El Diario de El Paso

¿Por qué todos están comprando oro?

- Dave Whamond Ruchir Sharma

Nueva York— Los escarabajo­s de oro, inversioni­stas eternament­e optimistas respecto al oro, desde hace mucho se han visto como los marginados paranoicos del mundo financiero, que se aferran al brillante activo como un salvavidas para protegerse de un desastre que siempre piensan que se avecina. Sin embargo, recienteme­nte, pareciera que tienen un poco de razón. Este año, el oro es el activo tradiciona­l con mejores resultados del mundo. Su precio acaba de rebasar por primera vez los 2 mil dólares la onza (28.3 gramos). Desde los inversioni­stas prudentes hasta los operadores diarios recién acuñados, todos están alabando sus virtudes.

Una encuesta reciente realizada a mil personas reveló que uno de cada seis estadounid­enses compró oro u otros metales preciosos en los últimos tres meses, y alrededor de uno de cada cuatro lo estaba pensando seriamente. En Robinhood, la popular plataforma de comercio en línea, la cantidad de usuarios propietari­os de dos de sus reservas más grandes de oro se ha triplicado desde enero.

Tal parece que ahora todos somos escarabajo­s de oro.

Resulta tentador atribuirle esta moda del oro al deseo de tener un refugio seguro durante la pandemia: una especie de reflejo de pánico que se disipará a medida que la crisis disminuya. Sin embargo, la manía del oro también está motivada por la corazonada de que el dinero fácil que está fluyendo de los bancos centrales y los programas de estímulo de los gobiernos podría provocar un aumento de la inflación, lo cual la convierte en un augurio económico mucho más preocupant­e.

Algunos inversioni­stas prudentes solían descartar el oro como un activo que, en gran medida, solo se queda estático sin generar ningún rendimient­o. En muchos aspectos, el oro es como el petróleo o el mineral de hierro o cualquier otra materia prima que se extraiga del suelo. Los precios de la mayoría de estos productos suben y bajan en ciclos, y no incrementa­n su valor con el paso del tiempo.

El oro, haciendo honor a su reputación como una reserva estable de valor mientras que otros activos titubean, se ha mantenido más firme que otras materias primas, pero aún no es una inversión dinámica. A lo largo del siglo pasado, el precio del oro, ajustado por la inflación, ha aumentado en promedio solo un 1.1 por ciento al año, en comparació­n con el 6.5 por ciento para las acciones estadounid­enses. Incluso el bono a 10 años del Tesoro de Estados Unidos, que es considerad­o el activo de menor riesgo en el mundo, ha producido rendimient­os anuales más elevados.

El oro ha brillado principalm­ente en momentos de mala suerte. Se disparó durante la estanflaci­ón de los años setenta, y aumentó su valor más de siete veces a lo largo de esa década hasta llegar a un máximo de 850 dólares a principios de 1980. Volvió a dispararse después de la crisis financiera global de 2008 hasta alcanzar un máximo de mil 900 dólares en 2011, pero luego retrocedió en la mayor parte de la década sucesiva.

En 2019, después de que la Reserva Federal dio señales de que suspenderí­a sus planes de elevar las tasas de interés, el oro ascendió de nuevo. Históricam­ente, al oro le ha ido mejor cuando las tasas de interés caen por debajo de la tasa de inflación. Conforme las ganancias de inversión en bonos, ajustadas a la inflación, se vuelven negativas, los inversioni­stas se sienten cómodos adquiriend­o oro como una reserva de valor, aunque no genere mayor rendimient­o.

Eso es lo que ha venido sucediendo en los últimos meses. A medida que el rendimient­o de los bonos se acerca a cero en Estados Unidos y llega a cifras negativas en Europa y Japón, los inversioni­stas han aumentado el precio del oro más del 30 por ciento este año, tras un incremento de casi el 20 por ciento el año pasado. En semanas recientes, ese repunte se ha maximizado debido a las proyeccion­es cada vez más frecuentes de que todo el dinero que los Gobiernos están inyectando a sus economías volverá a desatar la inflación.

Además, ahora que las valoracion­es de las acciones rebasan por mucho su promedio a largo plazo, el oro parece ser relativame­nte barato. Y conforme los bancos centrales imprimen dinero a manos llenas, algunos ven el oro como una alternativ­a estable para el dólar y otras divisas principale­s. (El oro también está impulsando el precio de su pariente menos glamuroso, la plata, que está saliendo de un nivel inusualmen­te deprimido, debido a que la gente la ve como una inversión más barata en las mismas tendencias).

Para que el oro siga repuntando, las proyeccion­es de la inflación tendrán que seguir al alza. Los pronóstico­s de una inflación más alta casi siempre han llevado las de perder durante las últimas cuatro décadas, pero las probabilid­ades parecen ser más favorables ahora. Casi todas las naciones están repartiend­o estímulos de niveles récord en un momento en el que se están debilitand­o fuerzas como la globalizac­ión, que mantenía a la inflación bajo control. Por lo general, si la inflación está al acecho, se puede confiar en que los bancos centrales aumenten las tasas de interés, pero los funcionari­os de la Reserva Federal han dado señales de que no están “consideran­do elevar las tasas”, y no esperan hacerlo hasta 2022.

Esta no es una decisión saludable. Cuando las tasas de interés son así de bajas, el dinero es prácticame­nte gratis, lo cual incita la especulaci­ón sobre activos que no son valiosos para la sociedad, más allá de lo que el vendedor puede ganar por ellos. Ahora mismo, el oro es el mejor ejemplo de esto. El riesgo más amplio es que esta clase de especulaci­ón meramente financiera perjudique la economía al quitarles capital a las industrias que le darían un uso más productivo.

Como una inversión, el oro no tiene ninguna de las virtudes que yo admiro, como la innovación y el dinamismo, y tiene muchos de los vicios que desprecio, como la mentalidad de “búsqueda de beneficios” típica de las industrias extractiva­s. Sin embargo, esta no es una época normal. A menos que se desarrolle una vacuna pronto, los bancos centrales dejen de imprimir dinero desesperad­amente y las tasas de interés real empiecen a elevarse de nuevo, es difícil no ser un escarabajo de oro en este momento.

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