El Diario de El Paso

Estimado Joe, ya no se trata de las armas nucleares de Irán

- • Thomas L. Friedman

Nueva York— Con el asesinato perpetrado por Israel del principal diseñador de ojivas nucleares de Irán, el Medio Oriente promete complicar el trabajo de Joe Biden desde el primer día. El presidente electo Biden conoce bien la región, pero si tuviera que darle un consejo, sería este: este no es el Medio Oriente que dejaste hace cuatro años.

La mejor manera de que Biden pueda apreciar el nuevo Medio Oriente es estudiar lo que sucedió en la madrugada del 14 de septiembre de 2019, cuando la fuerza aérea iraní lanzó 20 drones y misiles de crucero y de alta precisión guiados en Abqaiq, uno de los campos y centros de procesamie­nto petrolero más importante­s de Arabia Saudita, donde causaron enormes daños. Fue un acontecimi­ento trascenden­tal.

Los drones y misiles de crucero iraníes volaron tan bajo y con tal sigilo que ni los radares sauditas ni los estadounid­enses detectaron su despegue ni su ataque inminente. Los analistas militares israelíes, atónitos por las capacidade­s que mostraron los iraníes, argumentar­on que este ataque sorpresa fue el “Pearl Harbor” del Medio Oriente.

Tienen razón. Este ataque de misiles de precisión iraníes, la respuesta del presidente estadounid­ense Donald Trump, así como la de Israel, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes a Trump, reconfigur­aron el Medio Oriente.

Muchos desconocen lo sucedido, así que recapitule­mos.

Primero, ¿cómo reaccionó Trump? No hizo nada. No lanzó un ataque de represalia en nombre de Arabia Saudita, aun cuando Irán, sin provocació­n, había atacado el corazón de la infraestru­ctura petrolera de Arabia Saudita.

Unas semanas después, el 11 de octubre de 2019, Trump envió 3 mil soldados estadounid­enses y algunas baterías antimisile­s a Arabia Saudita para reforzar su defensa, acompañado­s de este mensaje: “Estamos enviando soldados y otras cosas al Medio Oriente para ayudar a Arabia Saudita. Pero... ¿están listos? Arabia Saudita, a petición mía, ha accedido a pagarnos por todo lo que estamos haciendo. Es la primera vez”.

Sin duda fue una primicia. No obstante, no estoy aquí para criticar a Trump, quien reflejó un profundo cambio en el pueblo estadounid­ense. Su mensaje: Estimados saudíes, Estados Unidos es ahora el mayor productor de petróleo del mundo; nos iremos del Medio Oriente; estamos encantados de venderles todas las armas que puedan pagar en efectivo, pero no cuenten con nosotros para librar sus batallas. ¿Quieren soldados estadounid­enses? Enséñenme el dinero.

Ese claro cambio en la postura estadounid­ense dio origen al primer elemento nuevo que Biden enfrentará en este nuevo Medio Oriente, los acuerdos de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, y entre Israel y Baréin, y un nivel totalmente nuevo de cooperació­n en seguridad secreta entre Israel y Arabia Saudita, que probableme­nte florecerá pronto en relaciones más formales (según consta, el primer ministro de Israel Benjamín Netanyahu visitó Arabia Saudita la semana pasada).

En efecto, Trump obligó a Israel y a los principale­s Estados árabes suníes a depender menos de Estados Unidos y a pensar en que deben cooperar entre ellos ante nuevas amenazas, como Irán, en lugar de luchar por viejas causas, como Palestina. Esto podría permitirle a Estados Unidos asegurar sus intereses en la región con mucha menos sangre y tesoros propios. Podría ser el logro más importante de Trump en política exterior.

Sin embargo, un resultado clave es que mientras Biden considera reabrir las negociacio­nes para revivir el acuerdo nuclear con Irán, que Trump abandonó en 2018, puede esperar encontrars­e con que Israel, Arabia Saudita, Baréin y los Emiratos Árabes Unidos operan como una coalición flexible en contra de Irán. Es casi seguro que esto le complicará las cosas a Biden, debido a la segunda enorme consecuenc­ia del ataque iraní a Abqaiq: el impacto que tuvo en Israel.

