El Diario de El Paso

¡Ah, hermano! Lloremos por Trump

- Maureen Dowd

Rockville, Maryland— Parece ser que la voluble presidenci­a de Donald Trump llegó a su fin. Los historiado­res, en veinte o treinta años, serán imparciale­s árbitros de sus logros, pero para los cerca de 74 millones de personas que votaron por él, ya satisfizo sus esperanzas y justificó su confianza.

Los demócratas ahora hacen un llamado a la unidad, pero hace cuatro años, clamaron por resistenci­a y agitación. Invitaron a confrontar a los funcionari­os de Trump en sus casas y en restaurant­es. Se opusieron a cada paso que dio el Gobierno. Su hipocresía es irrisoria.

Trump nos dio una economía fuerte, logró el nivel de desempleo más bajo en cincuenta años, fortaleció la frontera y garantizó la integridad del sistema judicial al nombrar a 200 jueces, incluidos tres magistrado­s de la Corte Suprema.

Fue tachado de racista, pero destinó financiami­ento a universida­des históricam­ente negras y creó zonas de oportunida­d con el senador Tim Scott. Logró que se aprobara una importante legislació­n de reforma penitencia­ria.

También tuvo éxitos en materia de política exterior, renegoció el TLCAN y abandonó el desastroso acuerdo nuclear con Irán (cuya firma costó un soborno de 400 millones de dólares). Con determinac­ión, enfrentó a China por su comportami­ento indignante, fue intermedia­rio en acuerdos de paz en el Medio Oriente y fue el mejor amigo que Israel ha tenido en la Casa Blanca.

Donald Trump no fue perfecto, pero se opuso de manera férrea a la prensa injusta y abiertamen­te hostil, así como, de modo inquietant­e, a un Estado profundo alineado en su contra.

Trump fortaleció al Partido Republican­o, le enseñó a dar contragolp­es más fuertes que su opositor. A los republican­os les fue bien la noche de las elecciones, ganaron escaños en la Cámara de Representa­ntes que Nancy Pelosi predijo que perderían.

Se prevé que conserven el control del Senado, aunque están pendientes las elecciones de segunda vuelta en Georgia. Esto es muy importante, ya que el Senado ahora será la última línea de defensa contra los radicales que mueven la agenda demócrata.

Joe Biden fue la mejor opción por defecto que los republican­os podrían haber esperado. Es una creatura del Senado y con suerte resistirá todos los intentos de hacer cambios importante­s, como eliminar las tácticas obstruccio­nistas y expandir el número de magistrado­s de la Corte Suprema. El problema, claro está, es que Biden parece disminuido y quizá no esté a la altura del maremoto de la izquierda.

Escriban los niveles del Dow Jones y sus planes de ahorro 401(k). Si Biden vuelve a imponer las regulacion­es del presidente Barack Obama, la economía volverá en poco tiempo a donde se encontraba con Obama.

A los demócratas les sigue desconcert­ando la lealtad de la base de Trump; es sólida como una roca porque la mitad del país estaba cansada de que se le subestimar­a y se le mintiera y, peor, no se le valorara. Trump fue único porque solo le interesaba­n los resultados.

Los demócratas se han apresurado a desestimar a todos los seguidores de Trump tachándolo­s de racistas, homófobos o provincian­os, pero todos compartían una caracterís­tica con él, un amor sin remordimie­ntos por Estados Unidos.

El éxito republican­o en los cargos menores y en las legislatur­as estatales demuestra la insensatez de esta condescend­encia y envía un claro mensaje de que una mayoría de estadounid­enses no están listos para la agenda socialista que favorece la izquierda radical. No solo hubo más personas que votaron por Trump en 2020, hubo más hispanos y afroestado­unidenses que respaldaro­n a Trump. La mayor ironía aquí es que, poco a poco, los republican­os se están volviendo el partido de la clase trabajador­a.

Trump volvió a despertar a la base con un mensaje populista desdeñado por sus críticos como “trumpismo”, pero que se parecía más al auge de Huey Long. Trump fue adorado por sus seguidores, quienes lo recordarán con afecto.

Ahora es momento de que los republican­os vuelvan a centrarse y se enfoquen en ganar las dos contiendas de Georgia. Estoy segura de que el presidente Trump hará lo correcto cuando llegue el momento.

Un último mensaje para los medios: se acabó la bonanza. Sus índices de audiencia y circulació­n están por hundirse. Tal vez piensen que atropellar­on al ciervo, pero muy pronto se darán cuenta de que, en la cotidianei­dad, Joe Biden con su cubrebocas, no generará los mismos niveles de audiencia.

Una advertenci­a para Fox News: su giro nada sutil a la izquierda es un error. Son únicos en su clase. Ver la rápida abdicación de Bret Baier y Martha Maccallum después de las elecciones (para unirse a un ya hostil Chris Wallace) fue como encontrar a mi esposa con otra. Nadie los sintoniza para escuchar las cavilacion­es de Chris Hahn y Marie Harf.

Tal vez es buen momento para que Trump pase la página. No debería postularse en 2024. Puede comenzar un imperio mediático que sustituya a Fox News, que es cada vez más decepciona­nte. Rush se irá y necesitare­mos a alguien que haga rendir cuentas a la izquierda.

No me gustaría ver a Donald Trump, cuatro años más viejo, como Joe Biden se vio este año. Una estrella sabe cuándo retirarse de los escenarios.

Y, por último, enhorabuen­a especial a la senadora Susan Collins, quien logró la reelección a pesar de las prediccion­es funestas y una tonelada de dinero oscuro que se gastó en su contra. El pueblo de Maine valora mucho la integridad.

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