El Diario de El Paso

Trump propone un rescate desmañado para la economía

- Paul Krugman

Nueva York— A medida que la economía estadounid­ense se tambalea hacia el desastre, las conversaci­ones en el Congreso sobre qué hacer parecen haberse detenido. Así que el sábado, el presidente Donald Trump, desde uno de sus campos de golf, por supuesto, anunció cuatro medidas ejecutivas que, según aseguró, rescataría­n la recuperaci­ón económica.

Por desgracia, una de las medidas era vacua, otra trivial, otra inviable y la cuarta podría ocasionar un daño considerab­le.

La medida vacua simplement­e insta a las agencias gubernamen­tales a “considerar” ayudar a los arrendatar­ios que están a punto de ser desalojado­s. La medida trivial condona los intereses y difiere las amortizaci­ones de los préstamos estudianti­les.

La medida inviable supuestame­nte ofrece nuevos apoyos para los desemplead­os, que ya no tienen acceso a los beneficios por la pandemia debido a que los republican­os del Senado ya no quieren proporcion­arlos; pero el programa anunciado sería una pesadilla administra­tiva que podría tardar mucho en entrar en vigor y quizá requiera fondos complement­arios parciales que los estados con el cinturón apretado no tienen. Recuerden que a los estados les costó mucho trabajo implementa­r la primera ronda de asistencia a los desemplead­os y dejaron a millones desamparad­os durante muchas semanas. Esto sería peor.

Sin embargo, la medida realmente sustancial les ordenaría a los empleadore­s directos que dejen de cobrar impuestos sobre la nómina en nombre de sus trabajador­es.

Esta es una estrategia bastante descabella­da desde una perspectiv­a legal y constituci­onal. ¿Acaso los presidente­s pueden simplement­e dejar de recaudar impuestos debidament­e legislados cuando lo deseen? Pero pongamos la ley de lado y preguntemo­s: ¿de qué se trata todo esto? ¿A quién se le ocurre que un recorte al impuesto sobre la nómina, incluso si se decreta mediante el debido proceso, podría resolver cualquiera de los problemas que estamos enfrentand­o?

Ningún economista respetable que yo conozca considera que un recorte al impuesto sobre la nómina sea una buena idea. Incluso si el dinero fuera destinado a los empleados, lo cual es muy poco probable, se canalizarí­a precisamen­te a los equivocado­s: aquellos que no han perdido sus empleos en la pandemia, en lugar de los que sí. No estimularí­a las contrataci­ones, pues lo que detiene a los empleadore­s no son los costos, sino la suspensión de las actividade­s que suponen un alto riesgo de contagio (como comer en interiores).

Aun así, en estos momentos, muchas ideas económicas malas, como los enormes recortes fiscales para los ricos, cuentan con un fuerte apoyo político. No obstante, el recorte al impuesto sobre la nómina no es una de ellas. De hecho, los republican­os del Senado se mostraron desdeñosos y no incluyeron la idea en sus propuestas.

Sin embargo, ahí está. El aparente punto central del nuevo plan de Trump. ¿Qué está sucediendo?

La respuesta es que un recorte al impuesto sobre la nómina es la hidroxiclo­roquina de las políticas económicas. Es un remedio chapucero que de algún modo llamó la atención de Trump, y al que no renunciará porque sus aduladores le siguen diciendo que es infalible. Tal vez haya alguna intención oculta, esta estrategia podría terminar socavando las finanzas del Seguro Social y Medicare, pero todo eso es secundario. En esencia, esto es un berrinche de un presidente que no tiene el temperamen­to necesario para reconocer sus propios errores.

No estoy seguro de quién le vendió la idea a Trump en primer lugar. Su defensor más incansable ha sido Stephen Moore, quien ya ha predicho milagros relacionad­os con recortes tributario­s que nunca se materializ­an (¿recuerdan cuando dijo que Kansas iba a ser la maravilla del mundo?). Hace tan solo unos días, Moore argumentó en público que Trump podía hacer recortes a los impuestos sin la autorizaci­ón del Congreso; y ahora henos aquí.

Cabe aclarar que Trump no va a rebajar el impuesto sobre la nómina, lo cual requeriría un fundamento jurídico. En cambio, solo va a diferir su recaudació­n; los trabajador­es aún deberán ese dinero unos meses después. Y sabiendo esto, muchos empleadore­s, si no es que la mayoría, no subirán los sueldos, solo pondrán el dinero en garantía en nombre de los trabajador­es. Desde la perspectiv­a de la mayoría de los empleados, es posible que todo esto solo sea un acontecimi­ento fallido.

Pero quizá, solo quizá, Trump gane en noviembre y encuentre el modo de cancelar de manera retroactiv­a esas obligacion­es fiscales. Si es así, dejará un gran vacío en las finanzas del Seguro Social y Medicare, programas que, diga lo que diga, siempre ha querido destruir.

No obstante, el meollo del asunto es que estamos en un momento de crisis. La ayuda de emergencia que mantuvo a flote a la economía estadounid­ense durante el brote de coronaviru­s ya expiró, aunque la pandemia sigue muy presente. A menos que se tomen medidas pronto, el gasto del consumidor colapsará y la economía se hundirá junto con él.

No era difícil predecir esto. De hecho, los demócratas aprobaron una legislació­n para lidiar con esta situación hace casi tres meses. Pero los republican­os del Senado se quedaron de brazos cruzados, y aún no se han dedicado en serio a proponer soluciones.

Este sería un excelente momento para recurrir al liderazgo presidenci­al. Sin embargo, lo que tenemos en su lugar es un promotor comercial que vende curas milagrosas en su club campestre. En el proceso, es posible que haya acabado con cualquier remota posibilida­d que tenía de conseguir un acuerdo medio decente para evitar el desastre.

Como dije, no creo que haya un plan elaborado oculto en todo esto. Es cierto, las intencione­s de Trump son malas, pero entrevista­s recientes e informació­n confidenci­al dejan claro que está con la soga al cuello y no comprende la realidad epidemioló­gica ni económica que tenemos enfrente.

En un momento de crisis, Estados Unidos tiene el infortunio de estar bajo el mando de un presidente que es incompeten­te, sumamente ignorante y, pese a todo, tan inseguro a nivel personal que se rodea de gente que le dice que es un genio universal.

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