‘El perdón no se otorga a la ligera’
Luego de un año del brutal ataque en Walmart de Cielo Vista, perdura coraje en paseños mientras intentan sanar sus heridas
Patrick Crusius está acusado de docenas de delitos estatales y federales que podrían dar como resultado la pena de muerte
Ha pasado un año desde que una balada en español se escuchó en el estacionamiento de un complejo comercial situado en el este-centro de El Paso. La canción Amor Eterno fue escrita por el cantante fronterizo Juan Gabriel.
Se ha escuchado varias veces aquí después de una de las masacres más letales en la historia del estado.
Este lunes, la melodía volvió a resonar mientras un dueto cantaba su mensaje de agonía y recuerdo justo antes de que 23 palomas fueran liberadas en honor a las víctimas.
Sin embargo, hubo también un trasfondo de temor y coraje que no ha desaparecido desde que el responsable del tiroteo confesó que se enfocó en los hispanos para frenar lo que dijo que era una invasión a este país.
El presunto asesino, Patrick Crusius de 22 años, pasó el año pasado en la cárcel y está acusado de docenas de delitos estatales y federales que podrían dar como resultado la pena de muerte.
Para algunos, el castigo está justificado. Para otros, lo que es más importante en este momento es que la gente no olvide lo que provocó el tiroteo: una retórica llena de odio en una nación dividida que ha tomado como chivos expiatorios a la gente de color.
“Queremos recordarlos y pedir justicia. Pero la justicia llega a través de recordar por qué sucedió este ataque”, comentó Fernando García, director ejecutivo de la Red Fronteriza de Derechos Humanos. “Estamos preocupados de que la gente olvide la razón por la que sucedió esto. Fue un ataque racista, que fue motivado por la supremacía blanca”.
Crusius está siendo juzgado por cargos estatales y federales, aunque no está claro cuál caso procederá primero. Su castigo en ambos juicios podría dar lugar a la pena de muerte. Esa decisión está a años de retirado en un sistema judicial cuyas operaciones habituales han resultado muy afectadas por la pandemia global.
Sin embargo, una ciudad que sigue dolida está tratando de sanar sin engañarse a sí misma sobre la mejor manera de permanecer de pie en contra del odio que actuó como un catalizador de la tragedia.
“Nunca voy a perdonarlo. Era mi esposa. Era todo en mi vida”, comentó Antonio Basco, un viudo cuya esposa, Margie Reckard, murió en el tiroteo. “Sentí cuando murió porque él le disparó a la cabeza. Me robó el alma, me robó a mi amor. Odio a ese tipo. Le deseo la muerte”.
Basco comentó que el año pasado no tenía familiares en El Paso, así que, invitó a la ciudad a que lo acompañaran a lamentar la pérdida de su esposa. Más de mil personas acudieron a apoyarlo.
El obispo Mark Seitz de la Diócesis Católica de El Paso, comentó que entiende la rabia y dijo que es necesario perdonar.
“La gente tiene derecho a estar enojada. Yo me siento enojado por lo que sucedió y también me siento enojado con él”, dijo. “El perdón no es algo que se dé a la ligera. Dicho esto, la venganza no es la solución a la violencia. Sólo crea un ciclo de más violencia y tenemos que encontrar la manera de obtener la justicia y no continuar simplemente con ese ciclo de violencia. Tenemos que encauzar nuestro coraje de esa manera”.
La representante demócrata Verónica Escobar de El Paso, no mencionó por su nombre a un funcionario electo. Aunque no ocultó el mensaje de que la retórica del Partido Republicano –en su nivel más alto– contribuyó a la masacre.
“Aunque tenemos que asegurarnos de que nuestras familias estén primero y reconocemos las necesidades que tienen, también es crucial que reconozcamos por qué estamos aquí el día de hoy”, dijo. “Estamos aquí porque algunos de los líderes de más alto rango de esta tierra han promovido el odio para las comunidades de color y hemos usado un lenguaje para describir a los inmigrantes que los despoja de su humanidad. No tendremos reconciliación hasta que confrontemos el odio y racismo, hasta que lo rechacemos y le quitemos el poder que tiene”.
Los hispanos no fueron los únicos lesionados o asesinados en el tiroteo. El pastor Michael Grady de la Feligresía Cristina Príncipe de Paz, quien se retiró del Ejército y se mudó nuevamente a El Paso en el 2004, comentó que todas las comunidades de minorías necesitan unirse después del tiroteo.
Su hija Michelle Grady, quien es afroamericana recibió tres balazos de Crusius. Ella ha sido sometida a 17 cirugías y se está recuperando, comentó Michael Grady.
“Usualmente, la gente dice que el manifiesto decía que venía a matar a mexicanos. Obviamente, Michelle no es mexicana, pero estaba en ese lugar”, dijo. “Ella estaba haciendo una donación a un equipo de soccer que estaba afuera. Sí, estoy enojado, pero tengo que trabajar con los poderes que tenemos para hacer una coalición”.
Kianna Long de 25 años, se ocultó junto con otros compradores en un contenedor de mercancías después que empezaron a sonar los balazos. Ella entiende el enojo y guarda un poco para sí misma. Espera que desaparezca, pero un año después de la masacre, no lo ha logrado.
“Eventualmente, todos tenemos un cambio en nuestro corazón”, dijo este lunes en el memorial. Fue su primera visita al lugar desde el tiroteo. “Voy a lograrlo, pero ahora no es mi momento”.