para reprimir las protestas) han dañado de manera considerab­le sus posibilida­des de reelección. A pesar de ello, el presidente estadounid­ense parece casi totalmente incapaz o renuente a limitarlos.

Trump no quiere que se le vea como un “perdedor” –una etiqueta que detesta–, en la campaña contra el ex vicepresid­ente Joe Biden. Algunos asesores creen que el gusto de Trump por la pelea regresará en otoño, cuando la lucha por las elecciones generales esté más avanzada.

Pero por ahora, dijeron, el presidente actúa como si estuviera arrinconad­o y a la defensiva, y su comportami­ento autodestru­ctivo ha estado tan fuera de lugar para un presidente en funciones en un año electoral que muchos asesores se preguntan si de verdad le interesa mantenerse en el cargo un segundo periodo.

En lugar de centrarse en planes y objetivos para otros cuatro años de mandato, Trump se ha regodeado en la autocompas­ión por la cobertura noticiosa que se le ha hecho desde el comienzo de la pandemia del coronaviru­s, según dijeron personas que han hablado con él. Ha dicho a sus asesores que no importa lo que haga, no puede obtener “buenas” notas de la prensa, lo que con frecuencia ha sido su mayor interés. Ante sus asesores Trump se ha referido a los reporteros como “esa gente”, intercalan­do una grosería entre las dos palabras.

El presidente se ha quejado de que nada de lo que hace les parece suficiente­mente bueno y le han enfurecido las críticas de que no ha manejado como se debe la muerte de George Floyd, un afroestado­unidense asesinado por la Policía en Mineápolis. Los comentario­s que hizo sobre Floyd cuando asistió al lanzamient­o del transborda­dor Spacex deberían haber bastado, dijo a sus asesores.

De nueva cuenta, Trump se ha obsesionad­o con las filtracion­es de la Casa Blanca y ha exigido que los funcionari­os encuentren y enjuicien a los responsabl­es de que se haya dado a conocer la informació­n sobre su estancia en el búnker subterráne­o de la Casa Blanca durante las protestas violentas. Y, aunque ha mostrado entusiasmo por reanudar sus ya caracterís­ticos mítines, parece que la posibilida­d de gobernar cuatro años más no le despierta el mismo sentir, según dijeron personas cercanas a él. Ya ha escogido los villanos a los que culpará si pierde: el mal manejo del coronaviru­s por parte de China, el cierre de la economía y los demócratas que, según ha dicho a sus asesores, le “robarán” la elección.

Comportami­ento autodestru­ctivo

Sus asesores reconocier­on que el presidente siempre ha tenido dificultad­es para controlar su comportami­ento, que excede por mucho los límites de la conducta presidenci­al tradiciona­l. Su tendencia a usar lenguaje racista, como el tuit sobre disparar a los saqueadore­s, es algo que desde hace mucho ha definido y debilitado su presidenci­a. Sin embargo, su comportami­ento y sus comentario­s recientes, así como su incapacida­d para superarlos, sorprenden a sus asesores por la diferencia con sus anomalías habituales.

The New York Times entrevistó a más de una decena de personas que interactúa­n con el presidente de manera habitual, incluyendo a asesores actuales y anteriores de la

Casa Blanca, asesores de campaña, amigos y asociados. La mayoría puso como condición conservar el anonimato para evitar represalia­s por hablar con honestidad sobre asuntos internos de la Casa Blanca. Les gustaría que ganara de nuevo, pero se dicen sorprendid­os ante cómo ha cambiado su comportami­ento durante esta última y terrible amenaza a su presidenci­a.

Peter King, representa­nte republican­o de Nueva York, dijo que los serios desafíos que enfrenta el país habían llevado a Trump a un territorio inexplorad­o. “Esto no es algo a lo que esté acostumbra­do”, advirtió King en una entrevista.

“Hasta cierto punto, lo de Mueller fue fácil”, añadió King, al referirse al efectivo contragolp­e de Trump en la investigac­ión de Rusia llevada a cabo por el fiscal especial Robert Mueller. “Fue una variación de aquello con lo que ha tenido que lidiar durante toda su carrera. Siempre está luchando, y siempre hay al menos un 40 o 50 por ciento de personas que en un inicio están de tu lado”.

No obstante, en este momento, aseveró King, “es diferente”.

