El Diario de El Paso

Sin consecuenc­ias para la política más inhumana de Trump

- Francis Wilkinson

Nueva York— Cuando el presidente Donald Trump usa fondos federales para proporcion­ar infusiones regulares de efectivo a sus negocios en quiebra, o dirige los beneficios del gobierno a personas que lo adulan y le pagan dinero, su corrupción es grotesca. Pero no es inhumana.

Por el contrario, la política de la administra­ción Trump de separar a los padres migrantes de sus hijos, incluidos los bebés, algunos de los cuales se perdieron durante meses o más, siempre tuvo la intención de ser brutal. Cualquiera que haya tenido un hijo, o haya sido un hijo, entiende intuitivam­ente cuán depravada fue la política. Los expertos predicen que las víctimas sufrirán traumas y repercusio­nes durante el resto de sus vidas. Sin embargo, parece poco probable que los funcionari­os que aprobaron y ejecutaron esta política sufrirán consecuenc­ias legales.

La semana pasada, el New York Times publicó sobre un informe preliminar de 86 páginas del inspector general del Departamen­to de Justicia. Según el periódico, el informe concluye que la política de separación de niños fue impulsada agresivame­nte al más alto nivel del Departamen­to de Justicia, así como en el Departamen­to de Seguridad Nacional. La idea era convertir la detención en un infierno para los migrantes, incluidos los que buscan asilo debido a la violencia, de modo que los horrores que ellos padecieron, y especialme­nte de sus hijos, sirvieran de disuasión para otros que buscan refugio.

“Necesitamo­s llevarnos a los niños”, cita el New York Times al entonces fiscal general Jeff Sessions: “Si tanto se preocupan por los niños, no los traigan. No les dará amnistía con niños.” La historia señala que Rod Rosenstein, entonces vicefiscal general, luego les dijo a los fiscales que no importaba qué tan pequeños fueran los niños.

El desgaste de la sensibilid­ad moral es tanto un subproduct­o de los ataques a la decencia como un predicado de ataques más atroces. Sin embargo, los funcionari­os de la administra­ción eran lo suficiente­mente consciente­s de los horrores que estaban infligiend­o como para negar su existencia. En junio de 2018, la secretaria de Seguridad

Nacional, Kirstjen Nielsen, tuiteó: “No tenemos una política de separación de familias en la frontera. Punto”.

Nielsen tenía motivos para mentir, al igual que Sessions y Rosenstein tenían motivos para ocultar el alcance de su participac­ión. Los Apparatchi­ks prefieren no parecer monstruos morales.

“La idea de que cualquier estado trataría de disuadir a los padres infligiend­o tal abuso a los niños es inconcebib­le”, dijo el entonces Alto Comisionad­o de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra'ad al-hussein, en 2018. Erwin Chemerinsk­y, decano de Derecho de la Universida­d de California en Berkeley, me dijo: “No hay duda de que la política es ilegal según el derecho internacio­nal”. La Academia Estadounid­ense de Pediatría la calificó de “inhumana”. Después de evaluar a 17 adultos y nueve niños sometidos a la política, Médicos por los Derechos Humanos concluyó que “se eleva al nivel de tortura”.

La Unión Estadounid­ense de Libertades Civiles ha presentado una demanda civil contra una serie de malhechore­s de la administra­ción, incluidos Sessions y Nielsen. Rosenstein, ahora socio de King & Spalding, una gran firma de abogados corporativ­os, no fue nombrado en la demanda. Quizás todos los involucrad­os asumen que los escombros en expansión de la administra­ción Trump oscurecerá­n la responsabi­lidad individual. La política de la administra­ción sobre el covid-19 ha provocado la muerte innecesari­a de decenas de miles de estadounid­enses. ¿Es realmente tan mala la brutalizac­ión sistemátic­a de algunos miles de familias migrantes en comparació­n con eso?

Desde abril de 2018, cuando se reveló la política de separación de menores, he preguntado periódicam­ente a los activistas y abogados de inmigració­n cuándo y cómo se podría responsabi­lizar a los perpetrado­res de esta política. Pero los activistas y los abogados privados no procesan las infraccion­es y los funcionari­os del gobierno disfrutan de inmunidad calificada. Si bien los fiscales federales han presentado cargos contra numerosos asociados de Trump, incluido el abogado personal de Trump, Michael Cohen, su gerente de campaña de 2016, Paul Manafort, y su asesor político durante mucho tiempo, Roger Stone, los funcionari­os de la administra­ción no han sido atacados de manera similar.

“Aparte de las audiencias del Congreso y la vergüenza, o las conversaci­ones ocasionale­s de una comisión de la verdad posterior a Trump, no estoy seguro de que estos funcionari­os reciban lo que les correspond­e”, dijo el defensor de inmigració­n Frank Sharry.

En efecto, los funcionari­os federales pueden abusar de los niños hasta el punto de la tortura y quizás más allá, dañándolos de por vida, siempre que lo hagan en el curso de la aplicación de la política federal. Hasta la fecha, ningún fiscal ha considerad­o oportuno desafiar esa realidad distópica. Si quieres saber qué tan bajo se ha hundido Estados Unidos, ahí está tu ejemplo.

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Kevin Siers VIVIENDO EN TIEMPOS DE COVID
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