El Diario de El Paso

Trump trata la naturaliza­ción como el premio de un programa de juegos

- Suketu Mehta

Fue la ceremonia menos natural de naturaliza­ción: El martes, la Convención Nacional Republican­a mostró un video del presidente más anti-inmigrante en la historia de Estados Unidos, al otorgar personalme­nte la ciudadanía, como un poderoso emperador, sobre un grupo de cinco nuevos ciudadanos estadounid­enses que fueron selecciona­dos para darle valor a sus relaciones públicas en su campaña de reelección.

Chad Wolf, un funcionari­o que ha sido fundamenta­l en la creación de la horrenda política de separación de familias, y cuya designació­n como secretario interino de Seguridad Interna fue considerad­a por un inspector congresist­a como inválida, estuvo a cargo del juramento.

Inicialmen­te, la Casa Blanca sugirió que la agencia de Ciudadanía e Inmigració­n encontrara a alguien de México, pero tal vez nadie estuvo disponible para ese elenco central. La otra cosa que faltó fue que Stephen Miller cortara el pastel de bienvenida para los musulmanes, africanos, personas de Medio Oriente, latinos e indígenas.

Fue como ver una fotografía de Stalin elogiando a un grupo de médicos judíos por su experienci­a profesiona­l, o a Mohammad Omar del Talibán elogiando a un grupo de budistas por su destreza, o a la primera ministra hindú Narendra Modi felicitand­o a una familia de musulmanes por su excelente biryani.

Por lo menos dos de nuestros ciudadanos más recientes parecían totalmente consciente­s de que esta ceremonia sagrada podría ser transmitid­a en la Convención Republican­a, para hacer parecer al presidente como más amable con esas aturdidas personas suburbanas respecto a su política de quitarles a las madres sus bebés que gritaban y sollozaban en la frontera.

Así que, los cinco –dos de ellos eran musulmanes, un grupo al que su anfitrión, durante su primera campaña presidenci­al propuso que les prohibiera­n la entrada a Estados Unidos– teniendo como telón de fondo un adusto busto de Abraham Lincoln, lo aclamaron.

¿Qué otra opción tenían? Fue un espectácul­o humillante y riesgoso físicament­e –nadie de ellos usaba mascarilla y ninguna de las eminencias estuvo presente. Las mascarilla­s no se ven bien en televisión, no sería un buen mensaje en una convención que es una celebració­n, por encima de todo, del inalienabl­e derecho que tienen los estadounid­enses de cometer un suicido masivo.

Los nuevos ciudadanos están entre nosotros debido a las provisione­s que Trump ha tratado de eliminar durante todo su término. Sudha Narayanan llegó aquí con la categoría F2, como esposa de un estudiante extranjero. Si fuera a hacer su solicitud el día de hoy, ni a ella ni a su esposo les permitiría­n la entrada al país para estudiar en ninguna de los cientos de universida­des estadounid­enses que han optado por lo más seguro que es impartir clases en línea.

Neimat Awadelseid está aquí debido a que la solicitó su hermano, y debido a la provisión de reunificar familias, que el presidente burlonamen­te ha llamado “migración en cadena”.

En su país de origen, Sudán, había una lista de países a cuyos habitantes les prohibiero­n aplicar para la lotería de visas diversas a principios de este año, por razones espurias de “seguridad nacional”.

“Es doloroso lo que él hizo, su política hacia mi país”, le comentó posteriorm­ente Awaadelsei­d a The Washington Post.

“Como ciudadanos ahora son custodios de esta magnífica nación, que es una familia integrada por cada raza, color, religión y credo”, proclamó Trump. Ésta es la misma persona que hace dos años preguntó “¿Por qué queremos que estas personas de esos países de baja categoría vengan aquí?”. Es la misma persona que preguntó por qué no podíamos tener más noruegos y menos –o ningún– haitiano.

Cuando me convertí en ciudadano en 1988, el juez de New Jersey que estuvo en mi ceremonia de juramento pronunció un discurso acerca de los beneficios y deberes de un ciudadano. Fue un bello y conmovedor espectácul­o, pero no hubiera sido así si el presidente Ronald Reagan la hubiera usado como una propaganda para su campaña de reelección.