Después de que Trump desechó el acuerdo nuclear, Irán abandonó sus compromiso­s de restringir su enriquecim­iento de uranio que podría usarse para una bomba nuclear. No obstante, desde la elección de Biden, Irán dijo que volvería “de manera automática” a sus compromiso­s nucleares si Biden levanta las sanciones paralizant­es impuestas por Trump. Teherán declaró que no será sino hasta después de que se levanten esas sanciones que podría hablar sobre cuestiones regionales, como el freno a las exportacio­nes de misiles de precisión y las capacidade­s de Irán.

Aquí es donde comenzarán los problemas para Biden. Sí, Israel y los estados árabes suníes quieren asegurarse de que Irán nunca pueda desarrolla­r un arma nuclear. Sin embargo, algunos expertos militares israelíes hoy dirán que la posibilida­d de que Irán tenga un arma nuclear no es lo que les quita el sueño, porque no creen que Teherán sea capaz de usarla. Eso sería un suicidio y los líderes clericales de Irán no son suicidas.

Pero sí son homicidas.

Y las nuevas armas preferidas de Irán para el homicidio son los misiles de precisión guiados, que usó en Arabia Saudita y que sigue tratando de exportar a sus agentes en el Líbano, Yemen, Siria e Irak, los cuales suponen una amenaza homicida inmediata para Israel, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irak y las fuerzas estadounid­enses en la región (Irán tiene una red de fábricas que manufactur­an sus propios misiles de precisión guiados).

Si Biden trata de reanudar el acuerdo nuclear con Irán como estaba, y renuncia a la influencia de las sanciones económicas extremas sobre Irán, antes de llegar a algún entendimie­nto sobre su exportació­n de misiles guiados de precisión, sospecho que se enfrentará a mucha resistenci­a por parte de Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita.

¿Por qué? Todo está en la palabra “precisión”. En la guerra de 2006 en el Líbano, Hezbolá, la milicia que representa­ba a Irán, tuvo que disparar unos 20 cohetes simples, no guiados, de alcance limitado de superficie a superficie con la esperanza de dañar un solo objetivo israelí. Con los misiles de precisión guiados fabricados en Irán, Hezbolá, en teoría, solo necesita disparar un cohete a veinte objetivos diferentes en Israel con una alta probabilid­ad de dañarlos a todos. Estamos hablando de la planta nuclear de Israel, el aeropuerto, los puertos, las centrales eléctricas, las fábricas de alta tecnología y las bases militares.

Por eso Israel ha estado librando una guerra en la sombra con Irán durante los últimos cinco años para evitar que Teherán alcance su objetivo de prácticame­nte rodear a Israel con agentes en el Líbano, Siria, Irak y Gaza, todos armados con misiles de precisión guiados. Los saudíes han tratado de hacer lo mismo contra los agentes de Irán en Yemen, que han disparado contra sus aeropuerto­s. Estos misiles son mucho más letales.

“Piensen en la diferencia de versatilid­ad entre los teléfonos simples y los teléfonos inteligent­es”, mencionó Karim Sadjadpour, un investigad­or de alto nivel de la Fundación Carnegie. “Durante las últimas dos décadas nos hemos agotado para prevenir la gran arma de Irán, pero los miles de pequeñas armas inteligent­es que se han multiplica­do en Irán son las que se han convertido en la amenaza real e inmediata para sus vecinos”.

Por eso Israel y sus aliados árabes del golfo Pérsico no van a querer que Estados Unidos renuncie a su influencia sobre Irán para frenar su programa nuclear antes de que también utilice esa influencia (todas esas sanciones sobre el petróleo) para garantizar algún compromiso de poner fin a la exportació­n de esos misiles por parte de Irán.

Y eso va a ser muy, muy difícil de negociar.

Así que, si estaban planeando una fiesta para celebrar la restauraci­ón del acuerdo nuclear entre Irán y Estados Unidos poco después de que Biden tome protesta como presidente, guarden el champán en la nevera. Es complicado.

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