Hay muchas maneras de detectar el coronavirus
Nueva York— Al principio, cometimos un error al momento de hablar sobre los cubrebocas. Ahora estamos cometiendo el mismo error con las pruebas.
El debate en torno a estos temas destaca las distintas formas de pensar de los médicos clínicos y los expertos en salud pública. Los clínicos —médicos, como yo— atienden a un paciente a la vez. Nuestra responsabilidad se limita a ese individuo. Esa manera de pensar es la que provocó que, al principio, muchos nos enfocáramos únicamente en los respiradores N95 como la protección más efectiva. Sabíamos que no teníamos suficientes para todos los trabajadores de salud y que los cubrebocas caseros no funcionarían tan bien en las oficinas o los hospitales. Así que les dijimos a las personas que no los usaran. En febrero, yo les pedí a las personas en Twitter que no “desperdiciaran” los cubrebocas, que dejaran que los usaran “quienes realmente los necesitan”.
Claro que ahora sabemos que esas declaraciones estaban equivocadas. Debí haberme inclinado más hacia mi formación de salud pública. Los expertos en salud pública se enfocan más en grupos grandes, no en individuos. No necesitan que los cubrebocas funcionen perfectamente para todos. Les entusiasma ver un beneficio más pequeño en una población mayor. Y existen modelos que demuestran que, si las mascarillas son un 60 por ciento efectivas, menos de tres cuartas partes de las personas tendrían que usarlas para controlar una enfermedad como la Covid-19.
Actualmente, corremos el riesgo de cometer el mismo error con las pruebas. Muchas escuelas y universidades esperan poder hacerles pruebas a los estudiantes con frecuencia para controlar la propagación, y realizar exámenes recurrentes a grupos grandes de personas tal vez sea la única manera de detener este virus, a excepción de una vacuna. Está claro que el método por excelencia para diagnosticar una infección es una muestra obtenida de un hisopado nasofaríngeo seguida de la detección de un virus ARN por medio de una prueba de reacción en cadena de la polimerasa (PCR). El hisopado es incómodo, la prueba es lenta y los suministros son escasos.
En vista de esto, muchos médicos clínicos sostienen que debemos reservar estas pruebas para la gente más enferma. “En realidad, tal vez no sea viable en la mayoría de las regiones de Estados Unidos desarrollar algún tipo de estrategia de aplicación de pruebas en la que se hagan varias pruebas, sobre todo si los resultados tardan mucho en producirse”, comentó Tina Tan, miembro del consejo administrativo de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de Estados Unidos, para el periódico The Hill. “Se están usando recursos fundamentales que podrían aprovecharse mejor en otros lugares”.
Sin embargo, este tipo de prueba no es la única que puede detectar a las personas contagiadas. No tenemos que tomar muestras mediante hisopados nasofaríngeos. Podríamos recoger muestras solo del interior de la nariz. Incluso podríamos analizar muestras de saliva.
Las pruebas basadas en este tipo de muestras quizá sean menos precisas. Pero podrían realizarse rápidamente, en grupos numerosos, con suministros mínimos. Las personas incluso podrían tomar sus propias muestras en casa. Podríamos procesar muchas a la vez.
También podríamos hacer pruebas grupales. En muchas zonas de Estados Unidos donde la Covid-19 no es prevalente, se podrían mezclar las muestras y analizarse en conjunto. Si una muestra colectiva da positivo, se tendrían que examinar las muestras independientes de cada persona. Como es más probable que la mayoría de las mezclas de muestras resulten negativas cuando se aplican a personas asintomáticas, se podrían examinar muchas más personas mientras se ahorra una gran cantidad de recursos. Brett Giroir, el subsecretario de salud del Departamento de Salud y Servicios Humanos, propuso que se implementaran este tipo de pruebas.
Algunas empresas incluso están realizando pruebas rápidas de antígenos que pueden realizarse con facilidad fuera de un laboratorio. Estos exámenes identifican ciertas proteínas en el virus en vez de enfocarse en el material genético. El problema es que pueden pasar por alto más infecciones que una prueba de PCR. No obstante, sus resultados están listos en unos 15 minutos, y si se aplican de manera grupal, se podrían llegar a hacer más de 50 por hora. No es difícil imaginar contextos, como escuelas o equipos deportivos, en los que este tipo de pruebas serían increíblemente útiles.
Sin embargo, los expertos en salud pública ven los beneficios de estas pruebas en la población en general. Saben que no identificarán a todas las personas contagiadas, es por eso que todos aún debemos depender del distanciamiento social, el lavado de manos y el uso continuo de cubrebocas. Pero cada caso identificado es mejor que nada. Podemos aislar a esa persona de la población y evitar contagios. Así es como minimizamos el riesgo. Esa es la meta de las intervenciones de salud pública.
Además, un estudio tras otro ha demostrado que para fines de monitoreo y mitigación, lo más importante es la frecuencia con la que se realizan las pruebas, y la velocidad con la que podemos tomar medidas con base en los resultados. La escasez de pruebas PCR que toman mucho tiempo para ser procesadas, y dar resultados, no nos ayudará a alcanzar este objetivo.
Debemos empezar a aceptar pruebas generalizadas y menos precisas para grupos. Debemos dejar de complicar las recomendaciones al enfocarnos únicamente en las pruebas más efectivas. En términos de aplicación de pruebas, al igual que con el uso de las mascarillas, realizarlas con más frecuencia a veces es mejor que aspirar a la perfección.