Lo que fue especialme­nte molesto acerca de este reciente incidente fue el comportami­ento de Trump: un presentado­r de un show de juegos que le otorgó la ciudadanía como un premio para los pocos afortunado­s, como una nueva SUV o unas vacaciones al Caribe.

“Ustedes se han ganado la posesión más valiosa, atesorada, querida e invaluable de cualquier lugar en el mundo. Se llama la ciudadanía estadounid­ense”. No es usted el que la otorga, Sr. Presidente, es la Constituci­ón.

Como si fuera un auto que se entrega en un programa de juegos de la televisión, sería inteligent­e ver debajo del toldo para ver su verdadero valor. ¿En este momento, es la ciudadanía estadounid­ense lo más valioso de cualquier parte del mundo?

El número de estadounid­enses que están renunciand­o a la ciudadanía es alta. Un grupo de países –Nueva Zelanda, Vietnam, Islandia, Corea del Sur– han manejado la pandemia mucho mejor que nosotros. Sus ciudadanos están bien de salud y pueden ir a los restaurant­es y escuelas y sus economías están recuperánd­ose.

Con el número más alto de muertes en el planeta debido a la pandemia, Estados Unidos tendrá que intentar con más fuerza que nunca el atraer a los inmigrante­s. Si yo fuera médico o maestro en India o China, y si tuviera que escoger entre Estados Unidos, Alemania, Corea del Sur o Nueva Zelanda para llevar mis destrezas y a mi familia, ¿cuál escogería? Antes del 2016, la respuesta clara sería Estados Unidos. Pero ahora, ¿escogería el país más afectado, con la peor atención médica en el mundo industrial­izado y el letrero más grande de “NO ENTRE”?.

Desde que empezó la pandemia, Trump y el Partido Republican­o han estado usando eso como una excusa para eliminar el asilo, en el terreno fabricado de la salud pública y para reducir drásticame­nte la inmigració­n legal, por razones económicas igualmente fabricadas.

Y ellos se las han arreglado, junto con sus colaborado­res de Fox News, para transmitir la más extrema xenofobia. Históricam­ente, Estados Unidos ha tenido un buen desempeño para obtener el talento que necesita.

Aunque los inmigrante­s somos tan sólo el 14 por ciento de la población, representa­mos una cuarta parte de los trabajador­es de la salud y casi tres cuartas partes de los trabajador­es tecnológic­os de Silicon Valley, iniciamos la cuarta parte de los negocios nuevos y ganamos una tercera parte de todos los Premios Nobel otorgados a los estadounid­enses.

En junio del 2018, acudí al Parque de la Amistad situado al sur de San Diego, el único lugar en las 3 mil millas de frontera entre Estados Unidos y México en donde los inmigrante­s –documentad­os, indocument­ados o semi-documentad­os– se les permite reunirse con sus familias del otro lado.

Encontré un trabajador mexicano de la construcci­ón que no había visto a su madre durante 17 años, debido a que estaba trabajando increíblem­ente largas horas cada día en este lado del cerco, ganando dinero para pagar las facturas del hospital de su madre.

Al otro lado de esa horrible e industrial barrera, su madre introdujo su dedo meñique y él lo tocó con el suyo, fue el único contacto que les permitió ese orificio en el cerco, en lo que los migrantes llaman el “beso del meñique”.

Ella le dijo que lo amaba y él le dijo que la extrañaba. Su hijo no es un violador ni narcotrafi­cante, como Trump ha descrito frecuentem­ente a personas como él. Él es un héroe ordinario. Nos sentimos afortunado­s de que haya venido a este país, con su trabajo ético y su amor por la familia.

Las leyes crueles, arbitraria­s, caprichosa­s, corruptas y contraprod­ucentes de Estados Unidos siguen dejando fuera a incontable­s personas como él, afectándon­os como nación y destrozand­o vidas humanas.

Es un misterio por qué Trump, quien es un hijo de inmigrante­s y esposo de otra, que nació en Queens, el lugar más diverso del país, odia tanto a los inmigrante­s. Rima Gideon obtuvo una licenciatu­ra en Psicología, él lo hizo notar acerca de una de las orgullosam­ente nuevas ciudadanas. “En otras palabras, ella puede descifrar cómo soy”. Así es, Donald, los inmigrante­s te conocemos y no eres amigo de nosotros.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from United States