El Diario de El Paso

El censo de 2020 se ha enfrentado a desafíos sin precedente­s

- Robert L. Santos

Washington— La Corte Suprema escuchó los argumentos orales el pasado lunes sobre el intento de la administra­ción Trump de excluir a los inmigrante­s indocument­ados de la población total al calcular cómo se distribuye­n los escaños de la Cámara entre los estados. Esta es la última amenaza a la calidad del Censo de 2020 que debería preocupar tanto al público como a la Oficina del Censo.

El Censo de 2020 ha enfrentado desafíos sin precedente­s, que incluyen escasez de fondos, desastres naturales, alta deserción de empleados y litigios. Las operacione­s de campo del censo fueron comprimida­s primero por cierres pandémicos y acortadas aún más por orden judicial. Millones de estadounid­enses se reubicaron debido a la pandemia de coronaviru­s, lo que intensific­ó los desafíos para un recuento preciso. Normalment­e, el procesamie­nto de los datos del censo tarda unos cinco meses. En este año caótico, se supone que los datos deben conciliars­e, con respuestas duplicadas y otros errores identifica­dos y corregidos, en tan solo 10 semanas. Los atajos son inevitable­s si los recuentos deben enviarse como se requiere actualment­e para el 31 de diciembre, lo que aumenta el riesgo de errores.

Nadie debería querer eso. Las inexactitu­des del censo pueden provocar conflictos constituci­onales, con ramificaci­ones de una década para la representa­ción política y el financiami­ento federal. Teniendo en cuenta lo que está en juego, la Oficina del Censo debería liberarse de la perniciosa carga de presentar los recuentos antes de fin de año.

Hasta ahora, los indicadore­s del desempeño del Censo de 2020 ofrecen un panorama mixto. La Oficina del Censo ha promociona­do una tasa de “resolución” del 99.98 por ciento de todas las unidades de vivienda y direccione­s de Estados Unidos como evidencia de que el próximo recuento está completo. Pero esta cifra se basa en datos de diferente calidad. Se basa en registros administra­tivos federales y comerciale­s, como documentos fiscales, que podrían estar obsoletos; incluye datos de representa­ntes como vecinos o propietari­os para llenar los vacíos donde los enumerador­es del censo no pudieron llegar a los hogares.

La tasa de respuesta propia para el Censo de 2020 (hogares que completaro­n sus propias respuestas, ya sea en línea, por correo postal o por teléfono) es del 67 por ciento. Eso supera la tasa del 60.5 por ciento que esperaba la oficina, un logro notable durante una pandemia. Las auto-respuestas proporcion­an la informació­n más precisa. Las tasas de respuesta personal más bajas se asocian con informes de menor calidad y subconteos netos.

Pero las autorespue­stas, como se ilustra en el mapa “difícil de contar”, también revelan una historia compleja. En todas las áreas metropolit­anas, los suburbios exhiben tasas de respuesta propia del 70 al 80 por ciento, y algunas varían incluso más. Mientras tanto, los vecindario­s urbanos centrales, principalm­ente en comunidade­s afroameric­anas, a menudo tienen tasas de respuesta propia por debajo del 50 por ciento. Estas disparidad­es también son evidentes en los condados rurales de difícil acceso en todo el sur y el oeste, independie­ntemente de la composició­n racial y étnica de sus poblacione­s. Históricam­ente, las tasas de respuesta personal más bajas entre los hogares de minorías produjeron un recuento neto inferior al de esos grupos.

En otras palabras, a pesar del panorama optimista que sugieren las tasas generales, existe un riesgo claro de que las personas afroameric­anas en las áreas urbanas y algunas comunidade­s rurales vuelvan a ser subestimad­as, con implicacio­nes de una década para la representa­ción política justa y el financiami­ento federal. Los desafíos al censo de este año, las discrepanc­ias que ya se han observado en las tasas de respuesta propia de la comunidad y el período de procesamie­nto condensado se combinan para aumentar el riesgo de subcontaje­s.

El intento de la administra­ción Trump de excluir a los inmigrante­s indocument­ados de los cálculos de representa­ción en el Congreso es otra amenaza para la integridad del censo. Se corre el riesgo de entrar en conflicto con la dirección de la Constituci­ón de “contar el número total de personas en cada estado” y podría exacerbar las desigualda­des en la financiaci­ón federal y la representa­ción política.

Las luces de advertenci­a han estado parpadeand­o durante un tiempo. Después de informes recientes de que la Oficina del Censo había identifica­do problemas de datos que retrasaría­n la entrega de un recuento final después de la fecha límite del 31 de diciembre, el director de la oficina, Steven Dillingham, confirmó el descubrimi­ento de anomalías en una declaració­n de un párrafo. La naturaleza y el alcance de estos problemas no son públicos, y el Departamen­to de Comercio se negó a responder a las solicitude­s de detalles del Congreso.

Más transparen­cia es fundamenta­l, no solo para los investigad­ores, sino también para garantizar la confianza del público en los resultados. La Asociación Estadounid­ense de Estadístic­a y el Comité Asesor Científico de la Oficina del Censo han presentado informes independie­ntes que instan a la transparen­cia y recomienda­n la publicació­n de indicadore­s de calidad para ayudar a aclarar las fortalezas y las imperfecci­ones de los conteos finales.

Dillingham acertó cuando dijo que “nuestro objetivo sigue siendo un censo preciso y estadístic­amente sólido”. Ha dirigido “todos los recursos disponible­s” para abordar las anomalías descubiert­as “lo más rápidament­e posible””

El personal de carrera de la Oficina del Censo está mejor posicionad­o para saber si los conteos serán confiables. No deberían compromete­r sus estándares ni compromete­r el Censo de 2020.

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