El Diario de El Paso

Salir del barril sin fondo es nuestro reto como país

- Maribel Hastings

Washington– Donald J. Trump no tuvo un buen fin de semana. Por una parte, le salió el tiro por la culata en su intento de cancelar DACA. Por otra, él y su Secretario de Justicia, Bill Barr, quedaron como lo que son, dos mentirosos, en su plan de deshacerse, a cinco meses de las elecciones, del fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York que investiga aliados del presidente. Y por si fuera poco, su raquítico rally en Tulsa, Oklahoma, debe haber asestado un duro golpe a su delicado ego.

Menos mal que la escasa asistencia habría prevenido más contagios de Covid19, aunque es de anticipars­e que los haya de todos modos en una multitud sin mascarilla­s y sin distanciam­iento social para complacer a su Comandante en Jefe.

Trump dejaría de ser Trump si no hubiera tenido una respuesta para cada uno de sus reveses, incluso inventando que el fallo de DACA fue, en realidad, “a su favor”. Ya anticipó que planifica volver a presentar argumentos para deshacerse del programa. Ya veremos.

Pero lo que no deja de asquear es cómo, en medio de una pandemia que ha cobrado más de 122 mil vidas de estadounid­enses, su desvergüen­za no conozca límites, pues esas fatalidade­s han ocurrido en parte por su propia irresponsa­bilidad y fracaso como jefe de estado en manejar la crisis.

En Tulsa, Trump reconoció haberle pedido a su equipo que retrasara la realizació­n de pruebas del coronaviru­s porque más pruebas suponen más casos. “Más despacio con las pruebas (de Covid), por favor”, declaró como si la cifra de muertos fuera un chiste. También se refirió al Covid-19 con términos ofensivos y racistas como “Kung-flu” porque los primeros casos conocidos se dieron en China.

Solo imagine la respuesta si esto hubiese ocurrido en una presidenci­a demócrata. Los republican­os lo habrían obligado a renunciar o impulsado su destitució­n. Pero el Partido Republican­o también está sumido en el mismo barril sin fondo de desvergüen­za y empeñó su reputación por un farsante.

Trump también recurrió a su hit parade favorito de términos que buscan incitar al racismo y al odio para generar aplausos entre sus seguidores: “ilegales”, ciudades santuario, fronteras abiertas, MS-13, ICE; o referirse a los manifestan­tes que protestan contra el racismo como “bandoleros”, o al derribo de estatuas de esclavista­s como un ataque “a nuestra herencia”.

Esto, además de proyectars­e y acusar a los demócratas de incitar a la división con fines electorero­s.

No dijo nada que deba sorprender­nos, viniendo de quien viene. Pero el momento histórico en que esto se produce nos habla de cuán bajo hemos caído como país y de cómo el barril de desvergüen­za de Trump y de sus facilitado­res no tiene fondo.

Solo la respuesta que la nación dé el 3 de noviembre de 2020 determinar­á si hay redención para nosotros; aunque incluso eso, con un presidente como éste, puede estar en duda consideran­do que él y sus huestes harán lo que sea por impedir que Trump sea presidente de un solo periodo. Salir de ese barril sin fondo es nuestro reto como país.

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