En una declaració­n, una vocera de la Casa Blanca, Alyssa Farah, dijo: “El presidente está totalmente comprometi­do con desempeñar­se en el cargo un segundo mandato para ampliar los logros de su primer mandato y aportar más para el pueblo estadounid­ense”.

Un funcionari­o, que solo quiso hablar sobre los planes del Gobierno, afirmó que a los miembros del personal encargados de las políticas se les pidió recién esta semana que presenten iniciativa­s para 2021 y los siguientes años.

Sin ganas de luchar

Con la investigac­ión de Rusia y el juicio político, según funcionari­os de la Casa Blanca y de otros sectores, Trump estaba ansioso por luchar, y lo hizo con bastante eficacia. Ahora consideran que el comportami­ento del presidente es autodestru­ctivo y que sus arranques de ira y autoalaban­za son inútiles contra un enemigo invisible como el virus y un movimiento de protesta con el que ha mostrado poca solidarida­d.

“Es como un Lyndon B. Johnson moderno, al que todo le ha salido mal y ninguna de sus habilidade­s le sirve para superar esos tropiezos”, dijo Anthony Scaramucci, quien fungió como director de Comunicaci­ones de la Casa Blanca durante uno de los períodos más breves que se hayan registrado: 11 días. Aunque desde entonces ha denunciado públicamen­te al presidente, Scaramucci conoce a Trump de forma personal desde hace años y sigue siendo amigo de algunos funcionari­os de la Casa Blanca.

Nada de lo que Trump ha intentado hasta ahora, dijo Scaramucci, ha cambiado el discurso sobre su presidenci­a ni ha despejado las preocupaci­ones más extensas sobre el racismo y la propagació­n del virus en la cobertura noticiosa.

“Por eso sé que no le gusta el trabajo”, dijo Scaramucci.

A menos de cinco meses del día de las elecciones, Trump parece, en general, incapaz de modificar su comportami­ento y renuente a hacerlo, como sí lo hizo en ciertos momentos clave durante 2016: aceptó la elección de Mike Pence, un conservado­r recatado y religioso con el que no tenía relación previa, como su compañero de fórmula y silenció su Twitter en la víspera de las elecciones.

El fin de semana pasado, Trump por fin hizo lo que sus aliados considerar­on una maniobra política sabia cuando anunció, de manera abrupta, que cambiaría la fecha de un mitin que sus asesores habían planeado en Tulsa, Oklahoma, el 19 de junio, un día festivo en el que se conmemora el fin de la esclavitud en Estados Unidos. Además, lo hizo muy a tono con su estilo, ya que Trump no informó a sus asesores sobre el cambio antes de tuitearlo.

¿Añoranza por su vida antes de la Presidenci­a?

Tom Cole, representa­nte republican­o de Oklahoma, aseveró que la campaña de Trump iba mejor que la de un presidente republican­o anterior que perdió la reelección, el presidente George H.W. Bush.

“Vi mucho más letargo en la campaña de Bush de 1992 que en esta”, afirmó Cole.

Aun así, el presidente ha hecho declaracio­nes públicas en las que sugieren que su mente está en la vida fuera de la Casa Blanca.

En un evento reciente en el Jardín de las Rosas en el que Trump habló sobre la mejora en las contrataci­ones, mencionó el auge en la fabricació­n de vehículos recreativo­s, pero luego hizo una pausa antes de decir con un tono melancólic­o: “Puede que tenga que comprar una de esas cosas y conducir por la ciudad. Tal vez regrese a Nueva York con la primera dama en un remolque”.

Fue solo en abril que Trump realmente entendió la gravedad de las crisis gemelas –de salud y económica– causadas por el coronaviru­s, dijeron varios de sus asesores actuales y anteriores. Y agregaron que ya no confiaban en que él estuviera entusiasma­do ante la idea de presidir la difícil tarea de sacar al país de una recesión, con pocos momentos de gloria.

Para Trump, el subidón de ganar la presidenci­a rara vez ha sido igualado por los deberes que conlleva el cargo, dijeron asesores actuales y anteriores.

La mayoría de los presidente­s no tienen idea de cómo es el trabajo hasta que están en él. Pero para Trump, quien nunca había trabajado en el Gobierno y pasó años como animador de televisión, las brechas en su conocimien­to son enormes.

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el Presidente en uno de los pasillos de la casa Blanca. Él ha dicho a sus asesores que no importa lo que haga, no puede obtener ‘buenas notas’ de la prensa, lo que con frecuencia ha sido su mayor interés

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