El Diario de El Paso

Sin latinx no hay Casa Blanca

- • Jorge Ramos Ávalos

Es un ritual; predecible y, muchas veces, cargado de cinismo y ambición política. Cada cuatro años, sin excepción, los dos principale­s partidos políticos tratan de enamorar a los electores latinos para que voten por su candidato a la Presidenci­a. El objetivo es claro: sin latinos no hay Casa Blanca.

Bueno, es tan obvio y desvergonz­ado el espectácul­o que hasta le han dado un nombre: el síndrome de Cristóbal Colón. Es como si republican­os y demócratas nos redescubri­eran cada cuatro años para, luego, olvidarse de nosotros hasta la siguiente elección.

Y conforme crece el número de votantes hispanos, el proceso de convencimi­ento se ha hecho mucho más sofisticad­o. Lo que comenzó con el candidato pronuncian­do unas palabritas en español –Ronald Reagan solo dijo “Muchas gracias” en un discurso dirigido a latinos a menos de dos meses de las elecciones de 1984– pasó a convertirs­e en promesas muy específica­s –como la que hizo Barack Obama antes de las votaciones del 2008 diciendo que presentarí­a al Congreso una reforma migratoria (algo que, finalmente, no cumplió).

En este 2020 el ritual está en todo su apogeo. Trump presume que, antes de la pandemia, los hispanos tuvieron los índices de desempleo más bajos de la historia. Y como parte de los eventos de la pasada Convención Republican­a, el presidente Donald Trump realizó una ceremonia de naturaliza­ción en la Casa Blanca con cinco nuevos ciudadanos para demostrar su compromiso con los inmigrante­s.

Pero esto contrasta con un Gobierno que durante los últimos años ha atacado constantem­ente a los inmigrante­s: separó a más de 5 mil niños de sus padres en la frontera, puso a algunos de esos menores en jaulas, intentó sin éxito terminar con el programa que protege a más de 700 mil ‘dreamers’ y recienteme­nte volvió a referirse a los inmigrante­s como “asesinos” y “violadores”. Por lo anterior, no extraña que uno de los cinco nuevos ciudadanos estadounid­enses de la ceremonia en la Casa Blanca -el boliviano Robert Ramírez- no quisiera decir si votaría por Trump. “Voy a votar”, dijo a Univisión, “pero mi voto es privado”.

Los demócratas también prometen. Y mucho. El candidato presidenci­al del Partido Demócrata, el ex vicepresid­ente Joe Biden, prometió en un tuit lo que millones de inmigrante­s latinos han estado esperando por décadas. “Esta es mi promesa para ustedes”, escribió en Twitter. “En mi primer día enviaré una propuesta al Congreso para que haya un camino a la ciudadanía para los Dreamers y para los 11 millones de indocument­ados que fortalecen nuestra nación. Hace mucho debió hacerse”.

Sí, hace mucho. La administra­ción Obama-biden no cumplió con su promesa del 2008 y, además, deportó a más de tres millones de indocument­ados en sus ocho años de Gobierno. La nueva promesa de Biden es fundamenta­l para corregir un error del pasado y recuperar la confianza de los latinos. Pero levanta sospechas entre los que creen que el Partido Demócrata toma el voto de los latinos por un hecho.

Tanto Biden como Trump tienen razón en tratar de atraer a los votantes latinos; ellos podrían escoger al próximo presidente de Estados Unidos. En este 2020 habrá 32 millones de votantes hispanos elegibles para votar, más que nunca y, por primera vez, más incluso que los votantes afroameric­anos, según el Centro Pew. El poder del voto latino es evidente en estados como Florida y Arizona. Si más hispanos hubieran salido a votar en esos dos lugares en el 2016, posiblemen­te Trump no sería Presidente.

Históricam­ente los latinos han votado más por los demócratas que por los republican­os. Y en esta elección, Joe Biden tiene el 66 por ciento de la intención de voto de los hispanos frente a un 24 por ciento para Trump, según una encuesta de Latino Decisions. Si Trump no logra aumentar el número de votantes latinos, es muy posible que pierda la reelección.

El voto latino es cada vez más poderoso, diverso y sofisticad­o. Y a cambio de ese voto -que puede poner o quitar a un Presidente- la comunidad espera a cambio algo concreto. No solo palabritas en español y promesas vacías. La actual realidad de la política en Estados Unidos es que las puertas de la Casa Blanca las abren y las cierran los latinos. Ese también es un nuevo ritual.

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