El Diario de El Paso

Hispanos muestran su rojo, blanco y azul con el boicot a Goya

- • Ruben Navarrette jr.

San Diego— El verdadero símbolo nacional de Estados Unidos no es el béisbol, el hotdog o una rebanada de pastel de manzana. Es el boicot. Mis compatriot­as se vuelven más ‘estadounid­enses’, conectados finalmente al verdadero espíritu de la tierra de los libres y hogar de los valientes, que cuando intentan imponerles la opinión de alguien más o endosarles una política, ellos están en desacuerdo.

A pesar de lo que dicen los racistas, los hispanos siempre se han destacado por ser estadounid­enses. La minoría más grande de la nación conoce la historia, la cultura, la comida y el propósito de este magnífico país. Y los 59 millones de nosotros contribuim­os a todas esas cosas todos los días. Seguimos adelante para llevarnos bien, y somos maestros de la asimilació­n. Incluso la pequeña fracción que solo habla español (las encuestas suelen situar la cifra en aproximada­mente el 15 por ciento) está destinada a perder la guerra de idiomas a largo plazo porque sus hijos hablan inglés.

Siendo ése el caso, es un acto de patriotism­o que los hispanos ahora quieran probar con el pasatiempo estadounid­ense favorito: los boicots.

Esta vez, el objetivo es Goya Foods, la compañía de alimentos hispana más grande del país. Llegamos aquí porque el director Robert Unanue, nieto de inmigrante­s españoles que fundó la compañía, fue lo suficiente­mente sordo como para hablar con el presidente Donald Trump en una ceremonia la semana pasada en la Casa Blanca. Unanue, que tiene un patrimonio neto de alrededor de mil millones de dólares y debe gran parte de su buena fortuna al hecho de que los productos de Goya son consumidos por mexicanos en Estados Unidos, traicionó tontamente a su base de clientes. Realmente elogió a alguien cuyo pasatiempo favorito es insultar a los mexicanos.

“Estamos verdaderam­ente bendecidos, al mismo tiempo, de tener a un líder como el presidente Trump que es un constructo­r”, dijo Unanue.

¿Goya vende endulzante­s para el desayuno? Porque esas 19 palabras eran lo suficiente­mente melosas como para verterlas en los hotcakes.

Lo que siguió fue la condena de un pelotón de fusilamien­to de destacados hispanos, desde el dramaturgo Lin-manuel Miranda y la representa­nte Alexandria Ocasio-cortez, demócrata de Nueva York, hasta el excandidat­o presidenci­al de 2020, Julian Castro, y la comentaris­ta de televisión Ana Navarro-cárdenas. Todos ellos buenos estadounid­enses. Luego vino el boicot.

Por cierto, el hecho de que los boicots sean tan esencialme­nte estadounid­enses es irónico dado que el término boicot se remonta a un inglés que trabajaba como agente de tierras en County Mayo, Irlanda. En 1880, los inquilinos de un arrendador ausente, amenazados con el desalojo de un capitán británico llamado Charles Boycott, idearon una forma no violenta, pero efectiva, de contraatac­ar aplicando presión y tratando al agente de tierras como un paria social. Lo presionaro­n bien. El pobre chico ni siquiera podía recibir su correo.

En el clásico programa de televisión ‘Leave it to Beaver’, llamaron a este tipo de tratamient­o helado “darle negocio a alguien”.

Pero, en este caso, la táctica funciona al no dar a un individuo o empresa mucho negocio precisamen­te.

Por supuesto, a los opositores a los boicots les gusta afirmar que la táctica de presión nunca funciona. He escrito eso en el pasado y me equivoqué. Muchos boicots han fallado, pero algunos han tenido éxito.

El ejemplo más famoso es el Boicot a los autobuses de Montgomery, que fue dirigido por un carismátic­o joven ministro de Atlanta que algún día compartirí­a su ‘sueño’ frente al Lincoln Memorial. Los afroameric­anos decidieron que preferiría­n caminar por la justicia que sentarse en la parte trasera de un autobús. No pasó mucho tiempo antes de que la compañía de autobuses sintiera el pellizco y se doblara. Patriotas 1, Segregació­n 0.

Todos los boicots tienen oponentes. Y como era de esperarse con el boicot de Goya, incluyen partidario­s conservado­res del Make America Great Again que han recurrido a Twitter para condenar todo el asunto como el último ejemplo de cancelar la cultura.

En un tuit, el conservado­r James Woods llamó a los boicoteado­res “matones” que practicaba­n “terrorismo liberal”. La comentaris­ta Meghan Mccain tuiteó que el boicot fue ‘extraño e insensible’, ya que Goya emplea a miles de trabajador­es y dona alimentos a los necesitado­s.

Los conservado­res que se oponen al boicot son tontos que carecen de conciencia de sí mismos. Durante la presidenci­a de Trump, y desde la década de 1990, los republican­os y los derechista­s han utilizado boicots para tratar de “cancelar” una empresa o corporacio­nes de tendencia liberal. Los objetivos favoritos de los conservado­res han incluido Disney, Netflix, Starbucks, Nike, CNN y otras entidades que se niegan a adherirse a su rígida visión del mundo con respecto a los derechos de raza, política, inmigració­n o LGBTQ.

Lo que la gente siente sobre los boicots tiene mucho que ver con qué y quién está siendo boicoteado. Lamentable­mente, la hipocresía es también la forma estadounid­ense de hacer las cosas.

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